Torni Segarra

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La mente, es algo que parece complicado; y algo de eso hay. Tan complicada y extraña, que nunca nos podemos fiar de ella. Cada persona, tiene su condicionamiento. Uno que nace de padres cristianos, se le condiciona a serlo en cierta medida. Y sus padres, parientes, vecinos, le están adaptando, condicionando para que piense como cristiano. Es decir, que adore a Jesucristo y a todo lo que viene detrás de él: escrituras, prodigios, vida, religión organizada, dogmas, preceptos, liturgia, ritos, y finalmente superstición. Y eso mismo, le pasa a los budistas, con Buda. Y es tanto, la influencia que recibimos, es tanto el condicionamiento que nos programan, que si tenemos un experiencia psíquica o espiritual, cada cual según como haya sido su educación, puede que vea a Jesucristo o a Buda. O si es de otra religión, con su enviado, con su maestro, etcétera, también lo podrá ver. Es decir, que la mente es capaz de inventar, de imaginar todo lo que se le proyecta, o ella quiere. Por eso, cuando estamos en confusión, tenemos conflicto, somos capaces de hacer cualquier tontería; y según el reto en su proporción, así será la respuesta. Por eso, nunca sabremos de qué somos capaces de hacer. Por eso, los poderes. psíquicos, hay que descartalos, porque son un impedimento. Y por eso también, siempre hay que vivir negativamente, porque es de la única manera que la mente no puede operar. Porque el "yo", que es un invento de la mente, el ego, el egoísmo, siempre quiere salirse con la suya; e inventa lo que haga falta, con tal de ganar, vencer, prevalecer, que es lo mismo que el devenir. Cuando estamos más atrapados, en una idea o teoría, más fuerte es el ego, el "yo". Y siempre encontrará una justificación a lo que hagamos, por ridículo y absurdo que sea. Ahí están los totalitarismos, los dictadores, los maestros, los gurús, los líderes religiosos. Ahora bien, cuando el "yo", es descartado, cesa en su actividad, la mente no está dividida del cuerpo, ni del ambiente donde se desenvuelve, el ámbito donde trabaja y opera. La mente, entonces, es lo sagrado, está meditando; y puede ir más allá de lo viejo y conocido, más allá del tiempo.