Torni Segarra

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Los cambios para que tengan sentido, sean verdaderos, han de ser continuos. Y así es la vida: cambio una costumbre y ese hecho nos abren toda clase de posibilidades de cambio. Es como cuando cambiamos de una ciudad a otra, ese hecho desencadena una cascada de cambios en todo lo que hacemos. Por eso, seamos conscientes o no todo es cambio. Es una palabra simpática, que siempre está de moda, sobre todo en los jóvenes y los que ven la corrupción donde estamos asentados, tan acostumbrados y tan a gusto, sin despertarnos a la realidad.
El peligro del cambio es no darse cuenta que uno ha de cambiar, y no lo hace, porque entonces ha de ser un estímulo el que nos despierte. Estímulo que puede ser traumático y violento, como suele suceder a los que detentan el poder y la autoridad, ya sea en las naciones, en un grupo, en un organismo. Por eso, uno ha de estar siempre atento a todo lo que sucede tanto en el interior, como fuera.
 
La muerte es el dolor. Sin el dolor no habría muerte. Por tanto, es al dolor al que hay que comprender. Pues sin comprensión, todo lo que digamos son sólo palabras. Y las palabras, por bien puestas que estén, por bien que describan una cosa, no son lo descrito. Pues, la realidad, la verdad, está más allá de las palabras. Y los hechos no son palabras, son la vida en acción. Y la vida en acción es nacer, crecer, llegar al esplendor, la decrepitud y la muerte. Podemos decir que la muerte no existe, pero sí que existe el fin, la destrucción o transformación. Lo que quiere decir el fin de lo que somos: el ‘yo’, que son todos los recuerdos de la memoria. Y si no hay ‘yo’, no hay tiempo ni contraste ni un compararse, sólo hay la conciencia que percibe. Esa conciencia que ella en sí es la nada, el vacío, que es desde donde llegamos.
 
Los hechos no nos gustan, nos gustan los no hechos. Porque, en los no hechos somos nosotros los inventores, los creadores de la realidad. Así que parece ser que los hechos al ponernos delante de la realidad, que no me gusta ni satisface, nos molestan y nos ponen confusos, con miedo. Pero la realidad, es la fuerza de los hechos, y ella se impone.
Creer en la reencarnación como si fuera una escalera para subir o bajar hacia la perfección o la imperfección, es algo que parece ridículo. Pues, si de mí comportamiento va en ello la salvación, el no retorno a esta vida de sufrimiento y dolor, de desdicha, porque no actuamos de manera para no volver. Es decir, si sé que ser egoísta, mezquino, vanidoso, cruel, me va a traer de vuelta a este valle de lágrimas, ¿por qué no actúo de manera para no volver? Además, ¿quién va a ser el que vuelva o el que no vuelva? Si solamente somos los recuerdos, todo lo que hemos sido. Pero, una vez no hay recuerdo alguno no queda nada.
Por tanto, la pregunta es: ¿de dónde llega la conciencia, que es la vida, la que da vida a los cuerpos, ya sea la de una bacteria, la de una planta, como la de un pájaro o un león, la de una persona?
 
¿Dónde estamos, qué es lo que hacemos, cómo vivimos? Parece que es evidente que nuestras maneras de vivir no son las más adecuadas, pues en todas partes hay conflictos, indiferencia, brutalidad, crueldad. ¿Cómo podemos cambiar esta manera tan desfavorable de vivir donde todo lo que tocamos lo destruimos, ya sean los ríos, los mares, toda la naturaleza? Mientras no tengamos la suficiente lucidez para ver todo el peligro, peligro tan real como lo tiene un cuchillo, de la manera como vivimos –divididos, fragmentados, enfrentados-, todo va seguir igual. Así que hemos de ver ahora todo ese peligro. Y si lo vemos, esa visión es el mismo cambio.
 
Todo el problema es uno, empieza por uno. Porque si uno tiene una idea de lo que ha de ser el orden –una sociedad igualitaria, donde no haya injusticias, donde la bondad y la belleza estén presentes-, pero no lo vivimos, ¿qué importancia tiene lo que hagan y suceda a los demás, si cambian o no? Porque, si ellos cambiaran y yo no, entonces todo el problema es mío. Por eso, todo el problema siempre es uno. Y es uno el que lo tiene que resolver, pues los otros no lo van a hacer.
 
¿Hay explicación alguna para saber por qué estamos aquí, vivos, en esta existencia? ¿Hay alguna explicación de por qué uno aún está vivo, no ha muerto mientras dormía? Especular es una pérdida de tiempo un escape, un entretenimiento. Lo que interesa es cómo vivimos, qué hacemos con nuestras vidas. ¿Por qué es que vivimos divididos, en conflicto, con violencia y su dolor, con la guerra y su horror? ¿Por qué es que lo toleramos, lo aceptamos, no hacemos realmente nada para erradicarlo? Uno es el que lo tiene que descartar y sólo uno, no hay excusa. Pues, los otros no lo van a hacer.
 
Es verdad lo que dices, Rolando. Pero, eso mismo se ha de asumir en todo y por todos. Porque, las palabras, las ideas, lo conceptos, teorías, etc., no son ni malas ni buenas, sino que es cada cual quien las valora. Un político que empieza, ordena una enloquecida guerra, siempre hay millones que lo respaldan, aplauden, dan su vida por participar en esa guerra. Y sin embargo, otros ven todo el horror, la maldad, el sinsentido de la guerra y lo descartan.
Entonces, para que esa guerra no llegue uno tiene que darse cuenta que lo que diga, por sagrado que crea que es, está expuesto a que sea visto como fatuo y no verdadero. Pues todo lo que hagamos, lo que digamos, pensemos, etc., mientras nos divida internamente no tiene ningún sentido ni valor. Porque esa división va a salir a fuera y va a generar conflicto, contienda, sufrimiento y dolor. Por eso, mientras estemos identificados con ideas, identificados con personas, el conflicto está ahí servido.
 
Todo lo que existe es sin forma, uno es sin forma. Pero, uno tiene que atender a la forma, de lo contrario llega el desorden la confusión, el caos, el sufrimiento y el dolor. Míralo en tu vida: si hace frío y no te abrigas puedes enfermar, has de depender de los otros para hacer lo básico y personal, entonces llega la dependencia y los problemas de la relación. Puedes seguir diciendo que todo es sin forma, ¿pero eso qué sentido práctico tiene de verdad? Entonces, eso que dices que es una ilusión se convierte a su vez en otra ilusión. Y así sucesivamente, en una dinámica que no tiene fin, por lo que todo se convierte en absurdo.
 
El juzgar, hablar de los demás para infravalorarlos o enaltecerlos, es a causa del miedo y del temor que tenemos, es como un complejo de inferioridad, que no soportamos y es cuando atacamos o defendemos. Sólo con la inteligencia, que es el amor en acción, no hay juicio alguno, sino ver y observar todo lo que sucede y todo lo encadenado, relacionado y unido que está.
 
Esa es la cuestión: la muerte no es la nada, porque todo sigue, pero sí que es la nada para el muerto, porque le ha llegado el fin. Después, lo que le pase al muerto, aparte de la transformación de su energía, ¿quién puede saber lo que es o no es? Todo lo que digamos no va a ser, ya sea asertivamente o negativamente –decir que es un nuevo comienzo, la reencarnación, o el final eterno, la nada-.