Torni Segarra

Seleccionar página
¿Por qué somos seguidores, discípulos, devotos, de una persona, que en realidad es como todos, como tú y como yo? Es porque tenemos miedo a la vida, a nuestra existencia; cuanto más miedo, más nos agarramos, nos aferramos. Cuando alguien está más enamorado, es cuando menos libre es. Porque, eso que nosotros hemos consentido en enamorarnos, nos ata. Cuando alguien se enamora repentinamente, se produce un desequilibrio en su manera de vivir; y eso es debido a que la libertad que tenía, ahora ya no la tiene, o por lo menos ha disminuido. Pero, las personas tenemos que vivir; y para ello, creemos que tenemos que hacer ciertas cosas para poder seguir; y una de ellas, es aferrarse, agarrarse, enamorarse, ya sea de un proyecto, un ideal, o una persona. Pero claro, bajo la denominación de estar enamorado, hay un proyecto egoísta, está operando el “yo”. Y por tanto, eso no es amor. Eso es, corrupción, un deseo ganancial, un negocio de tú me das y yo te doy. Y de ahí, es donde nace el clan familiar, la tribu, los nacionalismos.

 

Los seguidores de un maestro, si no son conscientes de ello, pierden la autonomía. Pero ellos dicen que no les importa, porque encuentran así más provecho para sus vidas. Estos, son los llamados devotos. Pero, como siempre el amor tiene sus paradojas, su parte irracional y sin lógica aparente. Si me permites, voy a contarte algo que ocurrió. Cuando los rajás, de India, se dieron cuenta que la vida que llevaban, con sus palacios y mansiones, era inviable, decidieron que el harén también había llegado a su fin. Por tanto, les dieron libertad a las concubinas para que se fueran a vivir por su cuenta donde quisieran. Pero, ocurrió que algunas concubinas no querían la libertad, querían proseguir de la misma manera que habían vivido. Porque, seguramente ellas habían nacido dentro del harén y nunca habían salido de allí; ni tampoco habían conocido a ningún hombre que no fuera el dueño y amo del harén, o algún visitante o amigo de éste que por una noche o unos días las cedía; además, del eunuco, castrado al momento de nacer, que era el único que entraba en el harén para atender a las necesidades de las mujeres.

 

Pues bien, en esa decisión de no querer ser libres para irse a vivir por ahí, fuera de la casa de su dueño y señor, en eso hay amor, que es libertad. Si vemos, que algo que lo que vamos hacer, o ya estamos haciendo, nos va la vida en ello, ¿qué hará, será tan valiente, tan entero, de dejarse destruir y, seguramente, morir; si es qué se da cuenta de todo, si es consciente de lo que está implícito en cada decisión que vaya a tomar? Por eso, el amor, es esa cosa tan rara, tan de uno, que muchos que lo sienten, son vistos como personas alteradas, como locos. Estas mujeres, que no querían irse del harén y cambiar su manera de vivir, también estaban enamoradas de su lugar, eran como nacionalistas; estaban aferradas y agarradas a su rutina repetitiva; querían también, salvaguardar sus vidas de la intemperie de lo nuevo y desconocido.

 

Por tanto, si uno hace plenamente algo que lo considera necesario, para salvaguardar su vida, como cuando se enfrenta a un peligro como un profundo acantilado que tiene a sus pies, en ello hay libertad y hay amor. Y en eso, está el orden, que es acción sin elección.