Torni Segarra

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Hace unos días, me dijeron que Jiddu Krishnamurti, sus enseñanzas eran eternas. La persona que lo dijo, ha insistido en ello. Uno le respondió, que eso aun siendo verdad, sonaba a poético. Porque, esa persona, y yo mismo, y muchos más, siendo también eternas las enseñanzas de Buda, Jesús y muchos otros, hemos absorbido la enseñanza de J. Krishnamurti, porque nos servía más que las demás, porque él vivió en entre nosotros, era contemporáneo nuestro. De la misma manera, seguramente le pasará a J. Krishnamurti, que siendo un sabio, sugerente y clarificador, dentro de unos años, las personas ya no lo encontrarán tan atrayente como cuando estaba vivo. Esa insistencia en agarrarse a alguien, por inteligente y sabio que sea, por sagrado que nos parezca -pues en realidad, todos y todo es sagrado-, es debido a la insuficiencia, al miedo, al sentirse solo.

Nos hemos acostumbrado a depender, a seguir. Y cuando esto falla, nos vemos terriblemente desamparados, temerosos, confundidos. Pero, cuando uno está solo, es cuando más en comunión, más unido, se encuentra con todos. Nos gustan las muletas; pero a la vez, nos hacemos esclavos de ellas. ¿Por qué, no podemos estar solos? Estar solo, no es lo mismo que estar aislado. En la soledad, uno no está separado ni dividido. Pero, estar aislado es un estado psicótico, es estar dividido y fragmentado, y haga lo que haga no tendrá sentido ni significado verdadero alguno.

El miedo, llega cuando no hay amor. ¿Por qué le tengo que tener miedo a mi mujer, a mi pareja, a mi jefe, a mi vecino? Les  tenemos miedo, porque al estar divididos, no sentimos compasión por los demás. Y ¿por qué es que estoy dividido, enfrentado, fragmentado? Porque nuestro "yo" está operando, dirigiendo nuestras vidas. Cuando el "yo" cesa, llega a su fin, ya no hay división. Es este "yo", que es nuestro condicionamiento, como negro o blanco; de derechas, de izquierda; pobre o rico; mujer u hombre; y todo el entramado de la corrupta sociedad, cuando es expuesto a la realidad, mediante un acontecimiento inesperado, se ve en peligro y es cuando más se agarra a lo viejo y conocido, que es su misma base y estructura que lo conforma, su condicionamiento.

Por eso, verse uno realmente como es, es liberador. Porque si vemos un peligro, verdad que actuamos rápidamente. Pues el "yo", también es un gran peligro. El peligro de la división, el conflicto, la confusión, la violencia y la guerra. Si viéramos realmente lo que es la violencia y la guerra, no lo provocaríamos. Desafortunadamente, todos tenemos que sentir dolor para poder ver. El dolor, si no huye y no se complace en él, es un generador de energía. Pero nosotros, estamos muy distraídos, no tenemos tiempo para estos temas, no nos interesan, y por eso somos superficiales muy vulgares.

Así que el mayor reto es, desenmarañar el "yo", su proceso por el que sea construido. Y si llegamos a ver cómo nace el "yo" y crea su maraña, su centro; entonces en esa visión, llega la acción, que es descartar radicalmente todo lo que le ha dado vida: nacionalismos grandes y pequeños, ideas y teorías, lo viejo y conocido. Y entonces, uno no es nada ni nadie. Solamente, es un ser humano, que intenta vivir la vida, hacer las cosas, de la mejor manera posible, es decir, haciendo el menor daño posible.