Torni Segarra

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Los problemas que vemos, los nuestros y de los demás, no son diferentes; aunque nosotros, queramos desentendernos de lo que le pasa al otro, eso es un error. Porque, cuando formamos parte de donde trabajamos, cuando uno falla todo se resiente. Y toda la tierra, es el lugar donde todos estamos haciendo algo que va a repercutir en los otros. Nos hemos educado, estamos condicionados, de manera que cuando yo me encuentro bien ubicado, estoy medianamente bien, me olvido de todo, de todos los problemas que siguen teniendo los otros. Y claro, el resultado es la sociedad que tenemos. Votamos a los políticos que están hechos a nuestra medida. Tal como somos, así son los políticos que elegimos. Porque, como somos corruptos, en el sentido y actitud no honesta, de no compasión, pues el resultado son los políticos que tenemos.

 

Alguien se puede creer, qué si tú fueras una persona rebosante de afecto y cariño, de empatia, qué quiere lo mejor para todos, qué no vive sólo para si mismo, votaría a los políticos que se presentan. No lo harías, porque no los soportarías más que lo que se merecen, como seres humanos que son. Podríamos, apoyar lo que estamos diciendo con abundantes ejemplos y metáforas, pero creo que no ha lugar. Aunque, lo intentaré por una sola vez: Si no te gusta la comida, y no tienes hambre, cómo vas a comerte la comida que no está adecuada para comérsela, está ya deteriorada. Siempre decimos, que uno tiene que ser escéptico ante todo lo asentado y fuertemente establecido, porque el ser humano todo lo que hace tiene la hechura de la corrupción. No sabemos vivir, sin ser corruptos; lo hemos heredado; y nosotros lo hemos perfeccionado.

 

Por eso, es que hay ese enfrentamiento, tan cruel y agresivo, en todos los ámbitos. En el deporte, en el trabajo, en la relación entre la mujer y el hombre, entre los políticos, en el hogar familiar, cuando vamos a comprar. Nos hemos acostumbrado, a ver en todos a un posible enemigo; y aunque de eso algo hay, mucho hay, lo hacemos de manera que todo se complique más. ¿Es qué no nos gusta vivir pacíficamente, disfrutando de todo lo que vemos y observamos? ¿Te gusta vivir con problemas, como si la vida fuera una lucha sin fin? ¿No has intentado ir más allá de todo este drama, que es nuestra existencia, nuestras vidas, nuestra relación, nuestra actitud? Porque lo que tenemos dentro, siempre sale fuera. Si tu actitud es desabrida, tosca y ruda ante las personas, en tu relación, con una actitud elitista, eso es tu tarjeta de visita, tu presentación. Por tanto, ¿no vale la pena, ir más allá de toda esa actitud, divisiva y generadora de conflicto? Y ver qué sucede, qué llega, qué florece.

 

Mientras no muramos a todo lo viejo y repetitivo, que es donde estamos atascados, no llegará lo que realmente necesitamos: esa serenidad, que acompaña a la belleza y la paz interior.

 

La belleza, es tener el corazón limpio y puro. Porque, por mucho que tengas delante algo extraordinario y encantador, no lo verás. Por, eso hagas lo que hagas, si estás en paz, si no estás dividido, tienes esas bendición que es ver la belleza en todo. Tenemos la cabeza llena de imágenes, que se suceden y que queremos erradicarlas rápidamente, por lo que creamos otro conflicto. Porque, en la represión y en la huida, hay un desgaste de energía, porque proseguimos con la dinámica del conflicto. Llegar hasta el final de cada pensamiento, nos fortalece el cerebro. Pero, ves, para ello tienes que tener esa serenidad, que es la ausencia de ansiedad, de atolondramiento mental. Y la serenidad, solamente puede llegar cuando has visto que la corrupción, es una fábrica de problemas y conflictos, de desdichas por hacer daño a los demás.

 

Aunque sé, que lo que se describe no es lo descrito, lo real, sí que creo que a veces nos puede ayudar para ver algo rápidamente. Cuando uno pretende, cuando va por el campo paseando, ir de un lugar a otro, nos damos cuenta qué cuando más de prisa y corriendo vamos, más estamos destruyendo todo lo que encontramos. Por eso, si lo trasladamos a las relaciones entre las personas, el resultado es la confusión, la brutalidad, la crueldad. Y lo mismo sucede en las grandes ciudades, cuando más de prisa, más frialdad, menos comunicación, menos afecto, menos cariño.