Torni Segarra

Seleccionar página
¿Por qué no somos conscientes de la belleza que nos rodea? ¿Por qué no somos capaces de ver la belleza que tenemos dentro de nosotros, al ser conscientes de la vida, de que estamos vivos? La vida sin belleza, es algo feo, sin sentido, es desagradable y miserable. Poder sentir la belleza, que hay en un árbol, viendo sus ramas y su tronco, sus hojas y sus frutos, es un riqueza, una fortuna. Porque, no siempre lo podemos ver. Si vamos por una carretera en coche y en esos momentos sale el sol por el este, por el horizonte; y antes de eso todo el cielo estaba ardiendo con la luz suave y esperada; puede que tú veas toda la belleza, la sientas y te llene de alegría y plenitud. Pero, puede que otra persona que va contigo, no sea capaz de ver y sentir esa belleza, que tú sientes. Porque, para sentir la belleza, tanto externa como interna, uno tiene que tener libertad; tiene que estar libre de todos sus problemas. Los problemas, son inherentes a la vida, todos los tenemos: económicos, de salud, de relación, de trabajo, sexuales, etcétera. Pero, cuando uno tiene un problema que le reclama su atención, por imperativo de necesidad, hemos de atenderlo e intentar solucionarlo. Y, ya está; se solucione o no, hay que olvidarse de ese problema. Porque, de lo contrario se convierte en un obsesión y nos bloquea e impide observar el presente. Y, la belleza siempre es el presente, el ahora, este instante. Por eso la belleza, siempre es frescura y agilidad, dinamismo y fragilidad, armonía y orden.

 

Esos problemas que siempre tenemos, son los que generan todo el desorden que tenemos en nuestras vidas y en la sociedad, en el mundo. Pongamos, que me llamas por teléfono y me dices que si quiero acompañarte, porque al amanecer en un paraje los patos salvajes se elevan en vuelo. Y, nos vamos. Pero, cuando intentamos salir de la ciudad, coincidimos con un camión de recogida de basuras que nos impide avanzar, con su lento desplazamiento. Tenemos el deseo de llegar justo al amanecer, que es cuando todo se pone en funcionamiento. Pero, la realidad es que pasa el tiempo y no hay manera de dejar de seguir detrás del camión. ¿Cuál es el reto en ese instante? El reto, es ver la belleza que hay en ese instante. Pero, para ver la belleza, tenemos que morir al deseo que tenemos de ir donde nos habíamos propuesto. Y, entonces, la belleza es la madrugada, la ciudad silenciosa, el ruido del camión, los limpiadores, la espera, etcétera. ¿Nos estamos humillando, siendo conformistas, esperando a que se resuelva ese impedimento? Estamos encarando lo que es; y por tanto la belleza y la inteligencia que la acompaña han llegado a nosotros.

 

Pero, no siempre sucede así, cuando el reto es más acuciante y tenemos una necesidad que le damos más importancia. Entonces, en ese momento el deseo se exacerba, se acelera y no podemos ver la belleza. Pero, no es que solamente nos perdemos la belleza, es que generamos confusión y desorden, generamos sufrimiento. Porque, al dividirnos por el deseo, se genera el conflicto, los malos tratos, nos ponemos agresivos, etcétera. ¿Por qué, no podemos vivir en plenitud sin que nada ni nadie pueda herirnos? Cuando estamos atentos al insulto, no hay ningún daño; cuando estamos atentos a todo lo que ocurre, participando de ello, no hay daño tampoco. Pero, es el deseo de siempre más y más, es el condicionamiento que me exige que tengo que ser el triunfador, el que se siente humillado y frustrado al no conseguir y hacer realidad lo que quería. Y, esta manera de vivir y de encarar los problemas, es la que genera el nacionalismo, las religiones organizadas, la corrupción, la política.

 

Podemos que nada de lo que ocurra, tanto física como psicológica, nos afecte y altere internamente. La vida, no es lo que nosotros queremos, pero tampoco es el desastre y la desesperación. La vida, es como es, tiene sus maneras y sus leyes, pero nosotros tenemos la posibilidad de que no nos afecte. El cuerpo se deteriora y todo eso; hemos de morir, eso está claro; pero ¿por qué me tiene que afectar todo eso, de manera que haga un problema que me entristezca, que haga que viva atemorizado, amargado, como un cínico? Nuestra verdadera fuerza es psíquica, interna, espiritual -sin menospreciar el cuerpo ni restarle valor-; y, por tanto, esa fuerza es independiente de toda influencia, está más allá de lo material.