Torni Segarra

Seleccionar página
Cuando queremos conocernos tendríamos que empezar por las influencias ambientales, tales como la temperatura, le economía, la política, la religión, que nos rodean, pues todo nos condiciona. Aunque no lo demos mucha importancia, lo que comemos, el lugar donde nacemos, es algo que nos marca, porque las personas somos de costumbre. Pero, aparte de todas estas influencias ambientales de ahora, de este momento en que vivimos, existe otras influencias más profundas, que hemos de investigar para conocernos. Todo lo que somos, es el resultado de las influencias recogidas durante muchos miles de años; dentro de nosotros existen ocultos impulsos que desconocemos. Y, para descubrirlos, hemos de mirar muy adentro de nosotros. Mirar, no superficialmente, sino observando primero lo que vemos fuera, en los demás; y, esa visión es la que nos llevará a descubrir realmente quiénes somos. Cuando, vemos o nos enteramos que alguien ha hecho alguna cosa destructiva y cruel, ¿qué es lo que piensa? ¿Piensa que está a salvo de actuar de esa manera, que es diferente; que los que actúan violentamente, son personas absolutamente responsables de lo que hacen? Antes de responder, deberíamos de investigar la raíz y el origen de nuestros deseos más profundos e íntimos.

 

Para poder ver e investigar, hay que tener libertad para mirar, no tener miedo de lo que observa y va surgiendo. ¿Cree que se conoce realmente?, dudo que sea cierto que nos conozcamos. Porque, el ambiente de donde procedemos es el del enfrentamiento y violencia, hemos crecido a lo largo de un millón de años con el mismo patrón. El hombre, todavía tiene la misma psique de siempre, que es la del miedo, la del subsistir a cualquier precio, y para ello, tiene que luchar, ser violento y cruel, matar, asesinar. Y, todo esto es el suelo donde crecemos, donde pisamos y estamos todos. No acepte ni rechace lo que se dice, mire con todo el tiempo, observe y vea si lo que se dice tiene sentido, mírelo sin ningún temor a ver realmente quién es. Y, verá que somos todos la misma cosa, que siente, sufre, desea, se alegra y ríe, y que necesita sobrevivir a toda costa.

 

Y, para sobrevivir a toda costa, de la manera que nosotros queremos, hemos de hacer guerras, hemos de ser violentos y corruptos. Los políticos son los que declaran la guerra, contra otros políticos como ellos, pero ¿quién ha elegido a esos políticos, quién los sostiene? Somos nosotros, aunque no hace falta que los cambiemos, pues los que les seguirán serán como los de ahora y harán lo mismo. Simplemente, porque los políticos son exactamente igual que nosotros. Y, si estuviera en el lugar del político haría lo mismo que ellos hacen. Deseche la idea de que es diferente, de que no haría la guerra, de que no sería corrupto, porque en su vida ya tiene sus conflictos y su corrupción a su nivel. Y, cuanto más suba en la escala, también sube el nivel y la importancia de lo que hace, de su responsabilidad.

 

Así que, si no quiere corrupción, si no quiere violencia, si no quiere guerra, vea si eso que quiere es real o es una ilusión, fruto del desconocimiento de quién es, de quiénes somos. Por eso, tiene que mirar, ver, inquirir todo lo que existe para que así pueda descubrir, observar. Porque, si queremos algo que no es posible, entonces el problema prosigue, todo se complica, todo lo que queremos rechazar y que desaparezca, aumenta. Y, esta es la confusión en la que vivimos, creyéndonos que somos una cosa, siendo todo lo contrario. Así que, ya empezamos a darnos cuenta de que todo lo que parece tan real, como que somos diferentes e incapaces de hacer lo que rechazamos en los otros, todo ello fruto del condicionamiento, consecuencia del ambiente en que hemos vivido, no lo es, es una ilusión. Esta es la maravillosa y verdadera revolución: ver que el observador, es lo observado; que todos tenemos los mismos circuitos eléctricos mentales y psicológicos. Es decir, que todos somos básicamente iguales. Solamente, los retos que nos llegan, determinan la respuesta.

 

Ahora bien, podemos hacer que todo eso cambie, que los retos no nos perturben, confundan y nos obliguen a actuar de una manera que no queremos. Y, eso es un reto, ya que se tiene que vivir para ver qué sucede.