Torni Segarra

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La superficialidad, siempre tiende a ver problemas; o, a no ver ninguno. Cada cosa que sucede, le encuentra un problema, hace de eso un problema. Pero, cuando se encaran los problemas de verdad, no superficialmente, entonces no ve ninguno ni les da importancia. Y, todo esto, es miedo y temor a perder algo que considera suyo: una idea, una manera de vivir y actuar, algo de que depende. Y, ese miedo, nos confunde y nos altera. Pero, la superficialidad no es algo que se elige: es la consecuencia de un ambiente, de una educación, de un condicionamiento. La pregunta es, ¿se puede salir de la superficialidad? Por supuesto que sí. Pero ese, no es el problema; sino, ¿cómo puede salir uno de la superficialidad? No es cuestión, para descubrirlo, mirar lo que hacen los superficiales. Mírese lo que hace con su ignorancia y lo sabrá. Porque, todos somos ignorantes, de una manera o de otra, en un momento u otro.

 

Las personas que se atreven a decir lo que puede suceder, solamente tienen más visión, pero hasta cierto punto; luego siguen igual de ignorantes como todos. Esto es, como cuando alguien está arriba de una alta montaña y ve el cauce de un río, él sabe cuando va a tomar una curva y si tiene muchas, hasta que su visión le alcanza; luego, al no verlo, ya no sabe lo que hace el río. Solamente es esto. Por, tanto ¿qué nos liberará de la superficialidad y la ignorancia? Primero que nada, tiene que ser afortunado, y hacerse reflexivo e inquisitivo, cuestionarlo todo, siendo escéptico. Entonces, tendrá más visión, tendrá más información, será más libre y podrá ver en todas direcciones. Aunque uno tenga que ser escéptico, no podemos estar en contra de todo, ya que eso sería absurdo. Y, nos llevaría a la anarquía y al caos.

 

Pero, la ignorancia siempre estará en nosotros, porque nosotros somos la parte. Y, la parte no puede abarcar al todo. Se imagina, que pensarán las hormigas cuando alguien riega un árbol, hortalizas, donde ellas viven; dirán: “Qué desgracia, ha habido una inundación, que mala suerte hemos tenido”. Ellas, no pueden ni ver ni comprender todo lo que sucede, se limitan a vivir y para ello han de sobrevivir a todos los obstáculos, sin preguntarse por qué y para qué. Pues, de la misma manera, a nosotros nos sucede lo mismo. Y, la muerte tiene que ser algo parecido a lo de las hormigas, y los animales, que no sabemos por qué viene y cuándo viene, ni lo qué pasará. Por eso, el parloteo de la mente, con sus inventos sin fin, con su confusión y su miedo, es un obstáculo para poder percibir eso que hay más allá de las palabras. Que, es lo nuevo. Y, por ser lo nuevo, nadie sabe lo que es. Llega cuando tiene que llegar, por eso es lo nuevo; al no saber lo qué es, cuando tiene que venir, no se le puede esperar ni preparar nada para recibirlo.

 

Y, es desde esa nada, desde ese vacío, que lo nuevo puede llegar. Y, si llega, entonces llega una bendición, llega el amor. No esa palabra amor, tan desgastada y vulgarizada. Sino algo, que nada más uno tiene que recibir, para comprender, para saber que es. Si le llega, lo percibe, ya no será el mismo, tendrá que hacer algo que le obligará a actuar de una determinada manera. Porque, la libertad no existe con la opción. La libertad es, ver algo claramente y actuar; el mismo ver es actuar. Es como, cuando ves el fuego que te quema, o cuando vas excesivamente abrigado y estás ardiendo, no puedes dejar de hacer algo, huir de eso que te está quemando. Entonces, empieza a verlo todo tan claro, que ese ver se convierte como un dictador, que le obliga a hacer algo, a actuar. Y, en esa acción, haga lo que haga, será el orden y el amor. Pero, estás dispuesto a vivir de esa manera tan directa, tan radical, tan completa. Y, para eso, solo le falta pasión por la vida, por todo lo que hace.