Torni Segarra

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Quizá es el miedo, el que más mediatiza y más afecta nuestras vidas. El miedo, es otro invento del pensamiento, porque se siente inseguro. El pensamiento, es un fragmento de la mente global. Es decir, nosotros vivimos fragmentados. Y cada cosa que hacemos, cada necesidad, la abordamos como un fragmento. Soy una persona educada, pero hay otra persona en mí -y aquí nace el fragmento- que es maleducada; soy una persona tratable en el trabajo, pero al llegar a casa soy intratable y tosco. Por tanto, ese fragmento, esa dualidad, es miedo. Porque, me acoplo, me adapto, me importa poco si pierdo mi dignidad. Pero, el problema surge cuando chocan los fragmentos. Cuando el maleducado, se quiere imponer al educado, y al revés.

 

Por tanto, el miedo, que es la causa de la división interna, psicológica, tiene que cesar. El principal motivo de que aparezca el miedo, su causa, como ya hemos dicho, es la inseguridad. Y, la inseguridad, llega o bien cuando hay un peligro, o cuando inventamos un peligro. El peligro real, ver, si vamos en un coche, que la velocidad es excesiva, es adecuado; y ahí, el miedo sí que tiene sentido. Pero, cuando esperamos a alguien que tiene que venir y no llega, entonces se desencadenan todos los fragmentos, en que hemos dividido nuestra vida, y es cuando llega la parte negativa del miedo. Por eso, es que vivimos tan alterados, porque nuestra vida es la relación con todos los fragmentos, cada uno tirando hacia si.

 

Así, que el reto, el escollo, es el fragmento. Sabemos que hay división entre el día y la noche, entre el mar y la tierra, entre estar gordo y delgado, pero en el ámbito psicológico qué sentido tiene estar dividido, fragmentados. Es por el temor, el miedo, a perder algo que creo mío, que se inició el fragmento. Estamos tú y yo, en casa, y llaman a la puerta y llega una amiga mía. Te la presento y hablamos todos. Y ella pide ir al servicio; y cuando está allí, me dices que te gusta mucho, que es educada, elegante, etcétera. Pero, yo te digo, que esa mujer vive de comerciar con su cuerpo, es puta. Y cuando sale y llega donde estamos, ya no la ves como antes, tú ya te has dividido y fragmentado de ella. Ese es nuestro problema. ¿Por qué ves un peligro en ella, por qué te divides? ¿Por qué le tienes miedo y te defiendes creando una barrera, entre tú y esa mujer? Es porque estamos temerosos, tenemos miedo.

 

Pero, donde hay miedo, no hay amor. Es duro decirlo, pero es la realidad. Una persona con miedo, es un peligro para él y para los demás. Y, ¿por qué tenemos miedo de perder nuestra respetabilidad social, nuestra autoridad moral -si es que eso tiene algún significado-? Somos muy respetables, pero generamos miedo. Y el miedo, es violencia. Porque al sentirnos temerosos, inseguros, queremos defendernos y entonces llega la división, la confrontación, la agresividad y la violencia. Por tanto, el miedo tiene que llegar a su fin. ¿Cuál será la acción que acabe con el miedo; ahora, no luego, mañana u otro día? O, ¿te gusta vivir, con ese miedo que todo lo afecta y altera? Cuando veamos la futilidad del miedo, su falsedad, el desgaste que nos causa, cuando ya no lo soportemos, porque estamos hartos de él, y hayamos visto todo su proceso desde que nace, se expande y que puede cesar, entonces el miedo desaparecerá.

 

Una vez, tuve al mirar al final del pasillo, la sensación de una presencia; y con la puerta de la habitación abierta, podía ver también el final del pasillo, viniendo esa sensación a mí, que estaba en la cama, de noche. No le hacía ningún caso. Y después de un largo tiempo, como un año o más, desapareció y no ha vuelto más. Entonces, ¿podemos estar con el miedo, sin huir, para que se manifieste en su totalidad y así que llegue a su fin? Porque si huimos, volverá; todo volverá a empezar. Y hay que acabar, llegar hasta el fin, tiene que ser tan definitivo y rotundo como la muerte. Y en eso, en ese fin y en ese acabar, está el nacimiento de lo nuevo.