Torni Segarra

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Hace unos días, un joven hombre dijo: “una mente nunca se podrá transformar a menos que tenga el cuerpo 100% sano”. ¿Qué dicen de esta afirmación? ¿La encuentran razonable, con sentido, vale la pena que la investiguemos? O, no les interesa.

 

El cuerpo que tenemos, es el que es, el que nos ha tocado. Puede haber nacido sano y al tiempo enfermar. Pero, una persona que nazca ciega o con otra discapacidad, o insuficiencia física, ¿se podrá transformar psíquicamente? ¿Podrá ir más allá de su condicionamiento, de su estructura psicológica que ha heredado? ¿Podrá salir adelante a pesar de su desventaja, de su obstáculo físico?

 

Vamos a plantearlo de otra manera. Ya saben, espero que sí, sobre todo los más jóvenes, que las personas cuando llegan a la madurez, a la vejez, no están al 100% sanas. Y, entonces, ¿todas las personas viejas, ya están fuera del ámbito de la liberación, de la transformación de su mente? Espero que estén viendo en ustedes, lo que les estoy diciendo: que cuando tengan sesenta, setenta, ochenta años, o a partir de ahí, ya deben de olvidarse de todos los problemas, de los retos, de la crueldad, de la falta de respeto, de la violencia, etcétera, y vivir como si fueran una pared en blanco. La transformación mental, el darse cuenta de lo negativo y descartarlo, es dado de una manera misteriosa para nosotros. Pues, esa transformación mental, está sujeta a los cambios, a los retos, a las circunstancias de su vida. O, no. Pero, lo que está claro, es que nadie tiene la receta, nadie le puede decir, qué tiene que hacer para transformar su mente e ir más allá de su condicionamiento.

 

¿Por qué una persona ciega, o con alguna otra insuficiencia, no tendrían que poder, deshacerse de esa maraña que es su pensamiento, del “yo”? La libertad, la liberación, es amor. Y el amor, es en todas direcciones. Y, va más allá, de direcciones, de lo conocido, de lo establecido. Porque el amor, es lo nuevo y lo que no ha sido visto ni tocado, por el pensamiento. Cuando aparecen los códigos, las normas y las leyes, que pretenden poner orden, entonces el amor no puede ser. Porque todo eso de los códigos y las leyes, está hecho por los hombres, es su hechura. Y el amor, no está hecho de los materiales que usa el hombre: egoísmo y miedo, deseo y desesperación. Así que, no sabemos nada. Pero, sí que sabemos, los que son afortunados, dónde está lo negativo. Puede alguien, tener amor y ser deshonesto e irrespetuoso, ser insensible al dolor de los demás.

 

No creamos, que las cosas se pueden explicar de una sola manera; y hacer un copia, para entregarla por ahí para que la lean y hagan lo que dice allí. Las posibilidades, son infinitas y siempre nuevas. Y para que llegue, ese manantial de infinitas novedades, solamente hay que olvidarse y morir a lo viejo. Y el viejo patrón, es lo “mío”, lo “tuyo”, el “yo” y el “tú”. Y todo esto, nos aísla, nos divide, nos constriñe, nos hace viejos y repetitivos. Y entonces, decimos toda clase de tonterías. La fábrica de lo nuevo, de lo nunca visto, es el amor. Y si uno tiene amor, entonces tiene esa riqueza, que es su inteligencia. Y sabe, porqué es inteligencia, porque no la usará para únicamente beneficiarse ni para destruir a otro. Porque, esa sabiduría, que trae el amor, todo lo resuelve a su manera, que es la mejor manera posible. Por qué, ese deseo de querer más y más. Queremos ir más y más deprisa; y queremos ir más y más despacio. Y, ninguna de las dos cosas, no traen orden.

 

Y al final de todo, está la ignorancia. Que es, que cualquier cosa se puede conseguir, aún con brutalidad y crueldad, aún con indiferencia e indolencia. Y, sí que se pueden conseguir, pero los resultados pueden ser la violencia y la guerra. Y, ¿quién, ya sea sano y fuerte, débil o discapacitado, no lo puede ver? Los desafortunados.