Torni Segarra

Seleccionar página
Cuando hay algunos condicionantes, que no podemos eludir, es cuando nos damos cuenta de lo poco que somos. Están los cambios climáticos, los cambios en las personas, los cambios de un lugar a otro. Todo cambio, es perturbador; altera lo que está establecido. Y todo eso nos disgusta, porque tenemos que responder a una cascada de retos, que no estamos a costumbrados a ellos. Pero la vida tiene su dinámica, que no tiene nada que ver con lo que a nosotros creemos que nos conviene. Y por eso, es que somos tan conservadores, tan aburridos; y para no serlo, inventamos toda clase de distracciones y entretenimientos, cosas que nos evadan. Pero la insuficiencia, siempre está ahí detrás de toda experiencia, de todo intento de escaparnos de la realidad, que es nuestra manera de vivir. La vida por muchas cosas que haga, no la va poder cambiar. La vida, es nacer, crecer y expandirse en la plenitud, decrepitud y muerte. Es decir, la vida es destrucción, amor y construcción.

 

Y es por eso, porque no lo comprendemos, no lo aceptamos, que el dolor siempre está ahí. Y por eso, la vida es dolor; el estar vivo, es dolor. Porque, para vivir, para seguir estando vivos, hay que participar en esa guerra de todos contra todos. Ya sea una guerra entre países, entre grupos étnicos o ente dos personas. Y, luego está la guerra con los animales, con los vegetales, pues los necesitamos para comer y poder subsistir. Y hemos de violentarlos. Es decir, la vida es violencia. ¿Se puede cambiar, este paradigma, esta manera de vivir? Si no queremos vivir y participar de esa violencia, porque no queremos hacer ningún daño a nadie ni a nada, entonces tendríamos que dejar de comer y perecer, morir. Y aunque, incluso, dejáramos de comer, en el mero hecho de estar vivo ya destruimos: bacterias, microbios, ácaros, seres vivos invisibles.

 

Por tanto, como no podemos erradicar la violencia por completo de nosotros, la pregunta es: ¿Qué hacemos con la violencia? ¿Cómo nos enfrentamos, cómo nos encaramos a esa violencia? Porque, hemos de vivir y para vivir, aunque sea mínimamente, hemos de ser violentos. No todo es tan negro, si vemos toda esta cosa que es la vida, como un todo, una unidad. Y entonces, volvemos a decir: la vida, es destrucción, amor y construcción. Una vez vemos, que todo está relacionado con todo, que la energía y lo que la genera es eterno; y, que nosotros somos como piezas de esa energía, de esa unidad. Qué nos queda, ¿participar de ese orden, que parece indescifrable, o seguir con más división, violencia y guerra?

 

Por supuesto, que la vida hay que vivirla de manera que haya menos problemas. Nos creemos que podemos desafiar ese orden, que no es ni tuyo ni mío ni de nadie. Cooperando con ese orden, que todo lo mueve a la perfección, tenemos problemas; si luchamos, y nos ponemos contra él, aún será peor, porque tendremos más y más problemas. Porque la mente, puede inventarse otra realidad, otro paradigma, otra manera de vivir y encarar la vida, pero el ser humano siempre será el perjudicado de ese desafío. No creamos que todo está dado, está determinado; pero tampoco creamos, que podamos inventar y crear algo diferente, que nos gusta y satisface más. Solamente, existe algo que es la necesidad, que es una vida de austeridad, que nos lleva al orden. Austeridad, no quiere decir la del monje, la del que se reprime y tortura; esa austeridad, es la que ve lo que es, y se atiene a ello. Y entonces, haga lo que haga, estará dentro del orden, será orden.

 

Siempre decimos que queremos ser felices, que buscamos la felicidad, pero no hacemos lo adecuado para ir en pos de esa felicidad. Y eso, es debido a la ignorancia y a la impotencia. Porque primero, hay que ver cómo funciona la vida; es decir, cómo funciona nuestra mente, nuestros cerebros. Y después, el comprenderlo de tal manera, que podamos vivirlo en cada reto, en cada instante de nuestras vidas. No creamos, que eso llega mirando las nubes y el cielo, esto tiene que tener una dedicación total y absoluta de nuestras vidas.