Torni Segarra

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Cuando más angustiados y desesperados estamos, es cuando más buscamos las experiencias, como un bálsamo para la inquietud. Pero la inquietud, es la consecuencia de la ignorancia, de la desatención, de la inatención. Porque, no nos damos cuenta que la experiencia, tiene que ser lo nuevo para que sea verdadera. Pero, cuando dices: “he tenido una experiencia”, es porque la reconoces. Y si la reconoces, ya no es lo nuevo, sino una repetición; tampoco se puede decir, estoy teniendo una experiencia tal, porque el darse cuenta crea una brecha entre lo que se vive, que es la experiencia, y la memoria, que es el “yo”, que se da cuenta. El observar atentamente, y pensar es imposible. No te has dado cuenta, que cuando estás haciendo algo que te reclama toda tu atención, el pensamiento psicológico, la memoria y el “yo”, no pueden operar. Cuando experimentamos lo nuevo, no decimos en ese momento: “que experiencia tan extraordinaria y bella; o aterradora”, si lo decimos eso no es verdadero. Cuando vivimos algo con profunda atención, nada más podemos observar, pues no existe el “yo” en ese momento. Es luego, que el “yo” interviene y dice: “Esa experiencia que he tenido, me gustaría repetirla, ya que me ha hecho sentirme bien”. O, al revés: "Esa experiencia tan molesta y desagradable, desearía que no se volviera a repetir". Es decir, para vivir una experiencia cualquiera, pero verdadera, es preciso que el “yo” y todos sus inventos, estén ausentes. Mientras el “yo” opere, traerá la repetición, el pasado, lo conocido.

 

Pero en lo conocido, estamos tan seguros. Pero, entonces sucede lo mismo de antes: al creer que estamos seguros en lo conocido, es cuando estamos inseguros. Porque, la seguridad no existe en absoluto. Solamente existe la total inseguridad, que es cuando somos verdaderos seres humanos. Porque, cuando asumes que tú no puedes tener ninguna seguridad, es cuando te haces serio y profundo, porque ves lo que implica ser descuidado e inatento. Ves la absoluta estupidez de amasar dinero, la tontería de triunfar, de ser famoso, porque sabes que eres tú el único que puede velar por ti, que no puedes confiar en nadie. Es decir, el estado de mayor vulnerabilidad, es el de mayor seguridad posible. No estamos acostumbrados a encarar las cosas, los hechos de esta manera, ya que somos muy repetitivos, muy de segunda mano. Si tú, no tienes nada, no tienes que defender nada. No tener nada, quiere decir ni ideas ni teorías: ni patria ni país, ni banderas, ni religión. Sólo lo necesario para alimentarse y resguardarse del tiempo. Si encaras así la vida, lo que necesites llegará de una manera o de otra.

 

Ahora bien, podemos vivir y encarar nuestra existencia de esa manera, haciendo lo contrario de lo que hace la mayoría, que necesita abundancia de todo, a todos los niveles y en todos los ámbitos. Solamente, lo podrás saber si lo pones aprueba, si lo vives. Porque vivir, no es eso que hacemos: trabajar, comer, dormir, y buscar placer, ya sea con el sexo, con las drogas, o con cualquier actividad. Vivir, es darse cuenta de lo que implica cada cosa que hacemos, cada movimiento que sucede dentro de nosotros. Y ver lo falso y descartarlo. Es decir, darse cuenta de lo condicionados que hemos sido educados, de nuestros miedos y temores, de nuestra ignorancia, de lo poca cosa que somos. Y, de ese darse cuenta, de esa visión, al descartalo radicalmente, que llegue lo nuevo. No preguntes lo nuevo qué es, pues si lo sabemos ya no es lo nuevo. Pero, lo que si que está claro, es que para que venga lo nuevo, hay que morir a lo viejo, que se repite y se repite desde siempre.

 

Esta manera de encarar la vida, de vivirla, parece que tenga muchas dificultades, pero no más que las de cualquier persona. Lo que más nos iguala, son los problemas. Todos, pobres y ricos, feos y guapos, sanos y desafortunados en su cuerpo, fuertes y débiles, tenemos los mismos problemas. Así que, problemas por problemas, intentemos hacer las cosas de la mejor manera posible. Esto es: no hacer las cosas para que generen desorden y confusión, enfrentamiento y contienda; es decir, para que el sufrimiento y el dolor sea el menos posible.