Torni Segarra

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Mientras no comprendamos el pensamiento que es el que genera los deseos de más o de menos, todo lo que hagamos será más de lo mismo: desorden y confusión. Por tanto, primero pongamos orden interno y todo lo demás, lo que hagamos será una manifestación de ese orden.
 
La ira, el odio, los celos, por un agravio se tienen que comprender. Ellos forman parte de la vida, son como el sexo, son deseos. Por mucho que los reprimamos van a estar ahí. Por eso, cuando vemos todo el vasto panorama de la realidad, es cuando les damos su lugar, los comprendemos y desaparecen.
 
El amor, no quiere nada. Y al no querer nada lo es todo. El amor no es el plan que ya tenemos establecido, sea el que sea. Pues, el amor para que sea ha de llegar de la nada, donde nadie sabe lo que es. Y es desde esa nada, donde no sabemos nada, que es como si estuviéramos perdidos en un bosque o en alta mar, donde el amor se manifiesta y florece.
En el momento que queremos encapsular o manipular, el amor no puede ser.
 
Las sombras, la incertidumbre, es la realidad de la vida, pues no sabemos nada: si tendremos hijos, si serán niña o niño, si será todo como habíamos previsto. Y solamente podemos vivir en esa incertidumbre, si es que el amor ha de ser. La seguridad, una vida de seguridad, es el terreno donde el amor no germinará.
 
Cuando uno deja de estar poseído y aferrado, es cuando llega la libertad y con ella el amor. Ahora el problema es no volver a aferrarte, a depender, a estar poseída, por otra persona. Pero, si vuelves a estarlo, otra vez nos hemos de liberar. Pues la vida es desorden, amor y orden, en una dinámica, un juego que no tiene fin.
 
Dar gracias a los dioses, es una ilusión. Es como querer darnos las gracias a nosotros mismos por haber hecho algo adecuadamente: ser puntual, ir aseada, no ser esnob ni hacer toda clase de tonterías.
 
Ese es el camino de la perdición, pues nos estamos destrozando con el tú más. Todos tenemos nuestra parte de culpa de las malas relaciones con los amigos, las parejas, los maridos, los vecinos o parientes. Hay que ser muy estúpido de creer que uno es incapaz de hacer algo incorrecto, incapaz de hacer algún daño.
 
Ampararse en los demás –los psiquiatras, los santos, los dioses, etc.-, para redimir nuestros errores que hemos cometido, es una huida, querer cambiar los hechos, la realidad. Somos nosotros los que somos responsables de ser irrespetuosos, indiferentes, de las maquinaciones que hacemos para conseguir lo que queremos y deseamos.
 
Mientras no comprendamos la vida, la naturaleza, sus leyes y normas, mientras no veamos y entendamos cómo opera el pensamiento, toda pretensión de no tener conflictos ni problemas, va a ser una ilusión más. Si vemos y entendemos cómo funciona el pensamiento, entonces descubriremos qué somos en realidad y qué podemos hacer con esto cosa que llamamos vida.
 
Lo que conseguimos nunca es sólo exclusivo nuestro, pues hay muchos que hacen lo necesario para que eso que hemos hecho, ser pudiera hacer. Esa es la ilusión del egoísmo, del ‘yo’, que se cree el hacedor, el director, el ejecutor, sin darnos cuenta que todo está unido indivisiblemente. Una flor sin el calor del sol, no puede ser. Cualquier persona, sin la colaboración de los que hacen posible lo que comemos, nos podríamos hacer nada de lo que hacemos, y también sin la  colaboración de los barrenderos, de los trabajadores de la limpieza pública, de los que nos venden la gasolina, de los mecánicos, de los funcionarios, etc., estaríamos bloqueados, acabados.
Así que tú dependes de mí y yo dependo de ti, y de todos los demás, para poder funcionar, sobrevivir.
 
¿El amor es algo diferente de la necesidad, es eso es cierto? ¿O el amor es siempre una necesidad y lo que cambia es la manera de conseguir eso que necesitamos? El problema está cuando hacemos de esa necesidad, una obsesión, una crisis con su conflicto, cuando queremos arrollar a todo lo que se antepone a eso que necesitamos. Por eso, la vida es algo muy serio y depende de lo que hagamos con ella, que va a generar sufrimiento y dolor o no. Sin vivir austeramente –no la autoridad de las monjas, los frailes-, seguiremos arrasando todo lo que se antepone a lo creemos necesitar
 
¿La venganza puede traer la paz o va a seguir con la misma dinámica de acción y reacción de unos contra otros? Tanto los que han hecho algún daño, como los que se quieren vengar por ello, están alterados mentalmente, están obsesionados con su problema que es la herida del ego, del ‘yo’. Pero la venganza nunca ha traído orden y no lo va a traer, porque nos divide de los demás. Y es esa división es el origen y la causa de todo el daño que nos hacemos.
 
El miedo no es solamente de la vejez. El miedo es lo que todos compartimos desde el nacimiento hasta la muerte. Ahora bien, ¿podemos ir más allá de ese miedo que nos paraliza, no hace egoístas y crueles? Ese es el trabajo más importante de la vida, ver y comprender desde su misma raíz el origen del miedo, ver toda su trayectoria, hasta que cesa y desaparece.
 
No hay que hacer un problema por hacer o no hacer cualquier cosa. Cada cual ha de hacer lo que tenga que hacer, sin importar lo que digan los demás.
 
Todo lo que existe, llegará un momento en que se hará invisible para el ojo humano, para nuestro entendimiento. Pues todo lo que es, se transforma en una energía aparentemente  diferente, en otra dimensión.