Torni Segarra

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Hay algo en la vida que es determinante, a la hora de solucionar los problemas, cuando estos se presentan de. sorpresa. El problema en sí, es capaz de irritarnos; pero cuando va pasando el tiempo y no se soluciona, entonces es cuando se hace más insoportable. Pero es en ese preciso instante, cuando hemos de dar con la solución; y aunque parezca absurdo, la solución es no hacer nada. Porque los problemas, también nacen, se desarrollan en todo su esplendor y perecen y desaparecen. Pero para negar ese deseo de solucionar, de dominar, de destruir los problemas, uno tiene que amar los problemas. Y amar los problemas, no puede ser si no amamos la vida. Pues la vida es el único y verdadero problema que tenemos; nuestro problema, es lo que hacemos con nuestra vida. Cómo nos relacionamos, qué comemos, cómo nos vestimos, qué hacemos con el dinero que tenemos, en qué invertimos nuestro tiempo, nuestra energía. Por tanto, la solución de los problemas, no está solamente cuando se presentan. Sino que el comportamiento que tenemos ahora, ya está determinando la clase de problema que nos puede llegar. Y por eso, cuando llega, cuanta más prisa tengamos por deshacernos de él, es cuando menos lo entendemos. Los problemas, son el resultado de estar vivo, de vivir; la vida toda es un problema. Pero de nosotros depende, en cierto modo, que los problemas nos desborden, nos alteren y confundan, nos lleven a la perdición. Porque, los problemas, surgen cuando hay división interna, cuando estamos fragmentados. Y si en el preciso momento, que nos damos cuenta de que estamos divididos, es cuando la división cesa. Porque, si tú ves un peligro, una gran peligro donde te juegas la vida, verdad qué tendremos que hacer algo. Y ese algo, es descartar radicalmente eso que nos genera y provoca la división. Y la raíz y el origen de la división, está en el "yo". Este "yo" que se identifica con los nacionalismos, con una idea o teoría, con querer cambiar lo que es, por lo que me gustaría que fuera. Sólo la visión de qué el "yo", es el que genera los problemas, es cuando estos desaparecen. Uno no puede forzar la solución, pues eso mismo es permanecer dividido; es como si lleváramos un coche delante de nosotros que queremos que corra más, porque nos molesta su marcha; si le empuja se divide del conductor; pero si no le empuja, también se siente dividido. Por tanto, la división tiene que cesar. Y esto solamente sucede con amor, que es tener compasión por todos; y también por ti mismo. Porque lo que más nos conviene, es el fin del conflicto, la violencia y la guerra; y con todo el horror, la crueldad, la brutalidad que genera.