Torni Segarra

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Desgraciadamente o no, todo en la vida tiene su precio: si tú le das a alguien dinero, puedes reconfortarte al haber ayudado a otro. Pero, eso te ata a él de manera que puede que vuelva a pedirte más y más. Si nos regalan algo, lo que sea, de una manera u otra hemos de hacer algo favorable para esa persona que nos ha ofrecido un regalo. Si somos muy cariñosos con alguien, puede que se confunda y quiere algo que nosotros no deseamos hacer con él. Si no hacemos nada por los demás, también hemos de pagar su precio por esa indiferencia e indolencia. Si te levantas tarde o muy temprano, también tiene sus consecuencias, que es el precio que hay que pagar. En la vida nada es gratuito, todo es transcendente, tiene su importancia y sus resultados, ya sean que nos gusten o no.
 
Todo es una batalla, una guerra, hasta con los altos tacones de los zapatos de las mujeres, con las que son torturadas. La vanidad, el exhibicionismo, la estupidez por querer seducir y provocar al macho, no tiene parangón. Cada vez más, con las capacidades económicas y lo bien alimentados que estamos, ya que nos podemos permitir todos los caprichos.
Pero toda esa manera de vivir, siempre es acosta de los demás, a los que explotamos, de una manera tan natural, que son los pobres y los menos afortunados.
 
Para levantarse otra vez después de caer, no hay ningún problema, pues el mismo suelo es el que te va a hacer que te levantes.
 
Sí, Cristiana, sé todo lo que quieres decir, pues yo soy como tú. Y todos somos como todos.
Gracias por tu magnifica respuesta. La revolución más bonita, la única y definitiva, es ver que el observador, tú, eres lo mismo que lo que observas. Es muy difícil de ver, comprender y vivir. Es aquello como se dice: todos somos iguales. Pero, yendo a la raíz psicológica, no sólo económica.
He conocido a muchos drogadictos, desde los que empiezan hasta los que acaban, y a pesar de que las drogas en principios todas son expansivas de la mente, todos eran egoístas. Como no podría ser de otra manera, pues, aunque uno esté drogado su paradigma mental, es el mismo que todos tenemos: yo, yo y siempre yo. Por lo que, aquello de que todos somos iguales, es algo que no hacemos realidad. Y como te he dicho, además aún es más complicado si la igualdad ha de ser psicológica: igualar una persona fea y una bonita, una persona pobre e inculta con una persona rica y todas las ventajas que ha tenido para cultivarse socialmente, igualar a una prostituta con una que no ha sido, un violento asesino con uno que no lo ha sido, parece que todo es más complicado.
Y es eso posible, ¿que el observador sea el observado? Sólo esto es posible, cuando vemos todo el peligro que tiene el estar divididos de los demás, no verlo intelectualmente, sino factualmente, como un hecho, como un veneno, como una arma, un puñal que afilado que corta, como un profundo acantilado donde estamos al borde de él y podemos caer y perder la vida.
Creo que sabes de que estamos hablando, pues todo esto de que hay que actuar sin espacio, sin tiempo, sin división, pues si has consumido drogas lo habrás podido ver de primera mano.
Así que, una cosa es lo que decimos y otra lo que es, la realidad. Pues lo que se narra, se expresa, se cuenta o transmite, como tus fotos, no es la realidad. La realidad está más allá de todo lo que ha sido, y la palabra siempre está ya muerta, como las pinturas, el cine, todo lo que creamos. Sólo en la acción, en el ahora, está el orden que no es ni tuyo ni mío, ni de nadie. Ese orden que es la manifestación de la inteligencia, el amor, la verdad.
 
El amor no es una creencia, el amor es un hecho. Y este hecho no puede ser si existe el pasado. Así que todo el problema es que el pasado esté presente. Al pasado no se le puede luchar ni vencer, se ha de comprender. Y esa misma comprensión, hace que el pasado, ya sea otra cosa, ya sea el presente, el ahora.
 
No hay sendero ni camino para llegar a lo que buscamos, la verdad, el amor. Pues el camino implica un plan, una idea, una proyección hacia el futuro. Y todo eso, nos divide del presente del ahora. Y el ahora, es la consecución a cada instante de esa verdad, ese amor.
 
La ilusión persiste desde el nacer hasta el final, al morir. ¿Son precisas las ilusiones? Parece ser que sí, a la vista de que no las soltamos. Pero una ilusión es eso, una bobada, un juego y entrenamiento con algo irreal, un invento que nos sirve para soportar la angustia.
Y por eso, es que nuestras vidas son tan superficiales, tienen tan poco sentido, tienen miedo a la vida, a la muerte. Sólo queremos huir. Y en esa huida está el origen de todos nuestros problemas.
 
¿Podemos ahora, en este instante, ver toda la trama de la vida, ver cómo funciona el pensamiento, de manera que veamos lo falso, los inventos, las ilusiones, y acabar con todo eso? Y no esperar a luego, a mañana, dentro de unos meses. Pues si no resolvemos el reto que es el que está ahora, eso va a seguir causando lo que queremos evitar: el desorden, la confusión, el sufrimiento y el dolor.
Si de verdad viéramos lo que es todo el sufrimiento, todo el dolor que hay en nosotros, en toda la humanidad, el cambio llegarías sencilla y naturalmente, sin esfuerzo ni contradicción alguna, ahora, en este instante.
 
Cada día es lo perfecto, lo adecuado, lo que tiene que ser. Es nuestro desorden en el que vivimos, el que hasta ha hecho una especie de clase racista entre los días de la semana: odiamos a unos, con otros somos adictos adoradores, y con otros somos indiferentes.
Y ese mismo paradigma clasista, es el que aplicamos a las personas. Por lo que aunque nos creamos muy liberales, modernos, religiosos y creyentes, somos racistas crueles.
 
Todo empieza con la energía, que al condensarse crea la materia. Y esta materia adquiere diversas formas para hacer posible la evolución de la vida, que culmina con el cuerpo. Tras pasar por la célula, las plantas, los árboles, los animales y nosotros las personas.
 
El problema es que tenemos miedo a lo nuevo. Y por eso nos agarramos a lo conocido, sin darnos cuenta que lo conocido es siempre el pasado. Y el pasado es la división, que genera el desorden entre ‘tú’ y ‘yo’, entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. Y con ese desorden, es cuando aparecen todos los problemas de insensibilidad, de indiferencia, problemas de crueldad, de violencia y de guerra.
¿Podemos vivir sin ninguna referencia del tiempo psicológico, como pasado, presente, futuro, y encarar los retos sin ninguna ideas ni concepto que haga hincapié en lo que hemos sido, ya sea la raza, la nacionalidad, las creencias religiosas, políticas, sociales? Pues, si no somos capaces de vivir con esa libertad, seguiremos dependiendo de los desordenados y confusos políticos, que nos dicen que ellos van a solucionar, a arreglar los problemas, pero por su incapacidad no lo pueden hacer.