Torni Segarra

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T o n i  S e g a r r a

Lo nuevo no ha sido oteado -octavo libro-

2011

Índice

1. La inarmonía.
2. Las máquinas y sus problemas.
3. Los problemas de los ordenadores.
4. Informar sobre el blog.
5. La imposibilidad de saber todo.
6, Comentario sobre Jiddu Krishnamurti.
7. Preguntar y cuestionar, es preciso
8. La peligrosidad de la mente.
9. El aislamiento es un problema.
10. Indagar.
11. La frustración es insuficiencia e ignorancia.
12. El problema siempre es nuestro.
13. La confusión.
14. La ilusión.
15. El tiempo.
16. El verdadero valor.
17. Lo descrito no es lo que se describe.
18, El ver es actuar.
19. El desorden.
20. El aferrarse, es miedo.
21. Los inventos.
22. Todos somos iguales.
23. La vanidad.
24. Los guías, los gurús.
25. La insensibilidad.
26. La belleza.
27. La comparación genera confusión.
28. El descartar.
29. La atracción y sus resultados.
30. Las experiencias.
31. Las opiniones.
32. Las experiencias psíquicas.
33. El agarrarse al estar perdido.
34. La memoria, es el pasado.
35. Ver la imposibilidad del cambio, es cambiar.
36. La muerte.
37. El sexo.
38. El sufrimiento y el dolor.
39. Lo posible y lo imposible.
40. Lo eterno.
41. El hombre siempre hace lo mismo.
42. La corrupción.
43. La superficialidad.
44. El amor.
45. El conflicto.
46. La atadura, el engaño.
47. La acción que no es acción.
48. Nuestros inventos.
49. Lo que queremos ser.
50. La mala acción.
51. La belleza es inteligencia.
52. La falta de libertad, es amargura.
53. El cambio definitivo.
54. Leer dentro de uno mismo.
55. Pobres y ricos.
56. La violencia es un hecho.
57. La ilusión 2.
58. El fin del egoísmo, es el fin de los problemas.
59. Uno es el resto de la humanidad.
60. No somos lo que parece ser.
61. Los hechos y los no-hechos.
62. La invención de problemas.
63. El peligro de los no-hechos.
64. El agarrarse al estar perdidos.
65. Vivir sin el factor tiempo.
66. Lo nuevo, sus consecuencias.

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La inarmonía

Siempre he pensado, y preguntado, desde que se hacen las reuniones o encuentros sobre Jiddu Krishnamurti, en el monasterio de Segovia -España-, ¿cómo, de qué manera podrán tener absoluta y total libertad para hablar, inquirir y descartar lo negativo, si están en un lugar católico romano, bajo la autoridad del Papa? O, es que ahora los católicos, obedientes a los dogmas del Vaticano, se han liberado de su fundamentalismo, como que las mujeres no pueden ser iguales que los hombres a la hora de ejercer su ministerio. Hace olor a falsa religiosidad; parece una rutina placentera. Además, el lugar por ser un centro católico, imprime carácter. ¿O, es qué estáis más allá del bien y del mal? Creo que aún no os ha llegado la hora de ser completamente libres. No entiendo esa manía de ir a un lugar católico, cuando hay infinitos lugares para reunirse y hablar de la verdad, la libertad, el amor. ¿Cómo puede ir uno a casa de alguien, que no vive en libertad total y absoluta, si necesita la libertad como el aire que respira?
Creo que ahí, hay desorden y confusión, no hay una verdadera armonía. Yo, en ese lugar, no me encontraría entero, completo, total, porque esos lugares fomentan la división y la fragmentación entre los hombres. Una visita, porque la ocasión quiso visitar ese lugar, lo encuentro adecuado.

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Las máquinas y sus problemas

Lo que más sorprende de los ordenadores, es lo complicados y difíciles que son. Cuando uno entra en un ordenador, se presentan las diferentes ofertas como si todo estuviera listo para funcionar como nosotros queremos, pero como casi siempre ocurre, en todas las cosas, no es así. El ordenador, no sabe, ni puede, decir si; ni tampoco no. El ser humano, aunque también estamos programados, sí que podemos decir si o no. Nos puede costar muy caro, ir más allá del condicionamiento: la vida, la existencia. En algunas guerras pasadas, y tal vez en la actualidad, algunas personas que eran obligadas a luchar y a empuñar un arma, se negaban a ello. Y eran fusilados. Los ordenadores, si no fuera por una avería, un error, nunca dirán que no; es decir, ante una orden siempre dirán que sí. Por eso, los ordenadores, si se pusieran a dirigirlo todo, la vida, lo que tenemos que hacer, etcétera, tal vez. estaríamos en grave peligro de desaparecer. Desafortunadamente, hay personas que actúan como máquinas, ordenadores, también. Todos los seres humanos, hemos tenido, y tenemos, alguna vez comportamientos mecánicos. Pero siempre tenemos la oportunidad, la eventualidad, de ir más allá del comportamiento mecánico. Es decir, el ser humano, nosotros podemos ir más allá de nuestro condicionamiento, descartándolo. Y entonces, hay una oportunidad para que todo cambie y podamos vivir en paz.

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Los problemas de los ordenadores

¿Por qué, no puedo ver y revisar el texto que acabo de redactar? ¿Se ha archivado, como editado, o no ha podido editarse? ¿Por qué, no puede acceder a todos los textos que he escrito? ¿Parece que yo no hago los procedimientos adecuados, o es que lo que está sucediendo es algo que no estaba previsto? ¿Por favor, podéis informarme y aclararme lo que sucede? Pues tener una máquina -un ordenador- y que no funcione adecuadamente, es algo frustrante: es como tener un coche y que algunas prestaciones no funcionar, no estar operativas. En este caso, hay que ir al concesionario, que te vendió el coche. ¿Pero del funcionamiento de este blog, quién es el responsable? Les ruego que me aclaren, si es ello posible, todas estas irregularidades.

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Informar sobre el blog

He creado este blog, para poder comunicar todo lo necesario para que, yo mismo y los que lo lean, nos sintamos más libres, con la energía necesaria para afrontar los retos que nos depara la vida. Desde hace unos cuarenta años, nací en 1950, que he tenido la posibilidad de observar, leer y estudiar a personas, tanto de occidente como de oriente, que habían dedicado su vida para intentar estar lo mejor posible, para así poder intentar ayudar plenamente a los demás. La persona que más me ha aportado, fue Jiddu Krishnamurti; y desde el mismo principio de conocerlo tuve una conexión, como nunca antes había sido; y todavía hoy, no hay nadie que pueda conseguir esa conexión que tengo con K., con su enseñanza. Por eso, tengo presente, que a pesar del vínculo desarrollado con K., paso de él. Creo que desde que se murió, toda la fuerza de su enseñanza, llegó al final de se esplendor. Porque cualquier cosa que diga alguien, si él es el que la ha originado, mientras viva sigue fortaleciéndola, con su energía. Pero, sin K, es preciso que haya un deterioro. No de la enseñanza en sí. Si no, en su autenticidad. Además, esto es el proceder cómo funciona la vida y el universo: todo nace, crece, llega a su esplendor, decae y perece. Si los sabios, maestros, gurús, anteriores a K., no hubieran perecido, él no habría tenido el espacio y el lugar, primero para prepararle como maestro y luego para imponerse en su espacio. Hay que recordar, que K. fue un invento, como los inventos de diseño, que fue producido por los teósofos. Sin ellos, tal vez, él hubiera sido nada más que un hindú bueno y compasivo. Por eso, creo que ahora es tiempo de espera, como lo era antes de que K. se realizara y se impusiera como el instructor del mundo. Y aunque siempre, uno tiene que estar libre de toda dependencia, ahora más todavía hay que estar completamente despierto y alerta, por si llegara otro Jiddu Krishnamurti. De lo contrario, en su ausencia, todo lo suyo -salvo su enseñanza- se convierte en un folclore, en un entretenimiento, en un circo. Él todo esto, aunque sabía que existía, la transmutaba, lo blanqueaba para que no fuera algo corrupto y denigrante. Y todo esto, el estar completamente alerta y desamparados, nos revitalizará llenándonos de frescura y agilidad. No se han dado cuenta, de lo ligeros que somos, lo ágiles y poderosos, cuando estamos solos, sin depender de nadie. Entonces somos como niños inocentes e inmaculados.

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La imposibilidad de saber todo

Hay algo en la vida que es determinante, a la hora de solucionar los problemas, cuando estos se presentan de. sorpresa. El problema en sí, es capaz de irritarnos; pero cuando va pasando el tiempo y no se soluciona, entonces es cuando se hace más insoportable. Pero es en ese preciso instante, cuando hemos de dar con la solución; y aunque parezca absurdo, la solución es no hacer nada. Porque los problemas, también nacen, se desarrollan en todo su esplendor y perecen y desaparecen. Pero para negar ese deseo de solucionar, de dominar, de destruir los problemas, uno tiene que amar los problemas. Y amar los problemas, no puede ser si no amamos la vida. Pues la vida es el único y verdadero problema que tenemos; nuestro problema, es lo que hacemos con nuestra vida. Cómo nos relacionamos, qué comemos, cómo nos vestimos, qué hacemos con el dinero que tenemos, en qué invertimos nuestro tiempo, nuestra energía. Por tanto, la solución de los problemas, no está solamente cuando se presentan. Sino que el comportamiento que tenemos ahora, ya está determinando la clase de problema que nos puede llegar. Y por eso, cuando llega, cuanta más prisa tengamos por deshacernos de él, es cuando menos lo entendemos. Los problemas, son el resultado de estar vivo, de vivir; la vida toda es un problema. Pero de nosotros depende, en cierto modo, que los problemas nos desborden, nos alteren y confundan, nos lleven a la perdición. Porque, los problemas, surgen cuando hay división interna, cuando estamos fragmentados. Y si en el preciso momento, que nos damos cuenta de que estamos divididos, es cuando la división cesa. Porque, si tú ves un peligro, un gran peligro donde te juegas la vida, verdad qué tendremos que hacer algo. Y ese algo, es descartar radicalmente eso que nos genera y provoca la división. Y la raíz y el origen de la división, está en el «yo». Este «yo» que se identifica con los nacionalismos, con una idea o teoría, con querer cambiar lo que es, por lo que me gustaría que fuera. Sólo la visión de qué el «yo», es el que genera los problemas, es cuando estos desaparecen. Uno no puede forzar la solución, pues eso mismo es permanecer dividido; es como si lleváramos un coche delante de nosotros que queremos que corra más, porque nos molesta su marcha; si le empuja se divide del conductor; pero si no le empuja, también se siente dividido. Por tanto, la división tiene que cesar. Y esto solamente sucede con amor, que es tener compasión por todos; y también por ti mismo. Porque lo que más nos conviene, es el fin del conflicto, la violencia y la guerra; y con todo el horror, la crueldad, la brutalidad que genera.

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Comentario sobre JK

Hace unos días, me dijeron que Jiddu Krishnamurti, sus enseñanzas eran eternas, La persona que lo dijo, ha insistido en ello. Uno le respondió, que eso aun siendo verdad, sonaba a poético. Porque, esa persona, y yo mismo, y muchos más, siendo también eternas las enseñanzas de Buda, Jesús y muchos otros, hemos absorbido la enseñanza de Krishnamurti, porque nos servía más que las demás, porque él vivió en entre nosotros, era contemporáneo nuestro. De la misma manera, seguramente le pasará a Krishnamurti, que, siendo un sabio, sugerente y clarificador, dentro de unos años, las personas ya no lo encontrarán tan atrayente como cuando estaba vivo. Esa insistencia en agarrarse a alguien, por inteligente y sabio que sea, por sagrado que nos parezca -pues en realidad, todos y todo es sagrado-, es debido a la insuficiencia, al miedo, al sentirse solo. Nos hemos a costumbrado a depender, a seguir. Y cuando esto falla, nos vemos terriblemente desamparados, temerosos, confundidos. Pero, cuando uno está solo, es cuando más en comunión, más unido, se encuentra con todos. Nos gustan las muletas; pero a la vez, nos hacemos esclavos de ellas. ¿Por qué, no podemos estar solos? Estar solo, no es lo mismo que estar aislado. En la soledad, uno no está separado ni dividido. Pero, estar aislado es un estado psicótico, es estar dividido y fragmentado, y haga lo que haga no tendrá sentido ni significado verdadero alguno. El miedo, llega cuando no hay amor. ¿Por qué le tengo que tener miedo a mi mujer, a mi pareja, a mi jefe, a mi vecino? Les tenemos miedo, porque al estar divididos, no sentimos compasión por los demás. Y ¿por qué es que estoy dividido, enfrentado, fragmentado, porque nuestro «yo» está operando, dirigiendo nuestras vidas. Cuando el «yo» cesa, llega a su fin, ya no hay división. Es este «yo», que es nuestro condicionamiento, como negro o blanco; de derechas, de izquierda; pobre o rico; mujer u hombre; y todo el entramado de la corrupta sociedad, cuando es expuesto a la realidad, mediante un acontecimiento inesperado, se ve en peligro y es cuando más se agarra a lo viejo y conocido, que es su misma base y estructura que lo conforma, su condicionamiento. Por eso, verse uno realmente como es, es liberador. Porque si vemos un peligro, verdad que actuamos rápidamente. Pues el «yo», también es un gran peligro. El peligro de la división, el conflicto, la confusión, la violencia y la guerra. Si viéramos realmente lo que es la violencia y la guerra, no lo provocaríamos. Desafortunadamente, todos tenemos que sentir dolor para poder ver. El dolor, si no huye y no se complace en él, es un generador de energía. Pero nosotros, estamos muy distraídos, no tenemos tiempo para estos temas, no nos interesan, y por eso somos superficiales muy vulgares. Así que el mayor reto es, desenmarañar el «yo», su proceso por el que sea construido. Y si llegamos a ver cómo nace el «yo» y crea su maraña, su centro; entonces en esa visión, llega la acción, que es descartar radicalmente todo lo que le ha dado vida: nacionalismos grandes y pequeños, ideas y teorías, lo viejo y conocido. Y entonces, uno no es nada ni nadie. Solamente, es un ser humano, que intenta vivir la vida, hacer las cosas, de la mejor manera posible, es decir, haciendo el menor daño posible.

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Preguntar y cuestionar, es preciso

Se ha preguntado, si uno puede estar libre de la violencia. Porque la violencia forma parte de nuestra manera de vivir; aunque usted, no la ejecute directamente, los policías y los gobiernos soberanos, lo hacen porque ha delegado en ellos. Es igual, que cuando come carne, usted no sacrifica el animal, pero el que se encarga de hacerlo, lo hace por delegación suya. Así que vemos violencia en el hogar familiar, en el lugar de trabajo, en los conciertos de música rock, en el fútbol, en la calle, etcétera. También está, la violencia institucionalizada: la de los policías y los ejércitos; y también la de los diferentes grupos terroristas. Por tanto, uno se pregunta, ¿hay una manera de vivir, donde no haya violencia en absoluto? Los maestros, los gurús, los líderes religiosos, etcétera, dicen que si. Pero claro, lo que se dice, lo que se escribe y se narra, no es lo descrito ni narrado. Por tanto, uno tiene que empezar de nuevo, tiene que mirar cara a cara, todo el proceso de la violencia; ya sea solo o en compañía. Lo que, si que está claro, es que solamente usted tiene que verlo en su interior. Para seguir adelante, hemos de preguntarnos, ¿cómo se genera, ¿cómo surge en nosotros la violencia? Porque si nosotros no lo fuéramos en lo interno, no se manifestaría en lo externo, en la vida. En nuestro pasado animal, teníamos la misión de sobrevivir a toda costa, era nuestra programación, nuestro condicionamiento: y no se podía salir de ese ámbito, donde imperaba la violencia, con su crueldad más real y descarnada, según lo vemos nosotros. Ahora, después de un millón de años, si que tenemos la posibilidad de ir más allá de ese condicionamiento animal. Por tanto, la violencia se genera cuando está dentro de un patrón de conducta en el que uno, no se da cuenta, o no puede salir. Entonces, en esa situación es preciso que se genere división, porque yo no quiero saber nada de los otros que también tienen su patrón de conducta. Y donde hay división, tiene que generarse violencia. Es lo que está pasando en su vida, en la vida de todos los demás. Uno es de izquierda, de derechas, socialista, facha, rojo, católico, musulmán, judío o budista, es nacionalista ya sea grande o pequeño. Y cada uno, está tirando de su deseo para que se haga realidad lo que hay detrás de eso en lo que me identifico. Pero si viéramos lo que provoca esa actitud, que es la que genera el «yo», el ego, todo el horror y el dolor de la violencia, ¿por qué, no lo descartamos y vamos más allá de esa manera de vivir? No lo hacemos, porque somos irreflexivos, estamos atrapados en nuestra manera de vivir, del más y más, y por eso no tenemos tiempo para ver, para estar solo y observar en todas direcciones, para poder vernos en realidad quiénes somos. Y como no lo hacemos, es cuando nos hacemos dependientes de los maestros, del líder, de los gurús. Si nos viéramos en realidad quiénes somos, nos daríamos cuenta que para vivir uno tiene que alimentarse y para ello tiene que ser violento, aunque no coma carne también es violento con los vegetales; para vivir, ganarse la vida, tiene que competir para ocupar una plaza, para tener empleo; en los deportes se compite para triunfar; y todo ello, genera división y violencia. Así, que ya hemos visto que todos somos violentos. Y ahora, surge otro problema que es, que no quiero ser violento. Y entonces, lo que sucede es que al dividirse de la realidad, de que soy violento, sigue generando conflicto, confusión y más violencia. Por tanto, aténgase a eso: que soy violento. Y en el momento en que no huya de eso, al cesar la división, no habrá conflicto y la violencia habrá cesado. Habrá esa mínima violencia para poder sobrevivir, alimentarse, etcétera. Porque si no quiere perecer, dejarse martirizar y, que tal vez, lo destruyan, tiene que hacer algo. El amor es eso, verlo todo e intentar ir más allá.

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La peligrosidad de la mente

La mente, es algo que parece complicado; y algo de eso hay. Tan complicada y extraña, que nunca nos podemos fiar de ella. Cada persona, tiene su condicionamiento. Uno que nace de padres cristianos, se le condiciona a serlo en cierta medida. Y sus padres, parientes, vecinos, le están adaptando, condicionando para que piense como cristiano. Es decir, que adore a Jesucristo y a todo lo que viene detrás de él: escrituras, prodigios, vida, religión organizada, dogmas, preceptos, liturgia, ritos, y finalmente superstición. Y eso mismo, les pasa a los budistas, con Buda. Y es tanto, la influencia que recibimos, es tanto el condicionamiento que nos programan, que, si tenemos un experiencia psíquica o espiritual, cada cual según como haya sido su educación, puede que vea a Jesucristo o a Buda. O si es de otra religión, con su enviado, con su maestro, etcétera, también lo podrá ver. Es decir, que la mente es capaz de inventar, de imaginar todo lo que se le proyecta, o ella quiere. Por eso, cuando estamos en confusión, tenemos conflicto, somos capaces de hacer cualquier tontería; y según el reto en su proporción, así será la respuesta. Por eso, nunca sabremos de qué somos capaces de hacer. Por eso, los poderes. psíquicos, hay que descártalos, porque son un impedimento. Y por eso también, siempre hay que vivir negativamente, porque es de la única manera que la mente no puede operar. Porque el «yo», que es un invento de la mente, el ego, el egoísmo, siempre quiere salirse con la suya; e inventa lo que haga falta, con tal de ganar, vencer, prevalecer, que es lo mismo que el devenir. Cuando estamos más atrapados, en una idea o teoría, más fuerte es el ego, el «yo». Y siempre encontrará una justificación a lo que hagamos, por ridículo y absurdo que sea. Ahí están los totalitarismos, los dictadores, los maestros, los gurús, los líderes religiosos. Ahora bien, cuando el «yo», es descartado, cesa en su actividad, la mente no está dividida del cuerpo, ni del ambiente donde se desenvuelve, el ámbito donde trabaja y opera. La mente, entonces, es lo sagrado, está meditando; y puede ir más allá de lo viejo y conocido, más allá del tiempo.

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El aislamiento es un problema

Hay una manera de vivir, que nos hace neuróticos, aislados, con muchísimos problemas. Pero, aparentemente no encontramos la solución, salvo ir al psicólogo, al psiquiatra, que nos receta algo para las crisis. Pero, aunque creemos que eso es definitivo, ya que no hacemos nada de verdad para salir, sí que hay una posibilidad de adoptar otra actitud, que nos libere de ese aislamiento en que vivimos. Cuando más se encierre en sí mismo, cuando más se encierre en su ámbito familiar, en el social, aunque se encuentre aparentemente seguro, es cuando más inseguro está. Por otra parte, ¿existe la seguridad en absoluto? Si usted, no sale de casa porque así se encuentra más seguro, si huye de la relación, sale al anochecer y disfruta de la noche, sentirá alivio y placer. Pero cada vez, estará más hundido, dividido, y cuando salga de ese ámbito que tanto le place, no lo podrá soportar. Está claro, que, si alguien tiene una merma física, como algo paralizado definitivamente, una amputación, eso será definitivo. Pero en el ámbito mental y psíquico, siempre puede haber una posibilidad de solucionar los problemas. Pero para ello, uno tiene que tener mucho amor por uno mismo y los demás, tiene que amar a la vida, tiene que sentir gozo de relacionarse con quién sea, tiene que verse lo inútil que es; y no tener miedo de aceptarse, que su vida no tiene ningún sentido. En realidad, lo que sucede es que tenemos miedo a las personas, sobre todo a las que no entran dentro de nuestro patrón de conducta. ¿Alguien que tiene miedo, puede tener amor? Si tenemos miedo, cómo podremos mirar a los ojos a las personas, cómo podremos escucharlos atentamente para comprender lo que dicen, cómo tendremos el tiempo para observarlos atentamente. Pero, esa ansiedad, esa aceleración, demuestra que tenemos miedo. Cuanto más corremos, más perdidos y confundidos estamos. Entonces. qué hará que despertemos de esa terrible pesadilla, que es el vivir aislado, temeroso, siempre con prisa y ansiedad. Primero que nada, tiene que tener tiempo para mirarse, para observarse atentamente, para darse cuenta de cada deseo y pensamiento que surgen e intentar seguirlo hasta el fin, hasta el final, y entonces, ese deseo cesará. ¿No nos damos cuenta, que la rutina que llevamos nos divide, tanto interna, como externamente? Y, es que somos tan pobres internamente, somos tan fríos y egoístas, que vivimos aparte, en nuestra torre de marfil. ¿No siente el deseo de amar, de hablar con las personas, de comunicarse con ellas, sean quienes sean; de amar a los árboles, a los animales, a las nubes y los pájaros, no siente amor, al ver la salida o la puesta del sol, de los atardeceres, de ese momento tan especial que es el amanecer, con su frescura, su silencio y su pureza, de todo lo sagrado que hay en ello? Pues aún está a tiempo, para gozarlo y deleitarse, para sentirse vivo y unido a todo cuanto le rodea. Y recuerde, que mientras tenga miedo, los problemas no se resolverán. El miedo, es paralizante y genera confusión; y entonces, ya no hay nada que hacer, porque ha perdido la posibilidad de poder observar y ver la belleza en todo lo que le rodea. Y entonces aparecen, la fealdad y la desdicha.

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Indagar

Creo que sería interesante, que profundizáramos en la que estuvimos investigando ayer. Te dije que «hacer charla de mesa-camilla», era algo superficial, una pérdida de tiempo. Pero tampoco vamos, si nos apetece algún ratito, a descartarlo radical y definitivamente. La cuestión es, que nuestra base de diálogo, tiene que ser la libertad. Pero, como sabemos, no por ser libre hago toda clase de tonterías, como robar, romper el cristal de la ventana de los coches o acosar sexualmente a alguien. La libertad consiste en ver el juego de la mente, que nos impulsa o nos reprime, y hacer lo que más nos conviene, a ti, a mí y a todos. Lo que más nos conviene a los seres humanos, es el orden. No el orden del papel, de lo que dice la ley, que hay que cumplir. Ese orden, es el que en un instante uno ve claramente lo que hay que hacer, incluso aunque haya que ir más allá de lo sancionable por la ley. Para que lo veas claramente, un ejemplo: Tú estás en un bufete trabajando de abogado, y tú tienes la autoridad para ejercer lo necesario para solucionar los problemas de tus clientes, de las personas; y un cliente, llega fuera del plazo para presentar un descargo, un solo día, y tú ves que, por inocencia y confusión, fue la demora. Tú puedes, tienes la posibilidad de presentar el pliego de descargo poniéndole la fecha para que esté dentro del plazo adecuado. Y eso, se ve en un instante, Y esa visión de que se puede hacer -o no-, es orden. Pues nosotros necesitamos ese orden. Porque en el orden se genera y provoca menos sufrimiento y dolor. Y esa acción de tú solucionar el problema, al ser orden, es también amor, que es tener compasión por todos los hombres. No sé, si te has percatado de lo que yo intento con todo lo que hago, tanto esto de escribir, como todo lo demás. Solamente intento generar más humanismo, más respeto y amabilidad, que las personas seamos menos desdichadas. Y por supuesto, Krishnamurti también lo quería; él era el maestro de hacer que las personas sufrieran lo menos posible. ¿Cómo se puede hacer eso, que yo describo tan fácilmente? Simplemente, empezando por ser amable en la vida, con las personas, los animales, los árboles y las plantas, los muebles, los alimentos, con la ropa que usamos, con todo lo que tiene relación con nosotros. Si eso lo vivimos, qué duda cabe que haremos un cambio, una revolución interna. Sé que dices, que te ves más allá de lo cotidiano, pero eso es una ilusión que te llevará a más soledad y aislamiento. Estar solo porque uno quiere no es negativo; si uno sale cuando quiere y hace lo que tiene que hacer sin ningún problema. Lo negativo, es estar aislado. Es decir, no salgo porque es que no puedo con lo que hay ahí fuera; y no encuentro la salida para salir de esa situación. Por eso, insisto, la solución al problema está en generar y vivir, teniendo compasión por todos –y por ti también, lo uno es una consecuencia de lo otro-. Si tú tienes compasión, no tendrás miedo a las personas; al revés, gozarás de la relación. Y eso, es medicina, es terapéutico, es sanador. Tienes un cierto afecto, a lo oscuro y complicado, como esos que dices que hablan de psicología. La psicología, sirve para descubrir como funcionamos, como funciona nuestra mente; es una rama de la filosofía. Pero volvamos a lo de ayer: si tú sabes mucho de fútbol, te gusta, hablas de ello y quieres jugar, y cuando sales al terreno de juego -que es la calle y la relación cotidiana con todos los que vemos, recuerda que está la relación no verbal-, y al momento te entra un brote psicótico y tienes que salir huyendo, de qué te sirve esa psicología. Todo lo que hagamos, si no es práctico y vivificante, para qué lo queremos, si va a ser un estorbo para que llegue el orden, la paz y el sosiego. Quiero insistir, todo lo que hagas, hagamos, si no se hace con amor, que es respeto y compasión, será como un veneno que nos emponzoñará aún más todavía. Ese es, mi trabajo. Y no se me consiente, perder el tiempo en banalidades y superficialidades. No tengas prisa para hacer algo -como leer esto-, pues, como tú ya sabes, donde hay esfuerzo no hay amor. Pero no caigas en la indolencia, en el nihilismo, porque eso nos seguirá deteriorando. Para vivir, hemos de hacer algo. Y hay ciertas personas, que tienen tiempo para investigar lo negativo para descartarlo; y así, ser una luz para uno mismo y para los demás.

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La frustración es insuficiencia e ignorancia

Por mucho que nos esforcemos por determinar el porqué de algo que esperábamos y no ha llegado, o no llega, no lo podremos saber. Podremos intuir, podremos percibir algo, podremos otear, pero en definitiva no aclararemos nada. Por eso, es que especular es una pérdida de energía. Al final, la especulación es otro juego, otra distracción, huida. ¿Por qué queremos especular, buscar algo que es imposible determinar exactamente? Es porque no estamos atentos a lo que está sucediendo a cada instante. Cuando estamos con atención a todo, no hay lugar para lo que fue, porqué fue o por qué no fue. El presente y lo que acontece en él, es lo que tenemos que atender. Pero somos tan pobres internamente, estamos tan débiles y desamparados, que todo lo que llega, o se va, nos perturba y altera. Y eso es, porque nos agarramos, nos aferramos, como desesperados; y cuando se va, nos deprimimos llenos de confusión. ¿Por qué es que queremos controlarlo todo? Eso es, soberbia, es decir, egoísmo. Y, por cierto, algo imposible. Sólo los ignorantes, creen que pueden dirigir y controlarlo todo. Y para ello, inventamos códigos, reglas, ideas y teorías. Pero no se cambiará lo que ha llegado, ni aclarará por qué no ha llegado. Todo eso, es fruto del miedo. Y el miedo, es no entender lo que ocurre. Porque queremos que ocurra, lo que nosotros queremos. Pero eso, es imposible. Y todo lo que hagamos, en esa dirección, nos deja más desesperados, o lo que es lo mismo, confundimos. Si a ti te gustara vivir, si tuvieras ganas de vivir de verdad, tendrías amor; al igual que un hambriento ama y desea la comida. Y si tiene ese deseo de amor, que incluye a la vida y vivirla, ya no tendrá ningún problema.

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El problema siempre es nuestro

La crisis, no es del sistema. La crisis, es de la conciencia. Porque, el problema no está fuera de nosotros; el problema somos nosotros. Siempre nos han dicho, cambia lo externo, la sociedad, y cambiara todo. Pero nosotros decimos, cambia internamente y ello afectará a lo externo. Por muchas sanciones, leyes, siempre lo interno se impondrá a lo externo. Y es por eso, que actuamos en el ámbito de la reforma social, que la crisis que siempre está ahí, es perenne y continúa; puede haber un momento que parece que haya desaparecido, pero los hechos demuestran que no, que persiste. Porque claro, sin cambiar nuestra manera de vivir, tan corrupta, tan falta de honestidad, todo lo que hagamos nos dejará como siempre. Pero eso, uno si es serio, sensible, le tiene que impulsar hacer algo. Cuando uno ve como torturan y asesinan violentamente a los toros, por placer y diversión festivalera; ve como lo justifican y defienden, es preciso que haya una perturbación, un shock, que nos haga más sensibles, más compasivos, al ver todo lo que sucede. Ante está violenta y cruel costumbre, que es amparada por el poder político y judicial; científico, como los biólogos y veterinarios; el religioso, nunca la iglesia católica ha dicho que torturar y asesinar a los toros, era un acto cruel y rechazable. Es preciso, que nos llegue más compasión. Porque, en esa trama entre los diferentes poderes, el sufrimiento y el dolor persiste. Y al ver todo ello, la pobreza interna, la falta de sensibilidad, la indiferencia ante el dolor, uno se hace más libre. Porque, cuando ve algo negativo, con toda su atención, con todas las consecuencias que ello conlleva, es cuando se libera de eso. Y si es libre, tiene compasión. No es que nos hayamos hecho indiferentes, indolentes. Lo que ha sucedido, es que al ver visto todo el proceso de cómo funcionamos, entonces vamos más allá. Y en ese ir más allá, todo queda resuelto. Porque, si ha visto todo el proceso de cómo se genera la división, el desorden, tiene paz, no tiene conflicto interno alguno. Y al vivir sin conflicto, la violencia no será. Por tanto, les estamos diciendo, no siendo violentos ni crueles, que su actitud es negativa e inadecuada. Porque, no se trata de discutir y discutir sin fin, de enfrentarse, de hacer contienda. Se trata de que haya paz y no violencia. Y para ello, eso tiene que nacer y manar de nosotros, en cada acto de nuestra vida cotidiana, sean cuales sean las circunstancias y las eventualidades. Porque sino, estaríamos a la vuelta de la esquina: división, conflicto, agresión, violencia, crueldad. ¿Todo esto les interesa? Si no les interesa, pues hay que descartarlo. Y para poder descartarlo, tiene que tener toda la energía que lleva la atención profunda, con todos sus nervios y sus huesos, con todo su ser.

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La confusión

Cómo vamos a solucionar los problemas, si el principal problema es que vivimos en confusión; no nos aguantamos, vamos de aquí para allá; necesitamos tanto para seguir, que nuestro trabajo se basa exclusivamente en aportarnos lo que necesita nuestra absurda manera de vivir. Primero que nada, tiene que ser el darse cuenta. Si solamente se da cuenta de lo que le interesa, que es lo que hacemos, entonces seguiremos rascando, arañando, en la superficie de los problemas.
Pero alguien podría decir: “Pero, es que yo no veo más problemas, que no sean mi empleo, mi imagen corporal y social, y poco más”. Entonces, si usted quiere seguir así, de acuerdo. Y ahí, se acabó todo; porque no le interesa, descubrir, avanzar. Pero, los que si queremos ver qué podemos hacer, para que esta manera de vivir del más y más, no sea lo que nos dirija. Vemos, que es necesario un cambio en la conciencia personal, de cada cual, en que afecte a todo el resto de la humanidad.
Se hizo un experimento en una parte del mundo, donde pusieron un laberinto, y al final había comida que unas ratas tenían que llegar para comérsela. Y había en la parte opuesta, otro lugar donde también habían puesto otro laberinto, con comida al final. Las primeras ratas, que descubrieron más rápidamente la vía para llegar a la comida, iban transmitiéndolo a las que estaban en la otra parte del mundo. Así, también, funcionamos las personas: todo y todos estamos conectados, interrelacionados. Por eso, cuando se habla mal de alguien, eso está afectado a la persona. Cuando tienes malos pensamientos contra alguien, lo estás matando. Y todo esto que estamos investigando, es lo que nos desagrada, nos molesta, porque nos perturba. A ti, ¿te interesa todo esto?
Pues sigamos, ¿qué he de hacer para tener una mente incisiva, capaz de inquirir profundamente, que sea capaz de en un instante ver todo el vasto panorama de un problema? Porque si solucionamos totalmente un problema, con el mismo paradigma se solucionan todos los demás. Pero, para tener una mente así, tan sensible, tan ágil y despierta, uno tiene que morir a lo viejo; tiene que cambiar su manera de vivir, tan insana y desordenada. No pienses que te voy a decir y especificar lo que tienes que hacer; porque eso, no tendría sentido porque dependerías de mí; y no serías libre. El mismo orden que llegue a ti, te dirá, te hará ver, qué es lo que tienes que rechazar y descartar.
Creemos que todo es muy complicado y se necesitan grandes palabras, charlas e información abundante, para poder descartar lo negativo, lo viejo y repetitivo. Hay quienes van a lugares distantes, con su incomodidad para llegar, que lleva su tiempo, con tal de que le digan qué tiene que hacer, cómo tiene que actuar, para llegar a esto o aquello. Pero, no nos damos cuenta que el observador, es lo observado. Y esa persona, en la que hemos puesto nuestra atención, devoción, nuestra energía, es igual que tú, que todos. Tiene conflictos, tiene el deseo de progresar, de ser más que otro, tiene sus miedos e inquietudes. Entonces, ¿dónde está la diferencia? No la hay. La generas tú; pues, es una ilusión. Y esa persona, a la que te entregas, como vive, cómo hemos dicho, en la confusión, te acepta para él sentirse realizado, enorgullecido, etcétera. Lo malo no es que reconozcamos que todos somos así; lo desgraciadamente malo, es que hay unos que dicen que ellos no son así. Porque si lo reconocemos, nos damos cuenta, podemos ir más allá; porque sabemos, qué es lo que tenemos entre manos. ¿Vemos ahora, cómo estamos solos? Como es preciso estar solos, porque si queremos inventar la no-soledad, nos dividiremos de lo que es: la soledad; el estar solo. Nadie en el ámbito interno, psicológico, espiritual, nos puede ayudar. Porque, el que dice que sabe, es que no sabe. Porque, como todo es infinito, nosotros no podemos saber todo; por tanto, no sabemos nada. Porque lo nuevo, sale de la nada, no ha estado manoseado por nuestras astutas mentes; porque, está más allá de nuestro pensamiento que siempre es viejo y repetitivo. Nuestro pensamiento, es su memoria. Y la memoria, es todo lo que el hombre ha vivido desde hace un millón de años. Nuestra memoria, es la herencia animal; es nuestro condicionamiento como animal. Y ahí estamos. ¿Te interesa todo esto? Pues, estate atento y observa lo nuevo.

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La ilusión

Hay algo que decimos creyendo que es adecuado, lo correcto, cuando pensamos que llegaremos a ser libres mediante una serie de situaciones, etapas, prácticas, etc. Pero eso, es falso; es inadecuado. Porque la libertad, está al principio y no al final. Si tú ves la absoluta necesidad, como el aire que respiramos, que la libertad es precisa para ser un ser humano completo y entero; tienes que ser libre en ese preciso instante. Porque, en el ver hay acción; y en esa acción está la libertad. El ver, es de lo más importante, para poder actuar adecuadamente. Si cogemos algo, que habíamos puesto en el hornillo microondas, que está muy caliente, verdad que al tocarlo y nos quema, instantáneamente lo soltamos. En esa acción, el ver y actuar es lo mismo. Eso es, libertad. Porque, la libertad es sin elección. Si lo trasladamos al ámbito de la relación, cuando vemos que ciertas palabras ásperas y desagradables, van a traer malas consecuencia y la posibilidad de enfrentamiento y agresividad, ¿por qué no lo vemos; y si lo vemos, no es de manera factual, directa e instantánea? No lo vemos, porque tenemos nuestras mentes embotadas, llenas de todo lo que nos han condicionado, con toda clase de ideas y teoría. Cada vez que nos identificamos con una idea, ya sea un país, mi familia, mi plan, nos estamos aislados, embotando y aturdiendo las mentes. Pero, es preciso que tengamos las mentes frescas, ágiles, nuevas, para poder actuar como un rayo: ver y actuar, ver y acción instantánea. No puede ser, ver y razonar. Porque, el razonamiento lleva tiempo, la mente manosea eso que quiere hacer, y entonces se hace torpe y descuidada. Y mientras pasa el tiempo, no se responde al reto; a la urgencia que siempre es el reto. Y la respuesta, tiene que ser lo nuevo; es decir, lo que es generado por la percepción directa.

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El tiempo

Lo negativo del tiempo cronológico, el del reloj, es que estamos atrapados por los pensamientos. Es decir, los pensamientos necesitan tiempo, ya que los tenemos que analizar e investigar, y mientras tanto el reto nos está pidiendo su urgencia, su necesidad. Si vamos por la calle y la persona que va delante de nosotros, tropieza y cae al suelo, ¿podremos empezar a discutir e investigar para ver quién es el que tiene que ayudar a la persona que está en el suelo -o tú, o yo-? Te das cuenta, de lo que está implicado en el tiempo. Y esa actitud, es la que tienen los políticos, los burócratas, los maestros y los gurús, los hombres llamados santos. Ellos dicen, con el tiempo podremos llegar a conseguir la felicidad, la justicia, la igualdad. Pero, con el tiempo eso no llega. Y es porque, no se dan cuenta que el tiempo es una trampa, es una ilusión. Porque, cuando llega el plazo fijado para conseguir eso que había sido proyectado, ese proyecto no llega.
Los gurús y los maestros, dicen: con este método, con esta práctica, si los respetas y ejercitas, conseguirás la liberación, conseguirás la quietud. Pero, el tiempo es un engaño; y eso prometido no llega. Un maestro, honrado, no-corrupto, que tenía varios seguidores-discípulos, le visitaban de vez en cuando para recibir su sabiduría; cuando llegó uno de ellos, y pidió permiso al ayudante para poder visitarle, cuando entró, el maestro le preguntó: “Ya lo tienes todo claro?¿Qué es la vida?”, el discípulo-seguidor empezó a dudar, a ponerse nervioso, y el maestro, que instantáneamente lo percibió, le dijo: “Márchate y cuando lo tengas claro, vienes y hablaremos”. Al cabo de un tiempo, volvió el seguidor y entró a ver al maestro, que le preguntó: “¿Ya has captado la realidad? ¿Qué es la vida, la verdad?”. Y el seguidor, empezó a no saber que decir. Cuando de repente, el maestro dio una palmada en la mesa y dijo: “Esto es, la verdad y la vida. Vete y vuelve cuando quieras”.
Así nos pasa a nosotros, ante la urgencia del reto dudamos, nos paralizamos, nos demoramos. Y eso es, porque no estamos enteros y completos, tenemos la mente llena de opiniones, compromisos y actividad sin descanso. Porque, para ser enteros y completos, hemos de tener en nosotros el vacío, la nada, lo intemporal. Y eso nos hará ligeros, ágiles, sin huir; porque nada más seremos, seres humanos, que viven lo que la vida nos ofrece.
Para acabar, el tiempo es adecuado, es necesario, para aprender a manejar una máquina, para aprender un oficio, para crecer físicamente, para ir de aquí hasta allá. Pero, en el ámbito psicológico, en el mental, cuando salimos del área convencional y superficial, es un impedimento.

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El verdadero valor

¿Cuándo nos daremos cuenta, de la riqueza que tenemos con nuestras vidas? Estar vivo, quiere decir tener energía, tener la posibilidad de hacer, de actuar. ¿Qué, haremos con esa energía que tenemos, después de alimentarnos, etcétera, que nos sale abundantemente? Podemos invertirla, en actividades expresamente personales; actividades de ocio, por el aburrimiento y el hastío de nuestra vida. Eso es lo que hace la mayoría: trabajar, descansar y luego practicar algo que nos aparte de la angustia que tenemos. Ese, es el motivo de nuestra vida, nuestra manera cotidiana y bien vista manera de vivir Pero, hay otra posibilidad, cuando decimos que haga lo que haga, si lo hace adecuadamente, tendrá sentido y significado verdadero.
Para que algo sea verdadero, tiene que ser algo que nos llene y nos absorba toda nuestra atención. Entonces, ¿cómo saber, si algo es verdadero o falso? Cuando haga algo, lo tenemos que encarar negativamente. Porque, sino la astuta mente se sale con la suya; y vuelve aparecer el ego, el “yo”, el egoísmo. Cuando niega, cuando encara un hecho, un reto, negativamente no sabe lo que va a suceder. Y entonces, la mente se vacía, se queda descondicionada. Y, llega, aparece lo nuevo. Y, todo lo que le sigue, es verdadero, tiene sentido y significado. Ese hastío y la angustia, ya no nos molestan. De lo contrario, actuamos como meros esnobs, arrastrados por la costumbre, por lo que decide la mayoría, o por otros, que también están confusos y en conflicto.
Pero, ¿por qué sucede esto así, de esa manera, sin que nos demos cuenta que vivimos en desorden, tan vulgarmente, tan repetidamente? Porque somos irreflexivos, porque nos gusta siempre juntarnos con las mismas personas; y claro, todo eso no tiene nada que ver, con encarar los hechos negativamente. La mente, siempre se agarra a lo conocido, porque encuentra seguridad, se siente segura en lo que conoce; le molesta y asusta lo nuevo y desconocido. Pero, la seguridad no existe; cuando más segura cree que está, es cuando más insegura se encuentra; porque la mente, es lo viejo y repetitivo, que es el “yo”. Y el “yo”, siempre es afirmativo, nunca encara los retos negativamente. Y todo el ámbito del “yo”, es el ámbito de la inseguridad; el ámbito del control, de la autosuficiencia, de la autoridad. Pero el control, por eficiente y completo que sea, no trae seguridad. Porque, la parte, que somos nosotros, no puede abarcar la totalidad, el todo.
Y por eso, hay que estar atentos y vigilantes a todo cuanto sucede, a cada reto que nos llega. Porque, el poder, los políticos, las personas influyentes, encaran los retos asertivamente. Y por eso, porque son influyentes y poderosos, dirigen y marcan lo que hay que hacer. Por eso, hay que tener una actitud de cuestionamiento ante los retos. Pero, cuestionarlo todo, no tiene sentido, ya que no podríamos subsistir, sería absurdo. Es como, el que quiere llegar a no hacer nada de daño, ni provocar nada de violencia. Eso no es posible, pues el mero hecho de alimentarnos, ya estamos haciendo daño y violentos con lo que comemos. Si tiene que competir, por un empleo, por cualquier cosa que haga o desee, ya está haciendo daño a los que también hacen lo mismo. Toda nuestra vida, es violencia. Pero, de nosotros depende, que esa violencia, con su crueldad y su sufrimiento, sea lo menos posible.
Ahora bien, el mismo hecho de querer no ser violento, nos divide de la realidad que es que tenemos que ser violentos para subsistir, y por tanto seguimos dentro del ámbito de la división y el conflicto, Pero, si encaro el hecho de que soy violento y no huyo, no hay división; y entonces, se acabó el conflicto, Y cuando, no existe el conflicto, con su desorden y confusión, es cuando llega la compasión, que es amor.

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Lo descrito no es lo que se describe

Una de las cosas más importantes es, darse cuenta de que lo que se dice, no es lo descrito, no es lo narrado. Las personas, siempre queremos mantener el estatus, la imagen que hemos creado de nosotros. Siempre queremos, pervivir, proseguir y continuar, con la rutina y la repetición. Pero claro, esto tiene sus consecuencias, un precio, y es el conflicto. Nos hemos habituado a vivir en conflicto, en la disputa, ya que, de este modo, nos revitalizamos y tonificamos. No podemos ni queremos aceptar, que la realidad sea tal cual es. Entonces, aparece la huida, el cambiar lo que no me conviene por lo que creo que si que me conviene.
Cuando hay un conflicto, éste tiene que cesar. Pero, si no cesa y prosigue, uno se tiene que encarar y vérselas con esa perturbación, que es el conflicto. Podemos intentar solucionarlo, para que cese, argumentando y argumentando sin parar, pero puede que persista. ¿Qué es lo que haremos para que el conflicto llegue a su fin, cese? Indudablemente, el conflicto nace, crece y se expande, y muere dentro de nosotros, en nuestro interior. Muy bien, hasta aquí todo bien. Pero, ¿y si ese conflicto tiene una duración, a la que no estamos acostumbrados, se convierte en una gran y molesta perturbación? No hay más remedio, que afrontarlo; no huir.
Hay algo que sí que podemos hacer: limpiar nuestra casa. Porque, si nuestra casa no tiene orden, entonces llega el conflicto y la confusión, el caos. Solamente se puede sembrar; lo que suceda luego, ya no depende de nosotros. Hay tantas cosas que no sabemos, y seguramente nunca lo descubriremos, que es necesario dejar de especular, dejar de culpar, de auto inculparse, de desesperarse. Por eso, hay que llegar hasta el fin, porque como ya hemos dicho, todo nace, crece y se expande, y finalmente muere. Pero, ¿siempre hay una solución, siempre llega a su fin el conflicto? Si somos afortunados, siempre que podamos descartar, comprender el conflicto internamente, llega a su fin.
Si no somos tan afortunados, el conflicto también puede cesar, yendo más allá del conflicto. Es decir, mirar el conflicto como si no lo fuera, disfrutar y gozar de él, abrazarse a él. Y entonces, el conflicto, aunque persista y esté allí presente, no nos molestará ni nos perturbará. Porque, qué es nuestra vida, sino un conflicto desde que nacemos hasta que morimos. Conflicto con la naturaleza, con el frío y el calor, con nuestro cuerpo; conflicto con la pareja, los vecinos, con los que compartimos el trabajo; y también, conflicto con la ineludible muerte. Por tanto, todos sin excepción tenemos conflictos, vivimos en conflicto. La única diferencia es, la manera de abordarlo, de resolverlo, de hacer que cese. Y, ahí también interviene lo desconocido, lo que está más allá de nuestro entendimiento, el destino. Aunque, siempre hay algo que podamos hacer o hayan hecho otros antes de nosotros. Por eso, es que hay que ser sencillos y no arrogantes, porque en realidad somos, más bien, muy poca cosa.

18

El ver es actuar

El amor, que es compasión, todo lo resuelve; de la mejor manera posible. Aunque, tal vez, no como a nosotros nos gustaría. ¿Cuándo, lee esto no siente esa compasión, que quita los problemas, las desganas, la tristeza y las pequeñas depresiones? ¿No siente la necesidad del otro, que es la tuya también, que es la de todos? En el dar, hay mucha claridad, es muy esclarecedor, porque uno al dar su percepción se acentúa, y recibe una información que le lleva al orden. Como ya hemos visto, el orden nada tiene que ver con mi orden, el que yo quiero. El orden, es el resultado de entrar en lo desconocido; en ese ámbito, donde nosotros solamente observamos. Y ese orden, es amor; y es compasión.
La compasión, es la negación total de uno, por todo lo que es la vida: nosotros las personas, los animales, las plantas, los árboles, los mares y los ríos, las montañas. El amor, aunque también tiene compasión, va más allá de todo eso. Lo más peligroso que hay, es el amor. Por amor, uno puede perder la vida, hacer las locuras más inverosímiles, dar todo lo que uno posee. El amor, no tiene regla, ni patrón. El amor, lo quema todo, lo destruye; y al instante, elabora y construye. Por eso, la vida es, destrucción, amor y construcción. Por eso, diga lo que diga, no podré describirlo, porque está más allá de las palabras. Pero, ahí está la extrañeza del amor, también puede estar en las palabras. El amor, es la totalidad de todo, lo que todo lo abarca. Y ahí, está su peligro.
Por eso, lo nuevo, lo desconocido, lo que no ha sido tocado por el pensamiento, eso es amor. Si la acción, no nace de ese vacío, de la nada, entonces opera el deseo; con toda su crueldad, creando desorden. El amor es, ver lo verdadero en lo verdadero, ver lo falso en lo falso, y ver en lo falso también a lo verdadero. Por eso, porque lo abarca todo. Abarca a todas las mujeres y hombres, ya sean feos o guapos, viejos o jóvenes, los que no saben nada y los informados, los pobres y miserables y los ricos. Por eso, esa palabra amor, que se dice tan a la ligera, y que está desvirtuada, contaminada y falsificada, es algo de lo más serio. Y es serio, porque nadie sabe por qué hace el que hace algo, alguna cosa. Tú lo puedes ver absurdo, cruel, injusto, etcétera, pero el que lo hace puede que diga que lo hace por amor; que se ha negado tantas cosas de su vida, incluso la ha expuesto, que se siente plenamente realizado, entero, completo.
En India, hay unas personas que renuncian a todo: a su nombre, a sus bienes, y van de un lugar a otro; comen lo que les dan, duermen donde pueden, no tienen dinero. Tienen un aire enloquecido, pero las personas les dan una cierta autoridad moral, espiritual. También hay, que los ven como locos, como parásitos sucios y al margen de todo. ¿Ves cómo no se puede saber todo? Además, hay algo, lo que sea, una idea, un principio, una teoría, que se puede afirmar infinitamente; pero, esa misma idea, principio, teoría, también se puede negar infinitamente.
¿Qué sientes ahora mismo, estás viendo todo lo que decimos, cómo opera en tu mente, como si fuera un juego que vas viendo toda su trama? O, no te interesa; pero de vez en cuando, veo que es interesante y favorable, ver qué somos, cómo actuamos, cómo vivimos; ver si, tal vez, podemos ir más allá de este desorden, de esta confusión, que tanta desdicha genera en nosotros y en los demás. El mismo hecho de decir, donde hay esfuerzo no hay amor, también se convierte en algo falso y negativo. Porque, toda aseveración negando o afirmando, en ambas direcciones, imposibilita el amor. Por tanto, la compasión y el amor es lo mismo. Porque, la compasión al amar tanto, se convierte y actúa como el amor.

19

El desorden

Cuando vemos todo lo que está ocurriendo, con ese desorden que parece no tener fin, sino incrementarse. Nos preguntamos, qué podemos hacer para no ser tragados por esa manera de vivir que genera tanto desorden y caos. Puede que, a simple vista, no nos demos cuenta, si en un momento de su vida todo le funciona sin alterarse su rutina y su repetición diaria. Pero, si tiene un reto que parece insalvable, verá cuanto desorden y confusión hay; más aún, si la solución a ese reto tarda en llegar. Eso es debido a la falta de seriedad, falta de sensibilidad, de respeto, de compasión. Porque, el reto es ahora, es lo único importante; pero nosotros, al pensar en el pasado, en lo que fue, o en el futuro, en lo que será, desatendemos al reto, que es la vida y su relación con todo lo que la conforma, es decir, los hombres, la naturaleza. Esta manera de vivir, que cada vez es más complicada, tiene su raíz en el deseo, el más y más. Pero, ese más y más nunca es bastante, siempre necesita otro más, algo más.
Eso del más y más, del deseo, no sería ningún problema si no fuera por lo que genera, por lo que provoca en la vida. La técnica, y su razón de ser, el más y más, es la que está poniendo en grave peligro a la naturaleza: en los mares y océanos, están agotándose sus peces; los ríos, la mayoría de ellos, están sucios y maltratados; los alimentos, están contaminados para que sean más rentables.
La cuestión es: nosotros, tú, yo y los que vivimos, hemos aparecido en esta tierra, que ya tenía unas personas que tenían su manera de vivir. Y, a nosotros, desde el momento de nacer, nos han estado diciendo lo que tenemos que hacer, es decir, nos han estado condicionando. Al principio, cuando somos más vulnerables y dependientes, muy poco podemos hacer para rebatir y cuestionar esa manera de vivir, de los que han hecho posible que naciéramos. A ellos, tal vez, tampoco les guste del todo la manera cómo viven, como encaran los retos, pero han fracasado en su intento, aunque débil, de ir más allá de su manera confusa de vivir. Pero, ahora nos toca a nosotros ver qué podemos hacer, para que toda esa confusión y conflicto, llegue a su fin. Porque si no, todo ese problema se lo daremos a los que están por llegar; y les ocurrirá como a nosotros.
Así, que hemos de ver qué podemos hacer, para que ese conflicto, con su ansiedad, su desdicha, llegue a su fin; si es que ello puede ser, porque lo estoy encarando tentativamente. Por tanto, tenemos una existencia que no nos gusta -corrupción, inmoralidad, etcétera-, pero tanto en el presente, como en el horizonte, no hay nada más que lo viejo y conocido, confusión y desorden. No existe nada más que desorden, pero yo quiero que ese desorden no me afecte, no quiero que me destruya, no quiero que me lleve al caos. Primero, no haga nada, mire su estado de confusión, ¿le gusta? Pues, si es tan repugnante, como tiene que ser, irás más allá del desorden y su consecuencia: la confusión, el conflicto, la desdicha.
Y en ese momento, cuando has visto toda la estructura del desorden y has ido más allá -la has descartado, rechazado-, entonces eres una luz para ti mismo y para todos los demás. Por eso, cuando hay armonía -que es orden- es tan atractiva, tan fresca y saludable; a pesar, de los inconvenientes que podamos encontrar. Porque la dicha, que es la paz, cuando aparece todo lo transforma; no se ven los enemigos ni tampoco los peligros, sólo se actúa acorde con el reto: si tengo sed bebo, si tengo hambre como, si estoy cansado descanso. Porque la estructura del pensamiento, con su invento que es el “yo”, se ha aquietado, ha desaparecido, no puede operar. Y entonces, no hay división entre ver y actuar. Todo es acción sin opción.

20

El aferrarse, es miedo

¿Por qué somos seguidores, discípulos, devotos, de una persona, que en realidad es como todos, como tú y como yo? Es porque tenemos miedo a la vida, a nuestra existencia; cuanto más miedo, más nos agarramos, nos aferramos. Cuando alguien está más enamorado, es cuando menos libre es. Porque, eso que nosotros hemos consentido en enamorarnos, nos ata. Cuando alguien se enamora repentinamente, se produce un desequilibrio en su manera de vivir; y eso es debido a que la libertad que tenía, ahora ya no la tiene, o por lo menos ha disminuido. Pero, las personas tenemos que vivir; y para ello, creemos que tenemos que hacer ciertas cosas para poder seguir; y una de ellas, es aferrarse, agarrarse, enamorarse, ya sea de un proyecto, un ideal, o una persona. Pero claro, bajo la denominación de estar enamorado, hay un proyecto egoísta, está operando el “yo”. Y por tanto, eso no es amor. Eso es, corrupción, un deseo ganancial, un negocio de tú me das y yo te doy. Y de ahí, es donde nace el clan familiar, la tribu, los nacionalismos.
Los seguidores de un maestro, si no son conscientes de ello, pierden la autonomía. Pero ellos dicen que no les importa, porque encuentran así más provecho para sus vidas. Estos, son los llamados devotos. Pero, como siempre el amor tiene sus paradojas, su parte irracional y sin lógica aparente. Si me permites, voy a contarte algo que ocurrió. Cuando los rajás, de India, se dieron cuenta que la vida que llevaban, con sus palacios y mansiones, era inviable, decidieron que el harén también había llegado a su fin. Por tanto, les dieron libertad a las concubinas para que se fueran a vivir por su cuenta donde quisieran. Pero, ocurrió que algunas concubinas no querían la libertad, querían proseguir de la misma manera que habían vivido. Porque, seguramente ellas habían nacido dentro del harén y nunca habían salido de allí; ni tampoco habían conocido a ningún hombre que no fuera el dueño y amo del harén, o algún visitante o amigo de éste que por una noche o unos días las cedía; además, del eunuco, castrado al momento de nacer, que era el único que entraba en el harén para atender a las necesidades de las mujeres.
Pues bien, en esa decisión de no querer ser libres para irse a vivir por ahí, fuera de la casa de su dueño y señor, en eso hay amor, que es libertad. Si vemos, que algo que lo que vamos hacer, o ya estamos haciendo, nos va la vida en ello, ¿qué hará, será tan valiente, tan entero, de dejarse destruir y, seguramente, morir; si es qué se da cuenta de todo, si es consciente de lo que está implícito en cada decisión que vaya a tomar? Por eso, el amor, es esa cosa tan rara, tan de uno, que muchos que lo sienten, son vistos como personas alteradas, como locos. Estas mujeres, que no querían irse del harén y cambiar su manera de vivir, también estaban enamoradas de su lugar, eran como nacionalistas; estaban aferradas y agarradas a su rutina repetitiva; querían también, salvaguardar sus vidas de la intemperie de lo nuevo y desconocido.
Por tanto, si uno hace plenamente algo que lo considera necesario, para salvaguardar su vida, como cuando se enfrenta a un peligro como un profundo acantilado que tiene a sus pies, en ello hay libertad y hay amor. Y en eso, está el orden, que es acción sin elección.

21

Los inventos

Quizá es el miedo, el que más mediatiza y más afecta nuestras vidas. El miedo, es otro invento del pensamiento, porque se siente inseguro. El pensamiento, es un fragmento de la mente global. Es decir, nosotros vivimos fragmentados. Y cada cosa que hacemos, cada necesidad, la abordamos como un fragmento. Soy una persona educada, pero hay otra persona en mí -y aquí nace el fragmento- que es maleducada; soy una persona tratable en el trabajo, pero al llegar a casa soy intratable y tosco. Por tanto, ese fragmento, esa dualidad, es miedo. Porque, me acoplo, me adapto, me importa poco si pierdo mi dignidad. Pero, el problema surge cuando chocan los fragmentos. Cuando el maleducado, se quiere imponer al educado, y al revés.
Por tanto, el miedo, que es la causa de la división interna, psicológica, tiene que cesar. El principal motivo de que aparezca el miedo, su causa, como ya hemos dicho, es la inseguridad. Y, la inseguridad, llega o bien cuando hay un peligro, o cuando inventamos un peligro. El peligro real, ver, si vamos en un coche, que la velocidad es excesiva, es adecuado; y ahí, el miedo sí que tiene sentido. Pero, cuando esperamos a alguien que tiene que venir y no llega, entonces se desencadenan todos los fragmentos, en que hemos dividido nuestra vida, y es cuando llega la parte negativa del miedo. Por eso, es que vivimos tan alterados, porque nuestra vida es la relación con todos los fragmentos, cada uno tirando hacia si.
Así, que el reto, el escollo, es el fragmento. Sabemos que hay división entre el día y la noche, entre el mar y la tierra, entre estar gordo y delgado, pero en el ámbito psicológico qué sentido tiene estar dividido, fragmentados. Es por el temor, el miedo, a perder algo que creo mío, que se inició el fragmento. Estamos tú y yo, en casa, y llaman a la puerta y llega una amiga mía. Te la presento y hablamos todos. Y ella pide ir al servicio; y cuando está allí, me dices que te gusta mucho, que es educada, elegante, etcétera. Pero, yo te digo, que esa mujer vive de comerciar con su cuerpo, es puta. Y cuando sale y llega donde estamos, ya no la ves como antes, tú ya te has dividido y fragmentado de ella. Ese es nuestro problema. ¿Por qué ves un peligro en ella, por qué te divides? ¿Por qué le tienes miedo y te defiendes creando una barrera, entre tú y esa mujer? Es porque estamos temerosos, tenemos miedo.
Pero, donde hay miedo, no hay amor. Es duro decirlo, pero es la realidad. Una persona con miedo, es un peligro para él y para los demás. Y, ¿por qué tenemos miedo de perder nuestra respetabilidad social, nuestra autoridad moral -si es que eso tiene algún significado-? Somos muy respetables, pero generamos miedo. Y el miedo, es violencia. Porque al sentirnos temerosos, inseguros, queremos defendernos y entonces llega la división, la confrontación, la agresividad y la violencia. Por tanto, el miedo tiene que llegar a su fin. ¿Cuál será la acción que acabe con el miedo; ahora, no luego, mañana u otro día? O, ¿te gusta vivir, con ese miedo que todo lo afecta y altera? Cuando veamos la futilidad del miedo, su falsedad, el desgaste que nos causa, cuando ya no lo soportemos, porque estamos hartos de él, y hayamos visto todo su proceso desde que nace, se expande y que puede cesar, entonces el miedo desaparecerá.
Una vez, tuve al mirar al final del pasillo, la sensación de una presencia; y con la puerta de la habitación abierta, podía ver también el final del pasillo, viniendo esa sensación a mí, que estaba en la cama, de noche. No le hacía ningún caso. Y después de un largo tiempo, como un año o más, desapareció y no ha vuelto más. Entonces, ¿podemos estar con el miedo, sin huir, para que se manifieste en su totalidad y así que llegue a su fin? Porque si huimos, volverá; todo volverá a empezar. Y hay que acabar, llegar hasta el fin, tiene que ser tan definitivo y rotundo como la muerte. Y en eso, en ese fin y en ese acabar, está el nacimiento de lo nuevo.

22

Todos somos iguales

Los problemas que vemos, los nuestros y de los demás, no son diferentes; aunque nosotros, queramos desentendernos de lo que le pasa al otro, eso es un error. Porque, cuando formamos parte de donde trabajamos, cuando uno falla todo se resiente. Y toda la tierra, es el lugar donde todos estamos haciendo algo que va a repercutir en los otros. Nos hemos educado, estamos condicionados, de manera que cuando yo me encuentro bien ubicado, estoy medianamente bien, me olvido de todo, de todos los problemas que siguen teniendo los otros. Y claro, el resultado es la sociedad que tenemos. Votamos a los políticos que están hechos a nuestra medida. Tal como somos, así son los políticos que elegimos. Porque, como somos corruptos, en el sentido y actitud no honesta, de no compasión, pues el resultado son los políticos que tenemos.
Alguien se puede creer, qué si tú fueras una persona rebosante de afecto y cariño, de empatía, qué quiere lo mejor para todos, qué no vive sólo para si mismo, votaría a los políticos que se presentan. No lo harías, porque no los soportarías más que lo que se merecen, como seres humanos que son. Podríamos, apoyar lo que estamos diciendo con abundantes ejemplos y metáforas, pero creo que no ha lugar. Aunque, lo intentaré por una sola vez: Si no te gusta la comida, y no tienes hambre, cómo vas a comerte la comida que no está adecuada para comérsela, está ya deteriorada. Siempre decimos, que uno tiene que ser escéptico ante todo lo asentado y fuertemente establecido, porque el ser humano todo lo que hace tiene la hechura de la corrupción. No sabemos vivir, sin ser corruptos; lo hemos heredado; y nosotros lo hemos perfeccionado.
Por eso, es que hay ese enfrentamiento, tan cruel y agresivo, en todos los ámbitos. En el deporte, en el trabajo, en la relación entre la mujer y el hombre, entre los políticos, en el hogar familiar, cuando vamos a comprar. Nos hemos acostumbrado, a ver en todos a un posible enemigo; y aunque de eso algo hay, mucho hay, lo hacemos de manera que todo se complique más. ¿Es qué no nos gusta vivir pacíficamente, disfrutando de todo lo que vemos y observamos? ¿Te gusta vivir con problemas, como si la vida fuera una lucha sin fin? ¿No has intentado ir más allá de todo este drama, que es nuestra existencia, nuestras vidas, nuestra relación, nuestra actitud? Porque lo que tenemos dentro, siempre sale fuera. Si tu actitud es desabrida, tosca y ruda ante las personas, en tu relación, con una actitud elitista, eso es tu tarjeta de visita, tu presentación. Por tanto, ¿no vale la pena, ir más allá de toda esa actitud, divisiva y generadora de conflicto? Y ver qué sucede, qué llega, qué florece.
Mientras no muramos a todo lo viejo y repetitivo, que es donde estamos atascados, no llegará lo que realmente necesitamos: esa serenidad, que acompaña a la belleza y la paz interior.
La belleza, es tener el corazón limpio y puro. Porque, por mucho que tengas delante algo extraordinario y encantador, no lo verás. Por, eso hagas lo que hagas, si estás en paz, si no estás dividido, tienes esas bendiciones que es ver la belleza en todo. Tenemos la cabeza llena de imágenes, que se suceden y que queremos erradicarlas rápidamente, por lo que creamos otro conflicto. Porque, en la represión y en la huida, hay un desgaste de energía, porque proseguimos con la dinámica del conflicto. Llegar hasta el final de cada pensamiento, nos fortalece el cerebro. Pero, ves, para ello tienes que tener esa serenidad, que es la ausencia de ansiedad, de atolondramiento mental. Y la serenidad, solamente puede llegar cuando has visto que la corrupción, es una fábrica de problemas y conflictos, de desdichas por hacer daño a los demás.
Aunque sé, que lo que se describe no es lo descrito, lo real, sí que creo que a veces nos puede ayudar para ver algo rápidamente. Cuando uno pretende, cuando va por el campo paseando, ir de un lugar a otro, nos damos cuenta qué cuando más de prisa y corriendo vamos, más estamos destruyendo todo lo que encontramos. Por eso, si lo trasladamos a las relaciones entre las personas, el resultado es la confusión, la brutalidad, la crueldad. Y lo mismo sucede en las grandes ciudades, cuando más de prisa, más frialdad, menos comunicación, menos afecto, menos cariño.

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La vanidad

Uno se pregunta, ¿por qué es que queremos estar siempre haciéndonos notar, reuniéndonos con las mismas personas? Es tan tediosa la vida cotidiana, la de cada día, la de todos los días, que vemos la necesidad de hacer algo, de llamar la atención. Este escrito, puede que entre en ese ámbito; no lo sé. Pero, lo tengo que encarar, hacerlo, de manera que tenga sentido, que no sea una mera repetición, que no sea tradición. Nos gusta repetir y repetir, porque en ello no hay que discurrir ni trabajar; y así nos dejamos llevar a la deriva. Esto es así, porque tendemos a la indolencia; y ésta nos trae el caos y la anarquía. La mente, necesita seguridad para poder operar, y la encuentra en la repetición, en la tradición, en el pasado. Pero como estamos condicionados, y el condicionamiento es el pasado, la repetición nos deja como siempre: divididos y en conflicto. Pero, seguimos así, porque no vemos la necesidad de hacer un cambio radical, en que la tradición, el pasado, toque a su fin.
¿Por qué no nos damos cuenta, que por mucho que hagamos, que nuestra actividad sea frenética, no tendrá sentido ni significado, si es mera repetición, tradición? Si no hay un sostén, que es lo que sucedió ayer, o hace una hora, nos sentimos inseguros, no estamos a gusto. Por eso, es que investigar a fondo todo el proceso de cómo se genera el placer, es resolver el problema del tiempo. Porque, el placer es todo en nuestras vidas. Si no hay placer, no nos movemos, no tenemos el deseo y la necesidad para crear e ir a lo nuevo, que nada tiene que ver con el tiempo, como ayer, hoy y mañana. Por eso, le damos tanta importancia a la tradición, a lo que fue hace mil años, un mes o tan sólo un día. Pero, esa tradición, ese sentimiento de que todo sigue como siempre, conlleva también toda la brutalidad y la crueldad, que desde siempre hemos practicado y ejecutado. Por tanto, la tradición es una distracción más, una huida del presente.
Esto es muy sencillo, hace tiempo ocurrió algo en tu vida que fue maravilloso y te proporcionó placer. Pero, el problema llega cuando quiero repetir esa experiencia, que me proporcionó tanto placer. Entonces, como quiero que se repita algo que ya pasó, y ya no existe, está muerto, maquino y elucubro, lo fuerzo todo, con tal de que se repita ese placer. Por eso, el placer nos lleva al dolor. Una cosa es que, sin hacer nada, sintamos como cuando descubres algo y ese descubrimiento te llena de placer. En esta experiencia de placer, no se generan residuos ni confusión, pues el “yo” que es divisivo no está operando. Y por eso, es que le damos tanta importancia a la tradición: lo que dijeron otros, que siempre es del pasado; repetimos cíclicamente para rememorar algo que ocurrió en el pasado. Y nuestra vida, sin darnos cuenta, está insertada en la tradición musical, en el vestir, en el comer, en la manera de relacionarnos, en la manera de encarar los hechos que nos exigen acción sin demora.
Todo esto, aunque parezca poco divertido, ya que les gusta que les distraigan, que les entretengan sus vidas, tiene que abordarlo. Y mientras no resuelva, los problemas, mientras no llegue a la raíz del placer, del dolor, de la dicha y la amargura, que en realidad está todo relacionado, seguirá arañando en la superficie de los problemas. Y recuerde que los problemas, no son sólo de usted. Todos participamos de los problemas de la humanidad. Si tú los resuelves, estás aliviando a todos y a todo lo que tiene vida.

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Los guías, los gurús

Los maestros, los que se dedican a investigar qué hace que seamos tan desdichados y su posible solución, etcétera, no suelen decir que ellos son más afortunados, en el sentido de haber recibido de sus padres y antepasados, el lugar donde se nace, un plus que les hace más propensos a hacer lo que hacen: informar y explicar cómo funciona la vida. Una persona, que tenga un deseo desmesurado por el dinero, y la técnica por conseguirlo; un deseo, por cualquier actividad que le domina y no puede ir más allá de ella; la información que transmite a sus hijos, no es la adecuada para desarrollar una mente serena y sensible para poder ver toda la trama de la vida. En todas las esferas de la vida hay diferencias, que son causadas por la división. ¿Podrías preguntar, cómo nació la división entre los hombres? Podríamos decir, que la división se generó a causa de la materia: el árbol más poderoso, arrebata el espacio de un árbol más pequeño, que tiene al lado, y absorbe más nutrientes de la tierra; el animal más pequeño está a disposición, de ser comido, por el animal más grande y poderoso, que lo expulsa de su territorio, lo domina, etcétera.
Pero la pregunta, que tampoco suelen encarar los maestros, los que inquieren e investigan, es: ¿cómo es qué la inteligencia que generó y sostiene el universo, este planeta tierra, lo hizo de esta manera que nos tenemos que comer unos a otros, tenemos que bregar para sobrevivir? Esta pregunta se complica, y a la vez aclara, cuando hay vida: ácaros, insectos microscópicos, bacterias, a nivel invisible. Y tanto, lo invisible puede ir hasta el infinito en su pequeñez, como también puede ir hasta el infinito en su grandeza. Por tanto, la vida, hagamos lo que hagamos, tenemos que destruir algo que tiene vida: cuando se rasca la cabeza, está destruyendo vida, cuando estornuda y tose también. Porque la vida invisible al ojo humano, la microscópica, es como la grande, que si que la podemos ver: tiene seres vivos, que son animales como los grandes, es decir, tienen el mismo paradigma: nacer, crecer, reproducirse y morir.
Pero, aún tenemos pendiente, esa pregunta que casi nunca se hace: ¿por qué se hizo la vida como es; que no tenemos más remedio que vivir peleando y luchando, para poder subsistir? Porque, es que aunque no hiciéramos nada: ni comer ni beber, ni caminar, nada de nada, igual destruiríamos vida al movernos, al respirar. Porque la vida es destrucción, amor y construcción. Más allá de esto, no podemos ir. Es decir, no sabemos dónde está el principio de todo, con su dolor y sufrimiento; pero sí que sabemos dónde está el final: descartando y yendo más allá de la división interna. Porque, cuando uno está más allá del tiempo, que es cuando no hay división, cuando no opera el “yo”, no existe nada más que observar lo que sucede, vivir, sin generar ningún problema.
Y, por eso, es que el dolor es un invento, una ilusión, lo hemos creado al desarrollar nuestro pensamiento, nuestra mente. En la naturaleza salvaje, seguramente no hay dolor, porque no existe el “yo” que dice voy a sufrir, estoy sufriendo. Y es por eso, que el tiempo es también dolor. No el tiempo del reloj, el cronológico. El tiempo psicológico, dice: ayer esto que hice, me hizo sufrir y no quiero repetirlo; dice, ayer como no sufrí al hacer esto, hoy tampoco sufriré si hago lo mismo. Por lo que al estar atrapados en el tiempo, que es división, seguimos en conflicto con lo que es. Y lo que es, es que vivir genera destrucción, esto es inevitable, y por tanto dolor. Y, la salida a todo esto que es nuestra vida, es solamente observar como sucede la vida, sin que interfiera lo que nos divide del presente, del ahora. Mientras ese fragmento, que es lo que el “yo” quiere, se interponga entre lo que está sucediendo, seguiremos en conflicto, divididos, con sufrimiento y dolor.

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La insensibilidad

Se han dado cuenta que, para la mayoría, su reto es ver un pájaro, una nube, un árbol, una ola en la orilla del mar. Y sentir esa plenitud, que le conmueve, por todo lo que le envuelve. Pero cuándo será eso, cuándo tendremos esa oportunidad; seremos capaces de llegar hasta ahí. El dolor, es un generador de energía, que si sabe encauzar podrá descubrir lo que nunca pensaba que podría ser, y encontrar. Aunque el dolor, nos hace sufrir, nos da miedo, hay que observarlo, entenderlo. Porque, si no presta toda su atención a lo que está sucediendo, es un desgaste de energía, es como una huida. Y así, nunca llegamos a comprender lo que está sucediendo.
Y lo que está sucediendo, es que estamos mal, hacemos cosas sin saber realmente lo qué estamos haciendo. Y el resultado, es la ignorancia, no darse cuenta de esa brutalidad, la falta de sensibilidad, la total indiferencia hacia el otro. ¿No se dan cuenta, que, si no tienen esa sensibilidad, ese afecto, esa preocupación, ese querer ayudar para resolver los problemas, está generando más confusión y caos? Y no se crea, que se puede esconder de eso que está sembrando, no hay ningún lugar donde pueda huir, sin que le persigan las consecuencias; ni dinero, ni poder, ni fama podrán hacer que lo eluda. Pero, tampoco tiene que ser el miedo, a lo que podamos provocar, lo que nos dará la energía y la inteligencia para poder comprender e ir más allá de la ignorancia.
Tiene que ser un despertar a lo que provocamos. Y para ello, tiene que comprender el dolor en su totalidad. Si vieran realmente lo qué es su dolor, tal vez, verían el dolor que generan a su amiga o amigo, al compañero de trabajo, a la persona que mira con indiferencia y con desprecio. Pero, infortunadamente, no queremos ver nuestro dolor, no queremos llegar hasta el fin para así comprender de una vez. ¿Cuándo va a subir al metro, o a entrar en algún sitio, y empuja, con su indiferencia hacia las personas, no siente su brutalidad, no siente el mal que les hace, no se da cuenta que se hace más frío y atroz a medida que pasa el tiempo? ¿Le gusta que le traten indiferentemente, sin prestar atención, cuando va a una oficina porque necesita que le solucionen un problema? Y si, desafortunadamente, no le prestan toda la atención que se merece, no siente que su dolor es el mismo que el de todos.
El problema está, en que vivimos fragmentados, divididos de los demás. Cuando no respetas, tampoco te respetas a ti mismo. Porque, tú eres él. Podremos decir, que somos víctimas de la sociedad; que siempre hemos vivido de esa manera, porque nos han condicionado desde el momento mismo de nacer, e incluso antes; podemos decir, que los obstáculos, son demasiado grandes y difíciles de sortear. Pero, no huyamos, no seamos superficiales, el problema es tuyo, y tú lo tienes que comprender y resolver; y cada cual, ha de hacer los mismo. No espere a que alguien se lo resuelva; porque ese que quiere que le resuelva los problemas, también tiene sus problemas, que son los mismos que tenemos todos. Por tanto, buscar a alguien para que nos resuelva nuestros problemas, el miedo, la ignorancia, la división, la brutalidad, etcétera, forma parte de la continuidad del problema, da vida a nuestro problema.
Por tanto, eso quiere decir que estamos solos. Y esa soledad, es una bienaventuranza.

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La belleza

¿Estamos seguros de saber lo que es la belleza; y no lo que nos han dicho que es? Porque, la belleza no es un cuadro pintado y colgado de la pared de un museo o una sala de exposiciones; tampoco es, una puesta de sol. La belleza, está dentro de uno; y si la tenemos, en todos los sitios la veremos. Porque la belleza, no es sólo ver algo que nosotros vemos como belleza. La belleza, cuando vemos de verdad algo bello, todo lo que le sigue también es belleza. No es bello, el cuadro colgado, la escultura expuesta, sino que la belleza tiene que estar en todo: en el ir a verlo, en la entrada, en la luz que hay, en las personas que están a nuestro alrededor, en el mismo lugar donde estamos observando. Pero eso es muy difícil.
Esa manera de mirar y ver lo que nosotros nos gusta y agrada, para decir que tiene belleza, es la respuesta de nuestro condicionamiento, de nuestros perjuicios y educación. Eso es lo mismo, que cuando decimos que tal mujer o tal hombre, tienen mucha belleza, son bellos. Y, eso es verdad; pero las otras personas que no consideramos bellas, las que nos son indiferentes, o no las vemos bonitas, también son bellas, tienen belleza. Todo lo que existe es bello, es belleza. La casa bonita y elegante, aseada y bien cuidada; la casa humilde y sin ninguna comodidad, la chabola o la barraca, también son bellas, tiene belleza. Y lo mismo hacemos, con los animales -perros, caballos, gatos, pájaros- y, desafortunadamente, también con los árboles. ¿Se puede decir qué un árbol es feo, que no tiene belleza?
Y esta manera dualística y divisiva de encarar nuestra vida, es la que está generando toda la desdicha y el desorden en que vivimos. El racismo, es eso: los blancos y los rubios, los de piel encarnada, sí que me gustan; pero los de piel oscura o negra, siento un rechazo hacia ellos, ya que no me gustan. ¿Tú sabes eso lo qué quiere decir, lo que provoca y genera? Y lo mismo sucede con las religiones: la mía la encuentro tan buena, razonable y verdadera; pero las otras religiones, las encuentro peligrosas, supersticiosas, sin sentido, como algo extravagante. Y esa misma dualidad, que es división, también genera y construye las fronteras con sus nacionalismos. ¿Por qué decimos que esa persona es extranjera? Si todos, estamos en el mismo barco, que es la hermosa tierra.
Si nos diéramos cuenta de lo que esta dualidad provoca, seguro que no encararíamos así la vida, a las personas, a los animales, a los árboles. Nos hemos acostumbrado a vivir así, lo vemos en el deporte, con su unos contra otros; lo vemos en todas las competiciones, ya sean artísticas, culturales e intelectuales, en el lugar de trabajo: yo contra tú, nosotros contra ellos. La cuestión es: si pudieran mirar atentamente lo que sucede, lo que está pasando en su vida, en la vida de todos; si se diera tiempo para mirar y observar con atención, tal vez, iría más allá de la dualidad. Pero, es tanta la necesidad de competir, de triunfar, que está confundido y se refugia en la vulgaridad. Por eso, lo más vulgar que hay, es triunfar.

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La comparación genera confusión

¿Espera que alguien le diga lo qué tiene que hacer, cómo tiene que vivir? Si tropiezas con alguien, que quiere ser tu guía y tu salvador, entonces estás acabado. Porque, te meterás en una jaula. Serás como alguien que está atado a un poste, y aunque la cuerda sea larga, no tendrás libertad. Y entonces, qué sentido tiene el vivir. Sino hay libertad, la vida es mortecina, pesada y fea. Pero, como todo en la vida, y eso forma parte de la libertad también, si uno no conoce lo que es ser libre, puede no tener ningún problema. Eso es algo que parece una paradoja, algo sin sentido, pero no lo es. Porque, la libertad, es no estar dividido ni fragmentado internamente. Esté donde fuera que esté, haga lo que haga, si no está dividido, sino hay división interna, es libre.
Pero, una de las cosas más importante en la vida, es ser serio, ser honesto, ser íntegro, a la hora de encarar la existencia. Eso quiere decir, qué si estamos investigando la libertad, cómo hacer que la libertad florezca, uno tiene que hincar el diente, encararse con todo su ser, para ver si puede descubrir esa cosa tan maravillosa que es la libertad. Cuando uno estuvo viviendo en una isla, había personas que no habían salido nunca de allí, o habían salido en cuanto apenas, y no se les veía neuróticas e infelices; y la isla tenía unos treinta kilómetros de largo, por unos quince de ancho. Ellos se habían hecho a vivir de esa manera, con una paciencia que llamaba la atención, con movimientos no apresurados. Era tal la autenticidad, que una mujer pastora, al traerle su hermano un televisor, cuando todavía había pocos, y ver como se mataban los hombres, se alteró de tal manera que tuvo que ponerse en manos de un psiquiatra. Y eso es la libertad, ser auténticos, solos, sin ningún problema, ni comparación.
En las escuelas, en los institutos, cuando el profesor está comparando a un alumno con otro, los está destruyendo. Porque, cuando alguien compara, le está impeliendo a que se fuerce para ser de una determinada manera. Y donde hay esfuerzo, hay confusión, división entre lo que uno es y lo que quieren que sea. Por tanto, no tenga ningún miedo de ser como es, actúe según su criterio y su corazón. Porque, si no hay división en ti, hay orden que es amor. No importa como vistas, cuánto trabajas, lo que comes, si te mueves mucho o poco.
Tú no puedes ser libre, si alguien te obliga que hagas algo que no quieres; por muy noble que parezca, por muy buenas intenciones que sean, si te sientes apremiado y forzado, eso provocará confusión y desorden, y no habrá libertad. Porque, como ya hemos dicho, la libertad nace dentro de uno; es de uno, y eso es suyo, y nadie se lo puede arrebatar. Invocar la justicia, la compasión, la democracia, el amor, y si para conseguirlo tienes que hacer cosas que son lo contrario, si tú en tu vida eso que quieres no lo vives, es ridículo, es absurdo. Todas las calamidades, que han sucedido y suceden: violencia y guerra, tienen su origen en que se quiere imponer una manera de vivir, que ellos no lo hacen en su vida, no viven de acuerdo al patrón, a la idea que quieren conseguir e imponer. Y antes de la violencia y la guerra, está el hambre, la injusticia, la absoluta falta de respeto, la brutalidad y la crueldad, que por la fuerza de los hechos ha de abocar a la guerra. Como de hecho sucede, en cada día de nuestras vidas: nuestra manera de vivir es un estado de guerra de baja intensidad.
Por tanto, cómo puedes pedir la paz, el cese de la violencia, de los asesinatos, si vivimos en guerra desde que nacemos hasta que morimos. El actuar en ese ámbito, de: “yo no soy violento, tú si que lo eres”, y querer a partir de ahí hacer una idea o teoría, un plan político, una manera de vivir, genera división, confusión y violencia. Por tanto, lo primero, es ver cómo somos internamente, no lo que nos han dicho que somos. Investiguemos nosotros, cómo somos en realidad, como si no supiéramos nada, como si se encara con algo que no conoce y nunca ha visto. Y si eso es así, si se ve realmente como es, verá que lo que encuentra no es lo que le han dicho; verá, que todos somos básicamente iguales en su esencia, y por eso todos generamos violencias, somos violentos.
Por tanto, para incidir e ir más allá de la violencia, ha de tener plena libertad para mirar, indagar e inquirir quién soy, cómo vivo, cómo me relaciono con las personas y todo lo que conforma la vida. De lo contrario, seguirá generando eso, que tal vez, quiere que desaparezca: el hambre, la brutalidad, los asesinatos, la absoluta falta de respeto, la violencia. Y eso, sin ser libre, sin vivir en libertad, no se podrá conseguir. Por eso, tiene que empezar muy cerca, que es usted, que es su casa, su trabajo, su relación con los que vive, su relación con el dinero, con lo que tiene.

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El descartar

Cuando uno habla con las personas que se interesan por la vida, encuentra que hay un momento en que les cuesta avanzar. Ese momento, es cuando tienen que descartar su manera de vivir, descartar sus opiniones e ideas, y encararse con la realidad. Admitir que uno está condicionado, y por tanto no tiene libertad, admitir que es vulgar y repetitivo, es algo que molesta reconocerlo. Porque, nos han dicho que somos libres, somos modernos e independientes; y que con todo eso, ya lo tenemos todo solucionado. Algo que, también, refuerza la idea de que alguien está en el lugar adecuado, que va por el mejor de los caminos, es su aspecto exterior; ya que así, nos sentimos miembros de algo que no se sabe lo que es, pero que nos ayuda a no sentirnos tan solos y desamparados. Pero todo esto, forma parte de la vulgaridad y de la superficialidad. Todo lo dicho, no es ninguna novedad, pues todo es una continuidad, que se repite y se repite.
A todo esto, hay que añadir un rechazo a todo lo de la generación anterior. Ha habido momentos de revolución, con sus matanzas, que parecían que todo iba a cambiar; también ha habido momentos en que la consecución de la libertad, parecía que se hacía realidad. Pero esa libertad conseguida, era a costa de los demás. Y como siempre, fruto de una alucinación, ya sea inducida por las drogas, o por las mismas ideas y teorías de siempre: políticas, alentadas por la moda del momento, espirituales o de liberación. Pero, si tuviéramos nuestra mirada en la eternidad, veríamos que fútil y repetitivo es lo que ocurre, cuando creemos que vamos a cambiarlo todo. Y por eso, lo primero que se manifiesta cuando todo parece que va a cambiar, es el aspecto externo. Y eso, que puede estar muy bien, si no va acompañado de un cambio radical en la psique ¿qué sentido tiene? Porque la crisis, es una crisis de la conciencia. Podrán hablar de la economía, de la moralidad, de la libertad necesaria; de la política y su intento de poner orden, con una sociedad más justa e igualitaria.
Pero todo eso, no tiene ningún sentido ni ningún valor, si no vemos la necesidad de un cambio radical en nuestra psique. En la que vea, todo el condicionamiento, que hace que genere nuestra manera de vivir y que ha construido está sociedad tan corrupta e inmoral.
Nosotros estamos acostumbrados a vivir, aunque siempre hay una crisis, con toda clase de comodidades: nos sobra comida y ropa, hay residencias y asilos, hay abundante dinero para festivales de toda índole. Y todo eso, nos tiene alucinados, nos hace ciegos, a lo que hay, que no queremos ver. Pero hay muchas personas, que ni siquiera podrán gozar en su vida de un baño con comodidad, ni tener una habitación para estar reponiéndose y a gusto, ni tienen ninguna seguridad y viven al día. Pero, por qué, si tan modernos y cosmopolitas que son, no ven todo lo que está sucediendo vaya donde vaya, por todo el mundo. No les molesta ver como sufren las personas, con su absoluta falta de libertad, de respeto y dignidad.
Pero el problema está, en que, si que lo ven, pero no quieren hacer nada al respecto, para que todo cambie, porque eso conlleva que tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, tan superficial, tan repetitiva y rutinaria. Es decir, lo que más nos cuesta es tener que renunciar a algo, descartar, ceder tantas cosas que son banales, pero que le damos tanta importancia. Y por eso, toda revolución, todo intento de cambio, se queda en palabrería, en ruido, en un exhibicionismo externo. Y ahora, sobre todo los más jóvenes, al ver que la anterior generación ha fracasado, tienen que hacer algo para que el dolor y el sufrimiento tan atroz, cese y no nos destruya, tanto psíquica como físicamente.
¿Lo harán? O serán engullidos por la vulgaridad y la superficialidad; y serán arrastrados sin poder reaccionar. Porque una vez, está uno encajado, todo se vuelve más complicado a la hora de descartar lo negativo. Pero siempre, está la oportunidad de ver la necesidad de hacer algo, para que vivamos siendo libres y gozando de lo que hacemos a cada momento. Pero, todo eso no tiene ningún sentido ni significado verdadero alguno, si uno no vive en su vida cotidiana, todo eso que quiere para los demás. Porque, si tú lo vives, ya está todo hecho. Porque, es más importante vivir la emancipación y la libertad, que divulgarla.

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La atracción y sus resultados

Es verdad que ciertas personas, tienen una información que es la llave para resolver los problemas; además, son muy magnéticas y atractivas. Y, ante esto, hay quienes se aferran a ellas, sin ningún rubor, ni problema. Es verdad, que en esta vida uno tiene que hacer algo. Y que ese algo, puede convertirse en una obsesión -que los demás, lo pueden ver como una exageración, extravagante y ridícula-. Creo que el peligro está, en no ser conscientes de lo que llevamos entre manos. Porque, si uno hace cualquier cosa, sea lo que sea: trabajar, pintar, viajar, estudiar, o una relación con una persona, etcétera, seguramente, para que eso funcione, tendrá que dedicarse una gran parte de su tiempo y energía. Por lo tanto, aunque eso para unos es una obsesión, para otros es una necesidad.
La cuestión está en, qué sucede con tu vida, qué resultados vas observando en ti, a la hora de relacionarte con las personas; la ansiedad que te genera. Hay muchas personas, que entregan una parte de su libertad -o toda- por una persona, para servirla, para hacer y pensar lo que le diga. Uno puede servir a otro, pero tiene que ser realista, lo hace porque obtiene algo a cambio. Y otro, puede seguir a una persona, porque también saca algo de ella. En todo caso, lo que sucede, es que, si la dedicación se sale de lo considerado normal, se denomina obsesión, o que está uno colgado con eso que hace y lleva entre manos. Es verdad, que hay ciertas cosas que, en sí, llevan al peligro. Pero el mayor peligro de todos, es no ser consciente de dónde está uno, qué es lo que hace y cómo se comporta.
La cuestión se complica, cuando alguien te dice que de la manera cómo vas, no vas bien; que haces cosas que no te favorecen y que te perjudican; cuando las personas te ven como algo distorsionado; cuando no puedes comunicarte, porque no encuentras la manera de hacerlo. Entonces, sí que hay que hacer algo al respecto. Porque, cuando uno no puede comunicarse con las personas, porque es que no puede, porque las mismas personas te rehúyen y no te dan la oportunidad, es hora de hacer un cambio radical. Lo más importante en la vida, es la relación. Ya que, sin relación, no hay vida. Nosotros, nos vemos cómo somos en la relación, aprendemos en la relación con los demás. Por tanto, una persona aislada, está acabada. Las dolencias y los desequilibrios mentales, todos tienen el mismo síntoma: la no relación, la no comunicación.
Por eso, cuando uno es un seguidor de una persona, por sabía que sea, por encantadora que sea, si te altera de manera que pierdes el poder comunicarte, de la manera más cordial, afectiva y respetuosa con las personas, es hora de ir más allá de eso. Pero, así y todo, uno ante otra persona a la hora de evaluarla, calibrarla y juzgarla, siempre tendrá el carácter de subjetividad. Porque, cada persona, como todas, tiene infinitas posibilidades en todos los aspectos y en todos los ámbitos. Otro problema que tenemos, es que nos gusta intervenir, hacer algo; y con tal de actuar, podemos hacer y decir toda clase de tonterías.
Aún hay otro problema más, pues si es negativo obsesionarse con algo, también es negativo obsesionarse por estar siempre rodeado de personas, hablando, discutiendo, rozándose con ellas. Pues, verse siempre con las mismas personas, genera malas consecuencias. Pero, al querer señalar y juzgar, nos convertimos de alguna manera también en subjetivos. Por eso, la comunicación es imposible, si no miramos en la misma dirección. Si eres afortunado y conoces a una persona, que tiene esa sabiduría necesaria que resuelve los problemas, que es atractiva y magnética, si es honesta y no corrupta, no consentirá, de una manera o de otra, que estés atrapado por ella.

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Las experiencias

Cuando más angustiados y desesperados estamos, es cuando más buscamos las experiencias, como un bálsamo para la inquietud. Pero la inquietud, es la consecuencia de la ignorancia, de la desatención, de la inatención. Porque, no nos damos cuenta que la experiencia, tiene que ser lo nuevo para que sea verdadera. Pero, cuando dices: “he tenido una experiencia”, es porque la reconoces. Y si la reconoces, ya no es lo nuevo, sino una repetición; tampoco se puede decir, estoy teniendo una experiencia tal, porque el darse cuenta crea una brecha entre lo que se vive, que es la experiencia, y la memoria, que es el “yo”, que se da cuenta. El observar atentamente, y pensar es imposible. No te has dado cuenta, que cuando estás haciendo algo que te reclama toda tu atención, el pensamiento psicológico, la memoria y el “yo”, no pueden operar. Cuando experimentamos lo nuevo, no decimos en ese momento: “que experiencia tan extraordinaria y bella; o aterradora”, si lo decimos eso no es verdadero. Cuando vivimos algo con profunda atención, nada más podemos observar, pues no existe el “yo” en ese momento. Es luego, que el “yo” interviene y dice: “Esa experiencia que he tenido, me gustaría repetirla, ya que me ha hecho sentirme bien”. O, al revés: «Esa experiencia tan molesta y desagradable, desearía que no se volviera a repetir». Es decir, para vivir una experiencia cualquiera, pero verdadera, es preciso que el “yo” y todos sus inventos, estén ausentes. Mientras el “yo” opere, traerá la repetición, el pasado, lo conocido.
Pero en lo conocido, estamos tan seguros. Pero, entonces sucede lo mismo de antes: al creer que estamos seguros en lo conocido, es cuando estamos inseguros. Porque, la seguridad no existe en absoluto. Solamente existe la total inseguridad, que es cuando somos verdaderos seres humanos. Porque, cuando asumes que tú no puedes tener ninguna seguridad, es cuando te haces serio y profundo, porque ves lo que implica ser descuidado e inatento. Ves la absoluta estupidez de amasar dinero, la tontería de triunfar, de ser famoso, porque sabes que eres tú el único que puede velar por ti, que no puedes confiar en nadie. Es decir, el estado de mayor vulnerabilidad, es el de mayor seguridad posible. No estamos acostumbrados a encarar las cosas, los hechos de esta manera, ya que somos muy repetitivos, muy de segunda mano. Si tú, no tienes nada, no tienes que defender nada. No tener nada, quiere decir ni ideas ni teorías: ni patria ni país, ni banderas, ni religión. Sólo lo necesario para alimentarse y resguardarse del tiempo. Si encaras así la vida, lo que necesites llegará de una manera o de otra.
Ahora bien, podemos vivir y encarar nuestra existencia de esa manera, haciendo lo contrario de lo que hace la mayoría, que necesita abundancia de todo, a todos los niveles y en todos los ámbitos. Solamente, lo podrás saber si lo pones aprueba, si lo vives. Porque vivir, no es eso que hacemos: trabajar, comer, dormir, y buscar placer, ya sea con el sexo, con las drogas, o con cualquier actividad. Vivir, es darse cuenta de lo que implica cada cosa que hacemos, cada movimiento que sucede dentro de nosotros. Y ver lo falso y descartarlo. Es decir, darse cuenta de lo condicionados que hemos sido educados, de nuestros miedos y temores, de nuestra ignorancia, de lo poca cosa que somos. Y, de ese darse cuenta, de esa visión, al descártalo radicalmente, que llegue lo nuevo. No preguntes lo nuevo qué es, pues si lo sabemos ya no es lo nuevo. Pero, lo que, sí que está claro, es que para que venga lo nuevo, hay que morir a lo viejo, que se repite y se repite desde siempre.
Esta manera de encarar la vida, de vivirla, parece que tenga muchas dificultades, pero no más que las de cualquier persona. Lo que más nos iguala, son los problemas. Todos, pobres y ricos, feos y guapos, sanos y desafortunados en su cuerpo, fuertes y débiles, tenemos los mismos problemas. Así que, problemas por problemas, intentemos hacer las cosas de la mejor manera posible. Esto es: no hacer las cosas para que generen desorden y confusión, enfrentamiento y contienda; es decir, para que el sufrimiento y el dolor sea el menos posible.

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Las opiniones

Hace unos días, un joven hombre dijo: “una mente nunca se podrá transformar a menos que tenga el cuerpo 100% sano”. ¿Qué dicen de esta afirmación? ¿La encuentran razonable, con sentido, vale la pena que la investiguemos? O, no les interesa.
El cuerpo que tenemos, es el que es, el que nos ha tocado. Puede haber nacido sano y al tiempo enfermar. Pero, una persona que nazca ciega o con otra discapacidad, o insuficiencia física, ¿se podrá transformar psíquicamente? ¿Podrá ir más allá de su condicionamiento, de su estructura psicológica que ha heredado? ¿Podrá salir adelante a pesar de su desventaja, de su obstáculo físico?
Vamos a plantearlo de otra manera. Ya saben, espero que sí, sobre todo los más jóvenes, que las personas cuando llegan a la madurez, a la vejez, no están al 100% sanas. Y, entonces, ¿todas las personas viejas, ya están fuera del ámbito de la liberación, de la transformación de su mente? Espero que estén viendo en ustedes, lo que les estoy diciendo: que cuando tengan sesenta, setenta, ochenta años, o a partir de ahí, ya deben de olvidarse de todos los problemas, de los retos, de la crueldad, de la falta de respeto, de la violencia, etcétera, y vivir como si fueran una pared en blanco. La transformación mental, el darse cuenta de lo negativo y descartarlo, es dado de una manera misteriosa para nosotros. Pues, esa transformación mental, está sujeta a los cambios, a los retos, a las circunstancias de su vida. O, no. Pero, lo que está claro, es que nadie tiene la receta, nadie le puede decir, qué tiene que hacer para transformar su mente e ir más allá de su condicionamiento.
¿Por qué una persona ciega, o con alguna otra insuficiencia, no tendrían que poder, deshacerse de esa maraña que es su pensamiento, del “yo”? La libertad, la liberación, es amor. Y el amor, es en todas direcciones. Y, va más allá, de direcciones, de lo conocido, de lo establecido. Porque el amor, es lo nuevo y lo que no ha sido visto ni tocado, por el pensamiento. Cuando aparecen los códigos, las normas y las leyes, que pretenden poner orden, entonces el amor no puede ser. Porque todo eso de los códigos y las leyes, está hecho por los hombres, es su hechura. Y el amor, no está hecho de los materiales que usa el hombre: egoísmo y miedo, deseo y desesperación. Así que, no sabemos nada. Pero, sí que sabemos, los que son afortunados, dónde está lo negativo. Puede alguien, tener amor y ser deshonesto e irrespetuoso, ser insensible al dolor de los demás.
No creamos, que las cosas se pueden explicar de una sola manera; y hacer una copia, para entregarla por ahí para que la lean y hagan lo que dice allí. Las posibilidades, son infinitas y siempre nuevas. Y para que llegue, ese manantial de infinitas novedades, solamente hay que olvidarse y morir a lo viejo. Y el viejo patrón, es lo “mío”, lo “tuyo”, el “yo” y el “tú”. Y todo esto, nos aísla, nos divide, nos constriñe, nos hace viejos y repetitivos. Y entonces, decimos toda clase de tonterías. La fábrica de lo nuevo, de lo nunca visto, es el amor. Y si uno tiene amor, entonces tiene esa riqueza, que es su inteligencia. Y sabe, porqué es inteligencia, porque no la usará para únicamente beneficiarse ni para destruir a otro. Porque, esa sabiduría, que trae el amor, todo lo resuelve a su manera, que es la mejor manera posible. Por qué, ese deseo de querer más y más. Queremos ir más y más deprisa; y queremos ir más y más despacio. Y, ninguna de las dos cosas, no traen orden.
Y al final de todo, está la ignorancia. Que es, que cualquier cosa se puede conseguir, aún con brutalidad y crueldad, aún con indiferencia e indolencia. Y, sí que se pueden conseguir, pero los resultados pueden ser la violencia y la guerra. Y, ¿quién, ya sea sano y fuerte, débil o discapacitado, no lo puede ver? Los desafortunados.

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Las experiencias psíquicas

Hay personas, que, sin quererlo, tienen experiencias psíquicas: perciben de una manera que es incomprensible para la mayoría. Algunas veces, tienen una relación, mental o virtual, con otras personas que están muy lejos de ellas, o no tan lejos. Sin darse cuenta, empiezan a hablar con ellas; y al cabo de un tiempo, ya tienen una relación como si fuera casi verdadera. Con todo lo que esto significa, de afecto, cariño, sexo, posesión, miedo, rechazo, resistencia, crueldad, etcétera. La relación, es tal, que, salvo el contacto físico, todo parece como si fuese real. Se siente el dolor y la alegría, la amargura y la felicidad, como se siente en la realidad. Pero, toda esta relación que es solamente psíquica, trae malas consecuencias, confusión y desorden. Es decir, aislamiento; y por tanto, división con toda la falta de respeto y crueldad. Puesto que, el mundo psíquico, y el factual -el real, el convencional-, entran en colisión, se dividen y enfrentan.
Esto quiere decir, todo lo maravilloso que es nuestra mente; y también, lo peligrosa que puede llegar a ser. La mente, como parte del todo, es infinita también. Y por eso, hemos de ser afortunados a la hora de saber usarla. Un mal uso de la mente, te puede llevar al abismo de la locura. Si usamos no adecuadamente la mente, será tanto lo que podamos ver, que no se podrá ni comunicar. Y entonces, es cuando viene la incomunicación, el aislamiento, la soledad negativa.
Hay personas, que han usado sus poderes perceptivos, a la hora de tener experiencias religiosas. Y las personas sinceras y honestas, realistas, las han desechado. Diciendo, que eran una proyección de ellos mismos. Porque, cada uno tiene la percepción, según su condicionamiento. Un cristiano, tendrá experiencias con su único salvador, con sus santos, etcétera. Y así, el musulmán, el judío, el hindú, cada cual verá su propio condicionamiento, que es su consciencia, su mente, donde todo su pasado está allí. La consciencia, es su contenido, que es la memoria. Y, aunque cada grupo racial o cultural, tiene sus propios rasgos, como ya lo hemos dicho, en esencia todos tenemos una misma consciencia. Es decir, el mismo condicionamiento, que se manifiesta en el ego, el “yo”. Y, es a esto, que es el principal problema que tenemos, a lo que hemos de invertir nuestra vida. Porque, si estamos libres del condicionamiento, del ego, del “yo”, todas nuestras dificultades desaparecen.
Donde más, podemos ver la falsedad de la mente, es en sus proyecciones. Cada uno, ve lo que proyecta en lo observado. Lo que, a uno, le da un sentimiento de paz y tranquilidad, a otro lo puede irritar y generar un sentimiento de rechazo. A eso, también se dice, el relativismo. Es decir, la misma cosa observada, uno lo ve adecuado y correcto y otro lo encuentra negativo e incorrecto. ¿Nos damos cuenta, de que todo lo que concierne a la mente tiene su peligrosidad? Y por eso, decimos que la seguridad no existe en absoluto. Porque el hombre, es su mente. También es su cuerpo. Pero lo hemos dominado y maltratado tanto, que su inteligencia innata ha desaparecido. Por tanto, hablar de la mente, es hablar del hombre; y al revés, al hablar del hombre, es hablar de la mente. Te das cuenta, porque es tan importante ver y descubrir cómo funcionan nuestras mentes. La mente, incluye al pensamiento y al cerebro. Y la mente, en su aspecto no negativo, incluye, además, del pensamiento y el cerebro, también al corazón.
Eso del corazón, como comprenderán, no se refiere al órgano que funciona en nuestro cuerpo. Sino que se refiere, a esa intuición, a esa magia, que no se puede explicar; pero que actúa, en determinados momentos, convirtiéndolos en especiales. Así, que la mente, que es la vida, es lo que nos tiene que importar. Si, es indiferente e indolente, si solamente lo quiere pasar bien, lo que llegará será desorden y caos. Es decir, su mente estará dominada por su ego; y, actuará según los criterios del “yo”. Y, todo ese desorden, que genera el “yo”, luego lo proyectamos en nuestras relaciones, en nuestras vidas. Una persona, que tiene miedo, siempre ve el miedo por todas partes. Su ego, su “yo”, como ha sembrado lo negativo, y como no ve la manera de salir, que es cesar en su actividad y desaparecer, siempre tiene miedo, está temeroso.

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El agarrarse al estar perdido

Cuando hay algunos condicionantes, que no podemos eludir, es cuando nos damos cuenta de lo poco que somos. Están los cambios climáticos, los cambios en las personas, los cambios de un lugar a otro. Todo cambio, es perturbador; altera lo que está establecido. Y todo eso nos disgusta, porque tenemos que responder a una cascada de retos, que no estamos a costumbrados a ellos. Pero la vida tiene su dinámica, que no tiene nada que ver con lo que a nosotros creemos que nos conviene. Y por eso, es que somos tan conservadores, tan aburridos; y para no serlo, inventamos toda clase de distracciones y entretenimientos, cosas que nos evadan. Pero la insuficiencia, siempre está ahí detrás de toda experiencia, de todo intento de escaparnos de la realidad, que es nuestra manera de vivir. La vida por muchas cosas que haga, no la va poder cambiar. La vida, es nacer, crecer y expandirse en la plenitud, decrepitud y muerte. Es decir, la vida es destrucción, amor y construcción.
Y es por eso, porque no lo comprendemos, no lo aceptamos, que el dolor siempre está ahí. Y por eso, la vida es dolor; el estar vivo, es dolor. Porque, para vivir, para seguir estando vivos, hay que participar en esa guerra de todos contra todos. Ya sea una guerra entre países, entre grupos étnicos o ente dos personas. Y, luego está la guerra con los animales, con los vegetales, pues los necesitamos para comer y poder subsistir. Y hemos de violentarlos. Es decir, la vida es violencia. ¿Se puede cambiar, este paradigma, esta manera de vivir? Si no queremos vivir y participar de esa violencia, porque no queremos hacer ningún daño a nadie ni a nada, entonces tendríamos que dejar de comer y perecer, morir. Y aunque, incluso, dejáramos de comer, en el mero hecho de estar vivo ya destruimos: bacterias, microbios, ácaros, seres vivos invisibles.
Por tanto, como no podemos erradicar la violencia por completo de nosotros, la pregunta es: ¿Qué hacemos con la violencia? ¿Cómo nos enfrentamos, cómo nos encaramos a esa violencia? Porque, hemos de vivir y para vivir, aunque sea mínimamente, hemos de ser violentos. No todo es tan negro, si vemos toda esta cosa que es la vida, como un todo, una unidad. Y entonces, volvemos a decir: la vida, es destrucción, amor y construcción. Una vez vemos, que todo está relacionado con todo, que la energía y lo que la genera es eterno; y, que nosotros somos como piezas de esa energía, de esa unidad. Qué nos queda, ¿participar de ese orden, que parece indescifrable, o seguir con más división, violencia y guerra?
Por supuesto, que la vida hay que vivirla de manera que haya menos problemas. Nos creemos que podemos desafiar ese orden, que no es ni tuyo ni mío ni de nadie. Cooperando con ese orden, que todo lo mueve a la perfección, tenemos problemas; si luchamos, y nos ponemos contra él, aún será peor, porque tendremos más y más problemas. Porque la mente, puede inventarse otra realidad, otro paradigma, otra manera de vivir y encarar la vida, pero el ser humano siempre será el perjudicado de ese desafío. No creamos que todo está dado, está determinado; pero tampoco creamos, que podamos inventar y crear algo diferente, que nos gusta y satisface más. Solamente, existe algo que es la necesidad, que es una vida de austeridad, que nos lleva al orden. Austeridad, no quiere decir la del monje, la del que se reprime y tortura; esa austeridad, es la que ve lo que es, y se atiene a ello. Y entonces, haga lo que haga, estará dentro del orden, será orden.
Siempre decimos que queremos ser felices, que buscamos la felicidad, pero no hacemos lo adecuado para ir en pos de esa felicidad. Y eso, es debido a la ignorancia y a la impotencia. Porque primero, hay que ver cómo funciona la vida; es decir, cómo funciona nuestra mente, nuestros cerebros. Y después, el comprenderlo de tal manera, que podamos vivirlo en cada reto, en cada instante de nuestras vidas. No creamos, que eso llega mirando las nubes y el cielo, esto tiene que tener una dedicación total y absoluta de nuestras vidas.

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La memoria, es el pasado

La memoria, es su contenido, que está en el cerebro. Esa memoria, son todos los miles y miles de ayeres, miles y miles de años, que es lo que nos hacen repetitivos, condicionados. ¿Podemos librarnos ahora, no mañana u otro día, de todo ese pasado heredado desde hace tanto tiempo? Nos creemos muy civilizados, pero somos como los animales, aunque vayamos vestidos, etcétera, pues tenemos miedo, vivimos con temor. El miedo, es lo viejo, nuestra herencia más antigua. Los animales, tienen miedo. Ellos, actúan a su manera, que sería como si dijeran: esté lugar, donde estoy sentado tomando el fresco, a la sombra de este árbol, es mío; así que, no te acerques mucho o te atacaré; o, todos los frutos de este árbol, son míos, no cojas porque habrá violencia y guerra; y, lo mismo con las hembras. Los animales, como nosotros, lo quieren todo, van a por todo; y, van intentando establecer su posición y su estrategia para hacerse con todo, ser el más en todo.
Y todo eso, es el ego, el “yo”. La cuestión es: se puede cambiar todo esto; todo este condicionamiento, que desde siempre ha existido en la tierra desde que empezó la vida, tal como la conocemos. O, piensan que ya está bien, con su sueldo, su negocio, su casa para el invierno y otra para el verano, con sus viajes. Cuando más seguro se cree, es cuando uno no quiere el cambio. Por eso, los que no quieren la revolución, son los que temen algo que perder. Pero, no se crea que está seguro, no lo está en absoluto, porque sólo existe la inseguridad; y, los que no tienen en cuanto apenas nada, están esperando la oportunidad de hacer lo mismo que usted, pero menos delicadamente, menos sofisticadamente. Qué es: lo que más me beneficia lo quiero para mí. Es decir, el egoísmo. Y, por eso, es que hemos construido esta manera de vivir, esta sociedad, tan agresiva y violenta, con los hombres armados. Que, por cierto, en el actual estado de cosas, en esta situación, tienen su sentido, como salvaguarda.
Cuando uno ve, que las personas son llevadas ante la justicia, piensa y se da cuenta lo que genera y provoca el sistema: la situación actual con su escala de valores de corrupción, de egoísmo, de falta de sensibilidad. Y ante todo eso, uno se pregunta, ¿aún necesitan más retos, más problemas, más impresiones traumáticas, para ver qué se puede hacer con ese condicionamiento, que nos atañe a todos, que es de todos, lo tenemos todos? ¿Qué siente ante el dolor que hay, al ver a las personas que viven y duermen en la calle, ante los que no tienen trabajo ni empleo? Si empezamos a investigar las causas de todo esto, es fácil establecerlas. Pero, esas causas nos llevarían a otras causas y así no terminamos nunca. Por tanto, el principio no sabemos dónde está; y, por otra parte, no nos interesa, porque, aunque lo supiéramos no nos resolvería los problemas. Pero, sí que sabemos dónde está el final de las causas: morir a todo lo viejo, a todo lo que nos hace egoísta y crueles. El egoísmo, es crueldad, es no pensar ante el daño que hacemos a otro; no pensar, ante la repercusión de la respuesta del otro a ese daño que le hemos causado. ¿Por qué, creemos que somos especiales, qué tenemos más derecho que los demás, qué solamente nosotros somos capaces de sufrir más dolor que los otros, es decir, como si los otros no sintieran el sufrimiento y el dolor como nosotros?
¿Podemos librarnos ahora, de todo el poso que hemos acumulado a lo largo del tiempo y sentirnos libres para mirar en todas direcciones, para mirar a las personas, a nuestros retos, cara a cara? Solamente, lo puedes hacer tú, pues es tu vida y tu responsabilidad. No esperes que te solucione los problemas el especialista en esto o aquello. Porque el que dice que sabe, es como tú; ya que, el observador, es lo observado; y, por tanto, también está confuso, está angustiado por los problemas de la vida. Así que, eres tú el que se tiene que enfrentar al problema de la vida, al problema de tú vida. No hay más, tanto si quieres, como sino. Si dependes de otro, estarás perdiendo el tiempo, estarás aplazando el mirar cara a cara tu vida tal como es; no la que quiero ver, porque me gusta más y me satisface.

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Ver la imposibilidad del cambio, es cambiar

Una de las cosas más entrañables de la vida, es que en un momento u otro te puede sorprender. Mejor dicho, son los hombres los que no dejan de sorprendernos. Porque, las sorpresas de la vida son más físicas: una tormenta muy fuerte, un río que se desborda, una calor y frío extremos, un terremoto o un huracán, un volcán en plena actividad, un maremoto -sunami-. Pero, todo esto nosotros, los hombres, no lo podemos evitar. Cuando alguien actúa indebidamente, sí que hay una oportunidad de cambiar esa actitud; ya sea porque nosotros mismos, nos damos cuenta o porque alguien nos advierte e informa de lo negativo de nuestra actitud. Pero la cosa se complica, cuando la relación es con una institución o un organismo, que se rigen por la burocracia, ya sea de papel o de ordenador. Porque, hasta llegar a hablar, cara a cara, con las personas que están detrás de los papeles o los ordenadores, siempre tarda en llegar. Y esto, es el reflejo de lo insensibles que somos, de lo corruptos que hemos llegado a ser. Porque los problemas, se tienen que solucionar ahora; nada más surgen, hay que solucionarlos y liberarse de ellos.
Da igual si el organismo, es de representación humanitaria, espiritual o benéfica, la espera a la solución de un problema, se hace irrespetuosa y cruel. Por eso, en toda asociación está el germen de la corrupción, de la desintegración moral. De ahí, que es más importante vivir en tu vida cotidiana, lo que tú quieres hacer, y que también lo hagan los otros, por los demás. Porque la confusión, como todo en la vida, no es de uno solamente, no es para uno solamente. La confusión, cuando nace en uno, la transmite a los demás en la relación, en cada cosa que hace. Porque, la dinámica de la vida, para que tenga orden es: tú me pides algo y yo tengo que responder a ese reto, a ese algo que me pides. Y, es porque ese orden no llega, que llegan los conflictos, los enfrentamientos, las revoluciones. La vida si no tiene orden, no tiene sentido, no vale la pena vivirla. Porque el desorden, genera más desorden en todos los ámbitos, provocando anarquía y caos.
Salir del desorden, de la pereza, de la desidia, de la indolencia, nos cuesta tanto que nos hacemos miserables. Y, de esta miseria no estamos libres nadie, porque el reclamar y reclamar solución a los problemas, sin que ello sea posible, es no entender la vida; y, no entendernos; y, no ver nuestras limitaciones. Porque, el hombre es, quiero y no puedo. Queremos tantas cosas, que son imposibles, que no pueden llegar; que tenemos que hacer tantas tonterías, provocando más destrucción y amargura, con tal de acercarnos a eso que deseamos. Todo lo que hemos conseguido, ha tenido un coste altísimo en sufrimiento y dolor, en vidas humanas. Pero, como no vemos el resultado, al ser tan insensibles e inhumanos, pues seguimos como si estuviéramos en la actitud correcta y adecuada, porque vemos que parece que nos acercamos a ese deseo. Deseo que nunca llegará, porque la vida tiene una fatalidad, que no podemos deshacernos de ella.
Todos tenemos que morir. Y antes, hemos de sufrir tanto psíquica, como corporalmente. Y, claro, como sabemos tantas cosas, estamos tan informados, creemos que ese fastidio que es el vivir, lo vamos a poner a una parte. Y, no. No se puede. Aunque vivamos dos cientos, quinientos o dos mil años, igual nos tendremos que morir, igual tendríamos los problemas que tenemos ahora. Cuando los hombres duraban veinte años, tenían ante la muerte las mismas sensaciones, miedos y temores, que tenemos nosotros. Y, cuando duren mil o dos mil años, también seguirán teniendo los mismos miedos y temores que siempre hemos tenido. Y esa es la trampa, el engaño, la ilusión, de creer que en el futuro resolveremos todos nuestros problemas. Y, no se van a resolver. Se tienen que resolver ahora, en este instante, en el presente. ¿Por qué, no vemos que eso que nos sucede a nosotros ahora, ya les sucedía a los que vivían hace cien mil años? Tenían la misma actitud ante la vida, que tenemos nosotros: se comían los animales y antes los tenían que matar; querían ser los más fuertes para cazar más y mejor, para coger la mejor hembra, para luchar por cualquier cosa, ser violento y hacer la guerra. Exactamente igual que nosotros. Ellos iban descalzos, no tenían pólvora ni energía nuclear, ni máquinas. Pero, eran iguales a nosotros.
Por tanto, para qué tanto esfuerzo, tanta violencia, tanta guerra, si no cambiamos, si siempre estamos igual, siempre actuamos de la misma manera. Ahora bien, al verlo claramente; y al ver, la imposibilidad que tenemos de cambiar; ya hemos cambiado. Porque, todo el problema que tenemos, su raíz, está en la división interna. Y, cuando deja atrás la división, también se va el conflicto, el desorden y ese caos que todo lo arrasa. Caos, que es el preludio de la confrontación y la guerra.

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La muerte

Creo que hay dos cosas que más nos alteran la vida: el sexo y la muerte. El sexo, puede ser un problema cuando se es joven. Y la muerte, en la juventud se puede ver lejana y extraña, algo para los demás, para los viejos y los enfermos. Pero, también hay personas, que desde muy temprana edad, ven la muerte muy de cerca y tienen un problema con ella. Aunque la muerte tiene su belleza, es difícil aceptarla y verle su verdadero sentido. Una de las cosas más certeras, es que todos nos hemos de morir. Antes ya han muerto, todos los que nos han precedido. Pero, eso no es consuelo, para ver la belleza del morir. Que todos los que vivimos, nos tenemos que morir, es la suerte y lo preciso para que nazca y llegue nueva vida a la tierra.
Si no muriese todo lo que hay, se produciría un colapso y un caos total, que la vida no podría ser. Un bosque sin muerte, no puede ser; al igual que todas las hortalizas, después de su plenitud, han de destruirse. Por tanto, la vida y la muerte, son dos caras de la misma moneda. Sin vida, no hay muerte. Y sin muerte, no hay vida. Pero, claro todo esto son palabras, son conceptos abstractos; y, por tanto no sirven de nada, a la hora de encarar la muerte. Muchas personas, que tienen actividades peligrosas, juegan con la muerte; pero, eso no tiene ningún valor, porque es tanta la adicción por lo que hacen, y el peligro, que no ven la realidad. La muerte, hay que vivirla, hay que ser consciente de ella; hay que amarla y no huir de ella. Porque, en el momento que huimos, la rechazamos para nunca verla, le tenemos miedo y la muerte nos asusta más. Entregarse a la muerte, es cosa de cada cual. Porque, la muerte no solamente es un asunto de uno, ya que intervienen algunas personas que alteran el ambiente y la paz que lleva la comprensión.
Es una fortuna, tener un ambiente sano, con mucho amor, para que la muerte no se convierta en un problema. No valen las religiones, que le dan demasiado importancia y transcendencia. Porque, cuando uno muere, es el fin y se acabó. No hay nada más que hacer, que olvidarse del muerto. El temor y el miedo, a la novedad que desencadena la muerte, es el problema de los vivos. Pues, ahí reside toda la maravilla de la muerte: es renovación, cambio, sorpresas, alegrías y frustraciones. Las religiones, siempre han intentado, con sus ideas y teorías, manejar a las personas, aprovechándose de ese momento, de la muerte, para contarles un cuento: la reencarnación, el paraíso, etcétera. Y, el ser humano, en su ignorancia, ante el dolor de ir a lo desconocido, dejando lo conocido, se deja arrastrar por las supersticiones.
Otra cosa que caracteriza al mencionar y hablar de la muerte, es su seriedad, su dramatismo, la importancia que le damos. Cuando no tiene ninguna, salvo la novedad que genera y desencadena. Si te se muere una persona que vivía contigo, o si tenías una relación estrecha con ella, entonces ha de pasar algo, que puede ser agradable o desagradable. Pero, cuando vemos los animales, que mueren y matamos, la aceptación por ellos y que no hay ningún problema. Es cuando nos damos cuenta, que hasta en la muerte somos egoístas. Solamente, le damos importancia a la muerte, de lo nuestro, lo mío. Pero eso no es comprender, todo el misterio de la muerte. Porque, es el más grande misterio que no podemos resolver. Cada paso que damos, para querer aclarar, justificar, darle sentido, a la muerte, está encaminado hacia el fracaso. Porque, no sabemos nada. La mente, el pensamiento, puede inventar -y es capaz- toda clase de teorías, con tal de sentir un poco de consuelo.
Es demasiado grande todo, para nosotros, que somos una parte de ese todo. Es decir, la parte no es el todo; pero, el todo si que contiene a la parte. Y, aquí es donde está el amor: lo total, lo que todo lo abarca y nada excluye. El misterio de la muerte, es el mismo que el misterio del infinito. Podemos desentrañar, ver física y mentalmente el fin del infinito. No, porque no hay fin. Y entonces, no hay límites, ni obstáculos para que todo sea. Pero, la pregunta sigue ahí, desde el principio: ¿qué sucede, cuando me muero, con mi conocimiento de que soy el que trabajaba en esto o aquello, o no trabajaba; con el conocimiento de que era muy bajo o alto, del especialista que yo era; con mi conciencia de ser, de estar vivo? Pues, sucede lo mismo que les sucede a los animales: nada, todo desaparece. Porque, en realidad nosotros somos, nuestras experiencias; y, cuando desaparecemos, morimos, todo se acaba y no queda absolutamente nada. Y sí, sé que esto parece a un engaño. Pero, lo aceptas o no lo resolverás. Porque, topamos con el infinito. Que no tiene fin.

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El sexo

Queramos o no queramos, el sexo siempre está ahí. Ese es su poder. Su fuerza, le viene dada porque el diseño inicial, es la reproducción de la vida. Y, haga lo que haga, el sexo estará ahí. Algunos frailes, monjes y religiosos a su manera, dicen que no quieren ni necesitan el sexo. Pero, yo cuestiono esa afirmación. Porque, si uno no tiene algún impedimento, como una enfermedad mental o psíquica, ha de sentir la sexualidad; ellos dirán que no es suya, pero estará dentro de ellos. Incluso los que tienen alguna enfermedad mental, puede que sientan el sexo, ya que el cuerpo tiene su propia inteligencia, autonomía e independencia de la mente. Porque, las personas estamos conectados todos, unos con otros; de manera que todo lo que piensa uno lo transmite a los demás. Y es imposible cerrar toda conexión con los demás, porque esa conexión es automática y a pesar de lo que uno quiera o no. Qué maravilla es ver que un perro o un gato, que viven muy lejos de donde hay una hembra en celo, acudan hasta ella para copular. ¿Cómo son capaces de encontrar a la hembra, como lo hacen? El olfato, es una herramienta para lograrlo, pero por si solo no es suficiente. Hace falta que intervenga algo más. Y ese algo más, es lo mismo que tenemos los hombres, y todos los animales, a la hora de hacer las cosas que nos parecen más importantes de la vida. Y el sexo, nos parece que lo sea; al menos por su transcendencia, para poder generar otra vida; una vida nueva, que significa la continuidad de lo que somos.
Hay tantas cosas que desconocemos, aunque las veamos todos los días, que nos hacen superficiales. No hace falta tener conocimiento de todo cuanto ocurre, pero lo básico sí que es adecuado darse cuenta, cómo funciona. La conciencia, sola es una -algunos dicen, el magma o el alma, el ser- y todos participamos de esa conciencia, teniendo la nuestra propia. Es como ver los millones y millones de estrellas de noche, cada una parece sola, pero forma parte de la totalidad de las estrellas. Y, lo que le sucede a una, al estar relacionada repercute en las otras. En una palabra, todo y todos estamos conectados, entre sí y con los demás. Todo lo que pensamos, tiene una vibración, una intensidad y magnitud de onda, que los otros captan; y, más aún todo lo que hacemos.
Pero claro, todo esto son palabras, es una información, que tiene que ir a parar a ver de qué manera nos deshacemos y liberamos del dolor. Pregunto, ¿cómo nos liberamos del dolor? Porque con el dolor, no se puede vivir adecuadamente. Pues el dolor, distorsiona la mente, nos amarga la vida y todo lo que hacemos. ¿Cómo nos podemos comunicar y relacionar con los demás, con los animales, los árboles, si estamos irritados? Es decir, si no tenemos felicidad en nosotros, no la podremos dar y transmitir a los otros. Por eso, el principal problema, es el de nosotros, es el de cada uno. Porque, eso que es suyo, su vida, sólo usted lo tiene que solucionar. Y, para solucionar su vida, tiene que saber de qué manera funciona su mente, su pensamiento, su cuerpo.
Entonces, el sexo no es ningún problema; más bien, es una dicha, una bendición, algo sagrado. Que no tiene nada que ver, con la vulgaridad y la superficialidad de lo repetitivo y rutinario. No se crea a los que dicen, que han dominado el sexo; porque él tiene que salir de una manera o de otra. Ellos, dirán que no. Pero, lo que se dice, lo que se describe, no es lo descrito. Por tanto, tiene que observar todo lo que ocurre fuera y dentro de usted, Y, entonces encontrará que todo lo que ve, tiene otro significado, más auténtico y verdadero; verá, que todo tiene un sentido y significado que le abre la inteligencia y la sabiduría. Pero, a nosotros nos gustan las distracciones, nos gusta el entretenimiento, nos preocupamos superficialmente de lo que pasa. Y, entonces, seguimos buscando alguien que nos diga lo que tenemos que hacer, ya sea el psicólogo o el psiquiatra, el gurú o el salvador. Pero, ellos no le van a resolver su problema; si son sinceros y honestos, lo único que le pueden indicar es la dirección, como si fueran una señal que le indica hacia donde pretende ir.

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El sufrimiento y el dolor

Alguien dice, que la vida es felicidad. Pero, se olvida de que también es sufrimiento. Vamos a investigar, todo esto de la felicidad y del dolor. Todos los seres humanos hacemos algo para huir del sufrimiento, para alejarnos de él, o que él desaparezca. Pero, pensar que al cesar el dolor, llegará la felicidad, es un error. Porque, tanto el dolor como la felicidad, es un capricho de la vida; nosotros solamente tenemos que vivir. Todos hemos de sufrir; y por tanto, siempre estamos haciendo lo que hacemos de manera que el dolor no esté en nosotros. Las personas que beben, se drogan; las que son fanáticas y las que se agarran a cualquier cosa, por noble y beneficioso que sea, todos quieren eludir el dolor. Pero, el sufrimiento es como nuestra piel, como el aire que respiramos. Hay algún momento de felicidad, pero siempre nos espera el dolor. Porque, para vivir tenemos que generar dolor en los demás; y esos demás, los otros, hacen lo mismo contigo y conmigo, con todo el resto de la humanidad. Pero eso que hacemos los humanos, también lo hacen los animales, que no dudan en provocarnos dolor con tal de poder sobrevivir. Así que, el vivir es dolor.
Por tanto, nos queda la muerte. ¿Qué pasa con la muerte? ¿Qué pasa después de la muerte? Aunque algunos tienen algunas opiniones al respecto, yo las descarto todas. Así que, no se nada al respecto de lo que ocurre después de la muerte. Por tanto, al no saber nada, en ese ámbito de después del morir, me atengo a lo que sí se, que es que la vida genera dolor. Así que, ya tenemos descartado el asunto de la muerte. Ya estamos libres de esa cosa que tiene que llegar, tarde o temprano, queramos o no, inventemos lo que inventemos, ella -la muerte- llegará. Y esto, esta libertad, me llena de energía y alegría, para poder encarar lo que sí sabemos, y que es una realidad., el dolor.
Pero, el dolor no puede desaparecer, es como la muerte misma, siempre está en nosotros. Cuando uno desea algo, el dolor ya está en la vuelta de la esquina esperándolo, porque a lo mejor no llega; y, si llega se dará cuenta que ese deseo, y la ilusión que le acompañaba por conseguirlo, no le resuelve el problema de su manera de vivir, de su vida. Por tanto, seguimos sin podernos deshacer del dolor de nuestras vidas. Pero, yo no quiero proseguir con ese dolor que me hace amargado, insuficiente, con poca energía. Así que, quiero descubrir, de una vez por todas, qué he de hacer para estar libre del sufrimiento y el dolor. ¿No se han dado cuenta, qué cuando hacen algo con amor, el dolor no está? Si que está, como siempre ha estado y estará, pero ya no es una molestia, no lo notamos.
Actuar, hacer algo con amor, quiere decir que habiendo visto de qué manera funciona mi mente, estoy alerta a todo lo que sucede dentro de ella, y también fuera; y así, es como provoco el menos dolor posible en los demás. Lo que sucede fuera de la mente quiere decir, de qué manera funciona la naturaleza, con su nacimiento y muerte, con su destrucción y construcción; cómo funcionan nuestros cuerpos. Por tanto, el dolor es mi amigo, mi amado, soy yo todo dolor. No quiero huir del dolor, porque lo amo; si lo destruyera yo también perecería. Porque, sabemos que para estar vivos hemos de vivir con dolor. Por tanto, ese problema que teníamos con el dolor, ya no nos preocupa. Es tan sencillo, como darse cuenta y comprender que cuando llega el invierno también llega el frío; y cuando llega el verano, viene el calor. Y no hay más. Aténgase a eso, no le dé más vueltas, y verá qué paz; y, como la vida es la alegría y el gozo del vivir.
Y entonces, eres una luz para ti mismo y para todos los demás. Porque, el amor es inagotable, infinito resolviendo, solucionando, aclarando, serenando. Y eso, es como tener una joya de inmenso valor, que uno cuida y protege; pero, que, a la vez, la enseña para que todos disfruten de ella. Solamente, el ver todo esto claramente, es la comprensión y la libertad, con respecto a todo sufrimiento y dolor.

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Lo posible y lo imposible

Cuando vemos todo lo que está pasando, en cualquier parte del mundo, con sus rebeliones motivadas por la crisis de turno, o de siempre; con su insensibilidad de los políticos y dirigentes, con el hambre y la miseria, las epidemias, la violencia y las guerras. Uno se pregunta, ¿por qué toleramos todo esto? Porque, aunque no se dé cuenta, todo esto sucede, porque las personas con nuestra insensibilidad no lo vemos realmente como es; y por eso, lo toleramos. Lo consentimos, por pereza, porque queremos vivir cómodamente sin ningún problema; lo que quiere decir, porque somos insensibles, a lo que le pasa al otro, al sufrimiento de las personas. Y por eso, es que vivimos divididos, cada uno por su cuenta, enfrentados y listos para la contienda. No queremos, que hayamos de ser mártires, sufrir provocándonos daño; pero desentenderse de todo, demuestra lo egoístas que somos, lo poco que nos importa la vida de los otros.
Una persona, que no tenga una visión de la vida, y de qué manera funciona, que no sienta que el sufrimiento del otro es exactamente igual al suyo, al mío, no ve la necesidad de hacer algo. Ni tampoco ve, cómo funcionamos psicológica y mentalmente. ¿Por qué no tenemos esa sensibilidad, que nos abre la percepción? Es porque somos irreflexivos, nuestras vidas son monótonas, trabajando largas jornadas, distrayéndonos y entreteniéndonos para aliviarnos de los daños que hemos recibido y nos hemos infligido. Y, después de esto, ya no queda nada, porque usted se ha convertido en una persona necesitada de ayuda, también para poder sobre vivir. Y, así seguimos hasta la vejez y la muerte. Pero, uno ve toda esta manera de vivir tan pobre y mezquina, tan aburrida, que siente la necesidad de hacer algo.
Y, ese hacer algo genera otro problema, porque si antes no tenemos orden, todo lo que hagamos seguirá generando más desorden, será una continuidad de lo mismo. Por tanto, es primordial poner orden en nosotros, en nuestras vidas. Y, orden quiere decir, vivir sin conflicto, tanto interno como externo. Aunque todo conflicto, nace y se genera internamente. Y, como lo interno siempre ha de salir, se impone y manifestará externamente en todos y cada uno de nuestros actos. Por mucho que se dedique a ayudar a los necesitados, a los servicios sociales, si no tiene paz internamente, ausencia de conflicto, todo lo que haga seguirá generando conflicto y desorden.
Por eso, el principal y único problema al que nos tenemos que atener, enfrentar, es a nuestro conflicto interno. Si estamos en conflicto, haremos algo y creeremos que lo hemos hecho bien, que hemos hecho un gran favor a la humanidad, pero será otra ilusión. Es como, si a ti te pide un favor el vecino, que tú no puedes responder ya que no tienes la posibilidad, si por el deseo de ayudar accedes a atenderlo, el resultado será el desorden para él y para ti. Ahora puede que preguntes, ¿y cómo sabemos, si es adecuado o no lo que vamos a hacer, cuando se nos pide alguna cosa? Donde hay esfuerzo, no puede haber amor; ya que el esfuerzo, nos hace brutales y crueles. Pero incluso, esta misma afirmación, es un impedimento para que llegue el orden y el amor. Porque, el amor es en todas direcciones, lo abarca todo, no tiene ningún impedimento ni obstáculo, no mira el más ni el menos. Además, el orden que, es amor, no quiere decir que lo que hagamos es lo mejor para los demás y para nosotros. Porque, lo perfecto no existe, es un invento nuestro, una ilusión. Lo perfecto, vendría a ser la máxima seguridad y el máximo beneficio, dentro del orden de la naturaleza y de sus leyes y las de la vida. Y, todo eso nada tiene que ver con nuestra visión de lo prefecto; que es, lo que yo quiero, deseo y necesito, según mi parecer; es decir, según mi egoísmo.
Por eso, si estamos en orden, si hay paz y no conflicto, ya nada tiene que preocuparnos de hacer o no hacer, de ir y de venir de un lado a otro. El amor y el orden que genera, está más más allá de las palabras, de las ideas y teorías, de los prejuicios y perjuicios. Por tanto, lo que queda, lo que procede, es estar alerta a nuestro estado interior. Si hay división interna, lo que vendrán serán problemas; y, si descartamos y solucionamos la división interna, el conflicto cesará. Y, lo que llegue será una bendición: lo sagrado.

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Lo eterno

Si tuviéramos nuestra vista mirando lo eterno, comprenderíamos los problemas que tenemos. Pero, nuestros ojos nada más miran lo superficial, lo momentáneo. Y, entonces aparece la ilusión de que en la actualidad, el momento en que nos toca vivir, es lo peor que nunca ha pasado. Cuando eso, no es verdad. Porque, siempre ha habido agresividad, enfrentamiento, violencia y guerra. Y, donde quiera que uno vaya, también ocurre lo mismo. Y, cuando hay guerra, no sale ni se genera si antes no ha habido todo su proceso, hasta llegar al enfrentamiento y la batalla, con sus matanzas. Es decir, división y confusión, conflicto, violencia y guerra. Y, esto siempre a sucedido durante lo largo desde hace un millón de años. Porque, la estructura y los elementos para que llegue la guerra, siempre son los mismos: hay un desacuerdo y le sigue la disputa-confrontación, o lo que es lo mismo: A contra B; y B contra A. Ese es el paradigma, que se repite desde la eternidad.
Por tanto, cuando alguien hace hincapié, diciendo que ahora estamos peor que hace cien o dos cientos años, es una equivocación. Antes, se mataba para resolver disputas que llegaban hasta la muerte. Y, ahora sucede lo mismo. Tanto a nivel personal, de clanes, de nacionalismos, o de un país contra otro.
Es verdad, que en una cosa si que nos estamos degenerando; y, es que estamos destruyendo la naturaleza, como si fuera algo de recambio o inagotable. Pero, si antes nuestros antepasados no lo hicieron, fue porque no tenían lo necesario para hacerlo, para desordenar la naturaleza como ahora; ya que vivían en un estado muy primitivo, respecto al de ahora, sin maquinaria y su industria, sin la química. Pero, desde que ha habido vida en la tierra, esa lucha eterna de lo uno contra lo otro se repite sin cesar. Los hombres primitivos, siempre estaban destruyendo el orden primigenio, al estar progresando y avanzando en todos los ámbitos. Cuando nos dejamos los árboles y nos hicimos agricultores y pastores, tendríamos que deforestar grandes cantidades del bosque original; tendríamos que alterar la tierra para limpiarla de la hierba que molestaba e impedía el crecimiento de lo que plantábamos y sembrábamos. Los animales, que merodeaban donde construimos nuestras casas, los cazamos hasta hacerlos huir, para desprendernos del peligro de su cercanía. Ahora, en la actualidad, cuando protestan los vecinos porque no quieren tener una fiera cerca de donde viven, hay personas insensibles y egoísta que les obligan a vivir con ese peligro; porque estos, que se imponen, viven a muchos kilómetros lejos de donde reintroducen las fieras.
Por eso, siempre hemos de mirar a la eternidad, mirar a lo lejos, para tener una visión clara y profunda, realista; para no inventar otra realidad que más me gusta y más me satisface. La tierra donde vivimos, es un cuerpo vivo como cualquier otro, toda ella; y, también está sujeta a las leyes que rigen la vida y todo lo que existe, ya sea lo que sea. Y, todo lo que existe está sujeto, al paradigma de destrucción, transformación y construcción otra vez. Por tanto, ello quiere decir que la tierra, que es ahora nuestra casa donde vivimos todos, también tendrá que destruirse alguna vez. Tiene que sufrir ese proceso, que no sabemos dónde empieza y donde acaba, que no tiene principio ni fin, o al menos nosotros no lo podemos ver, y que todo lo que existe está sujeto y afectado por él. Pero, eso no nos libra ni exime de hacer algo, para que el deterioro de este lugar donde vivimos, no se acelere y provoquemos más caos, más miseria, más sufrimiento. Es lo mismo, que le pasa a su cuerpo, él tiene que destruirse y perecer de una manera o de otra; pero, si no le damos lo necesario para que se conserve saludable, si no lo cuidamos y lo respetamos, ese proceso ineludible de destrucción se acelera y se anticipa, generando desorden. Es decir, más confusión y más dolor.
Así, que los problemas siempre se repiten, cambian el decorado, algunas cosas superficiales como ir en avión, ir a la luna o ir a la búsqueda por el espacio, vivir en un gran edificio de muchas plantas, comer poco o mucho, derrochar o vivir con austeridad, tener toda clase de medicamentos. Pero, todo eso no altera a la ley, el paradigma por donde todos y todo tiene que pasar y someterse. Creo, que cualquier persona sensible, con compasión, al querer hacer el menor daño posible, tendrá la capacidad de ver qué es lo más dañino para la vida, que es como decir para los hombres.

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El hombre siempre hace lo mismo

Ayer dijimos, que el hombre todavía no ha cambiado su estructura psicológica, mental. Y, que su comportamiento es el mismo de hace medio millón de años, con su confrontación, sus enfrentamientos, su violencia y las guerras. Ahora, en la actualidad, al tener armamentos atómicos, bombas nucleares, existe la posibilidad de que nos volaticen; de que desaparezca la vida en la tierra, tras una guerra. Pero, eso no cambia el que ahora seamos iguales que los hombres cuando vivían en cuevas o en la pradera. Porque, el hombre que usaba el arco y la flecha, que usaba la honda o el bastón, es el mismo que ha inventado la energía nuclear y tiene la posibilidad de usarla contra los demás. No es el mismo físicamente, eso es obvio; pero, sí que lo es a la hora de resolver sus problemas existenciales y de relación. Ahora somos supersticiosos y fanáticos, como éramos antes, miedosos y llenos de temor.
Y, porque tenemos miedo, ya sea al más allá, al dolor, a la inseguridad, al vecino o al compañero, es porque vivimos amargados, divididos, listos y preparados para hacer la guerra. Y, es por eso, que existen los ejércitos, los cuarteles llenos de armamento, donde se enseña a usarlo. Si fuéramos felices, al no tener esa rabia, los celos, el deseo de destruir al otro, no habría necesidad de los hombres armados. Es porque tiene miedo al vecino, al compañero de trabajo, al marido, a la mujer, por lo que necesita los hombres armados. No se ha dado cuenta, que cuando es feliz, no tiene problemas ni complicaciones. No tiene miedo. Y, al no tener miedo, es libre. Y, es entonces, cuando tiene libertad, que se siente feliz. Y, la raíz del miedo, está en el tiempo; el miedo, es tiempo.
Necesitamos el tiempo cronológico, para no perder el tren, el avión, para saber la hora que es; necesitamos el tiempo, para saber qué día es hoy, para acudir a la cita prevista. Pero, en el ámbito psicológico, ¿hay necesidad del tiempo, como ayer, hoy o mañana? En el ámbito psicológico, el tiempo es un impedimento, ya que nos divide del presente. Y, el tiempo es el invento del pensamiento. El pensamiento, es el depósito de todo el pasado, de todas nuestras experiencias; es como una grabadora que todo lo archiva. Y el pensamiento, también es el que inventa el futuro; según su condicionamiento dice: tuve un dolor hace un tiempo y ese dolor podría repetirse, o cuando dice: cómo me gustaría repetir aquello que me dio tanta satisfacción y placer. Y, todo esto nos causa temor y miedo, por si se repite; o, porque quiero algo que no se puede repetir.
Por tanto, el pensamiento tiene que desaparecer; el pensamiento que ha inventado el “yo”, los nacionalismos, las ideas y teorías tanto religiosas como políticas o de cualquiera otra índole.
Por eso, la pregunta que procede es, ¿qué es el pensamiento? ¿el pensamiento es el pensador, es diferente, o es la misma cosa? Cuando vemos, que el pensamiento es lo mismo que el que piensa, el pensador, entonces es cuando cesa la división y el conflicto entre los dos; y, el pensamiento cesa en su parloteo, cesa con sus imágenes e inventos. Y, esta es nuestra estructura mental y psicológica, la manera como actuamos desde siempre, es nuestro condicionamiento. Y, ¿podemos ir más allá de ese condicionamiento? ¿Podemos hacer un cambio en las neuronas, para que se liberen del condicionamiento, de su programación? Nosotros, en realidad estamos programados como las computadoras, los ordenadores, que solamente actúan en una dirección que es la del programa. Y, nosotros queremos ir más allá del programa, queremos estar libres de la confrontación, del enfrentamiento; queremos descartar todo eso que nos hace violentos y crueles. ¿Es posible, ir más allá de nuestro condicionamiento, de nuestra programación? Solamente, cuando vemos que eso es preciso, que es una necesidad vital, que en ello va nuestra vida, nuestro dolor, y también de los demás, es cuando ese cambio se produce.

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La corrupción

Las personas nos quejamos, que hay corrupción en los gobiernos, en los bancos, en los organismos; en las instituciones, ya sean benéficas o pacifistas, en las religiones, etcétera. La corrupción, está en todas partes, donde vaya, donde estén los hombres. Porque, todos participamos de la corrupción. Todos somos corruptos; la vida toda es corrupción. Unos, no se enteran; otros, sí que se enteran, pero no pueden hacer nada o no quieren. Y, otros se dan cuenta y hacen lo que pueden para no ser devorados por esa manera de vivir.
La diferencia es que la corrupción que genera escándalo, es la grande, la de los gobiernos e instituciones y organismos. Corrupción, nuestra corrupción, que sí que la tenemos, que, al estar dentro de los márgenes de la ley, al ser muy poco desarrollada, es la que no hace ni provoca estruendo ni ruido. Pero, la corrupción de los grandes organismos e instituciones, esas sí que provocan escándalo e indignación. Pero, esto tiene que ser así, porque una persona que tenga una manera de vivir sencilla, con austeridad, sin grandes complicaciones, este comportamiento mediatiza todas sus actividades, sus acciones, y los problemas no se le desbordan. Sin embargo, los gobernantes, los directivos de empresas, los altos cargos, los que juegan y apuestan muy alto, los que llevan una vida complicada, toda esa manera de vivir también está mediatizando sus vidas. Y, el resultado es la corrupción al alto nivel.
De la corrupción, no nos podemos escapar; porque la vida, tiene esa fatalidad que siempre tenemos que fastidiar a alguien. Y, cuando uno fastidia, está infligiendo sufrimiento y dolor a otro. Pero, afortunadamente, tenemos la solución a mano: cuando vemos que actuamos indignamente, cuando nos excedemos en el egoísmo, siendo brutales, forzando las situaciones, mintiendo -que es una forma de corrupción-, podemos descartar todo eso radicalmente. Siempre habrá una corrupción, que ha de ser lo justo para poder sobrevivir: al sacrificar animales, para poder sobrevivir, estamos haciéndoles daño, les estamos fastidiando su vida. El destruir comida, el gastar y derrochar en cosas innecesarias, es corrupción; el participar y esforzarse en una selección para encontrar empleo, también lo es. El que lo hace, ve la necesidad de hacerlo, pero eso es corrupción y trae malas consecuencias.
Ahora bien, al decir todo esto, también estamos molestando y fastidiando; estamos señalando algo que no lo queremos ver, para no vernos tal cual somos y seguir en la rutina. Nosotros, creemos que, en la rutina y la repetición, está la seguridad; lo nuevo, nos da miedo, nos molesta e irrita. Pero, sin que llegue lo nuevo, que no sabemos lo que es, nuestras vidas serán demasiado corruptas e insoportables. ¿Le gusta vivir en una corrupción vergonzante, aunque sea en su intimidad interior? ¿Le gusta tener que esconder, una parte de su vida, de su manera de vivir, que hace que su energía no fluya completamente, en su totalidad? Y, todo esto si no se comprende, si no se ve claramente, genera conflicto y confusión, desorden y el caos que está por doquier.
La cuestión es, hay una parte de mí que tiene que ser corrupta para poder seguir viviendo; pero hay otra parte de mí, que no quiere la corrupción, porque ve su brutalidad, su falta de respeto, el daño que causa. Entonces, ¿qué haremos? ¿Qué dices, ante esta situación, que nos desborda como la vida misma? ¿Nos dejaremos morir de inanición, de hambre, sin comer, sin hacer nada en absoluto, porque todo lo que hagamos tiene que participar de la corrupción? Si queremos el orden, hemos de vivir la vida. Porque, de lo contrario, sería como si el sol quisiera desaparecer, no quisiera volver a iluminar y calentar todo. ¿Verdad que sería un caos, una hecatombe, un gran daño para su entorno, aunque también tiene su parte destructiva? Pues, si tienes compasión y amor por los demás, ya sabes cómo tienes que actuar.
Por eso, la mente, el pensamiento, son un estorbo, porque siempre buscan la seguridad que les da placer. Y, al buscar el placer siempre tiene que cambiar lo que es, por lo que me gustaría que fuera.

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La superficialidad

La superficialidad, siempre tiende a ver problemas; o, a no ver ninguno. Cada cosa que sucede, le encuentra un problema, hace de eso un problema. Pero, cuando se encaran los problemas de verdad, no superficialmente, entonces no ve ninguno ni les da importancia. Y, todo esto, es miedo y temor a perder algo que considera suyo: una idea, una manera de vivir y actuar, algo de que depende. Y, ese miedo, nos confunde y nos altera. Pero, la superficialidad no es algo que se elige: es la consecuencia de un ambiente, de una educación, de un condicionamiento. La pregunta es, ¿se puede salir de la superficialidad? Por supuesto que sí. Pero ese, no es el problema; sino, ¿cómo puede salir uno de la superficialidad? No es cuestión, para descubrirlo, mirar lo que hacen los superficiales. Mírese lo que hace con su ignorancia y lo sabrá. Porque, todos somos ignorantes, de una manera o de otra, en un momento u otro.
Las personas que se atreven a decir lo que puede suceder, solamente tienen más visión, pero hasta cierto punto; luego siguen igual de ignorantes como todos. Esto es, como cuando alguien está arriba de una alta montaña y ve el cauce de un río, él sabe cuándo va a tomar una curva y si tiene muchas, hasta que su visión le alcanza; luego, al no verlo, ya no sabe lo que hace el río. Solamente es esto. Por, tanto ¿qué nos liberará de la superficialidad y la ignorancia? Primero que nada, tiene que ser afortunado, y hacerse reflexivo e inquisitivo, cuestionarlo todo, siendo escéptico. Entonces, tendrá más visión, tendrá más información, será más libre y podrá ver en todas direcciones. Aunque uno tenga que ser escéptico, no podemos estar en contra de todo, ya que eso sería absurdo. Y, nos llevaría a la anarquía y al caos.
Pero, la ignorancia siempre estará en nosotros, porque nosotros somos la parte. Y, la parte no puede abarcar al todo. Se imagina, que pensarán las hormigas cuando alguien riega un árbol, hortalizas, donde ellas viven; dirán: “Qué desgracia, ha habido una inundación, que mala suerte hemos tenido”. Ellas, no pueden ni ver ni comprender todo lo que sucede, se limitan a vivir y para ello han de sobrevivir a todos los obstáculos, sin preguntarse por qué y para qué. Pues, de la misma manera, a nosotros nos sucede lo mismo. Y, la muerte tiene que ser algo parecido a lo de las hormigas, y los animales, que no sabemos por qué viene y cuándo viene, ni lo qué pasará. Por eso, el parloteo de la mente, con sus inventos sin fin, con su confusión y su miedo, es un obstáculo para poder percibir eso que hay más allá de las palabras. Que, es lo nuevo. Y, por ser lo nuevo, nadie sabe lo que es. Llega cuando tiene que llegar, por eso es lo nuevo; al no saber lo que es, cuando tiene que venir, no se le puede esperar ni preparar nada para recibirlo.
Y, es desde esa nada, desde ese vacío, que lo nuevo puede llegar. Y, si llega, entonces llega una bendición, llega el amor. No esa palabra amor, tan desgastada y vulgarizada. Sino algo, que nada más uno tiene que recibir, para comprender, para saber que es. Si le llega, lo percibe, ya no será el mismo, tendrá que hacer algo que le obligará a actuar de una determinada manera. Porque, la libertad no existe con la opción. La libertad es, ver algo claramente y actuar; el mismo ver es actuar. Es como, cuando ves el fuego que te quema, o cuando vas excesivamente abrigado y estás ardiendo, no puedes dejar de hacer algo, huir de eso que te está quemando. Entonces, empieza a verlo todo tan claro, que ese ver se convierte como un dictador, que le obliga a hacer algo, a actuar. Y, en esa acción, haga lo que haga, será el orden y el amor. Pero, estás dispuesto a vivir de esa manera tan directa, tan radical, tan completa. Y, para eso, solo le falta pasión por la vida, por todo lo que hace.

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El amor

Hay en el amor, algo que es muy difícil de explicar. Porque, qué es el amor. Muchas veces hablamos del amor, sin realmente saber qué es lo que estamos diciendo. Cuando una persona conoce a otra y dice que ha encontrado el amor; esa expresión, tiene muy poco sentido, pues el amor no se puede concentrar solamente en una persona. Para descubrir lo que es el amor, hay que ir muy lejos en la investigación; hay que inquirir a mucha profundidad. Pues, como todo está manoseado por el pensamiento, que siempre lo arregla, define y explica para su conveniencia, para su propia satisfacción, hemos de partir de cero. Porque, cuando empecemos a investigar sobre cualquier cosa, hemos de iniciar como si no supiéramos nada al respecto. La mente humana, tiene la capacidad de inventar, ver y explicar, todo lo que ella se proponga; sus posibilidades no tienen límite, así que es un arma de doble filo. Y, por tanto, el pensamiento puede presentar como verdadero lo que no lo es; y, montar y desarrollar una teoría o idea que ella quiere demostrar que es la realidad, lo verdadero. Pero, no lo es.
El amor, es la experiencia más extraordinaria que le puede suceder a una persona. Cuando uno dice que ha encontrado el amor en una persona, eso quiere decir que ese amor tiene fecha de caducidad. Por tanto, ese amor no nos interesa. Pero, ¿de verdad podemos tener amor, con todo lo destructivos que somos, actuando como depredadores, agrediendo y peleándonos todos los días? Sí que podemos, porque la inteligencia, que no es material, es amor. Y, la inteligencia es lo que rige el universo. El amor, no es materia, es independiente de ella, al estar más allá, fuera de ella. El cerebro, es materia, son los sentidos, es el cuerpo animal; y, por tanto, ahí no se puede generar el amor. La materia, es tiempo, necesita tiempo para evolucionar de gas a líquido, de calor a frío, de barro a piedra, de la noche al día. Pero, el amor está fuera del tiempo. Y, por tanto, fuera de la materia. Porque, el cuerpo, que es materia, tiene que hacer algún daño. Pero el amor, ni hace ni puede hacer daño.
Cuando dejamos la división, en todos los ámbitos, se produce la unión con todo, te haces completo, sano, entero; y, entonces es cuando el amor está ahí operando. El pensamiento, a esa profundidad no puede operar y ha desaparecido. Y, entonces hagamos lo que hagamos, será el amor. Porque, la mente no juzga, ni coteja ni compara, sólo observa y actúa, ni hace daño ni quiere hacerlo ni quiere dejar de hacerlo; solamente vive de acuerdo con la ley de la vida, para salvaguardar el cuerpo que hace de vehículo de la inteligencia. Y, esto es el amor. El cuerpo, sí que hace daño, pero ese daño no es visto como daño, porque no hay tiempo para juzgar, para aprobar, para reprimir. Porque, todo eso es la manera del pensamiento, que ya no está; el pensamiento, que dice yo tengo que hacer esto o aquello. El amor, está más allá de todo eso, solamente actúa sin importarle los resultados; y por eso, es que no es divisivo; porque no se puede dividir, ya que la fábrica de hacer la división, el pensamiento, ya no está operativa, al ir más allá de él, al desaparecer.
Y, si no hay división, el amor es que está allí. Esté donde esté, haga lo que haga, el amor estará allí. Pues el amor, al no ser divisivo todo lo incluye y abarca, no excluye nada. Si hay división y fragmento, el amor no puede ser. Parece un juego de niños. Pero si ha pasado por ahí, o algún día lo comprueba, verá como no lo es. Y, en el amor va implícita la máxima seguridad posible, el orden más elevado, la no-violencia o la menos posible, la armonía. Y, si tienes eso tienes fortuna y dicha, algo de gran valor. Que, tiene un aroma y una belleza como las flores: ellas están ahí, dando su fragancia y su hermosura, para el que pasa cerca y sabe verlas y apreciarlas.
¿Podemos vivir de ese modo, lo intentaremos, podemos estar siempre con ese amor? Si decimos que sí, o que no, eso no es real ni factual ni verdadero. Tenemos que vivir para descubrirlo.

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El conflicto

Cuando las cosas se ponen feas, uno intenta recomponerse, pero tiene que calmarse. La mente, cuando está alterada, sirve de bien poco. Por tanto, solamente tenemos que observar todo su movimiento. Si es afortunado y puede quedarse solo, entonces sólo tiene que calmarse. Pero, cuando no podemos quedarnos solos, entonces existe la posibilidad que se complique todo. Porque, los seres humanos somos territoriales, somos tribales, somos nacionalistas, somos de izquierda, de centro o de derecha, somos cristianos, musulmanes, budistas. Y, todo esto nos divide y enfrenta, nos causa problemas. Así, que, si no puede salir del ámbito de tensión y confusión, nada más tiene que esperar. No hacer nada, es muy importante. Ya que, cuanto más intente solucionar la situación de tensión y división, se puede confundir más todavía y proseguir con el enfrentamiento y el conflicto. Es un momento desagradable.
Pero, la pregunta de por qué se ha generado el conflicto y el enfrentamiento, tenemos que encararla y abordarla. Cuando hay un conflicto, siempre es entre dos como mínimo. Y, esos dos, son lo mismo; porque, el observador es lo observado. El inicio de un conflicto, puede tener muchas causas: celos y envidia, venganza y resentimiento. Pero, la vida es, destrucción, amor y construcción. De ahí, no podemos salir. Y, el verlo y comprenderlo, nos deja salir y estar libres del conflicto. Pero, hay otra pregunta, ¿podemos no ser heridos nunca por nada ni por nadie? Cuando estamos completamente atentos, no existe respuesta al insulto, al desdén, pues solamente estamos observando atentamente todo lo que sucede. Es después, cuando aparece el pensamiento, que analiza y contrasta, lo que ha sucedido al insultarme, que se produce la herida psicológica.
Por eso, cada vez que hablamos mal de alguien, lo estamos destruyendo. Es la costumbre y establecido, hablar de los demás, algunos lo hacen mal. Pero, ¿podemos hablar de los demás sin hacerles ningún daño?
Siempre haremos algún daño a los otros, pero al hablar de ellos hemos de ser muy cuidadosos, cautos y exigentes para no hacerles ningún daño, infravalorando, despreciando, exagerando y agrandando negativamente algún rasgo. Hay algo que tenemos que tener muy claro: el único y verdadero problema somos nosotros; y, a eso es a lo que nos tenemos que dedicar, con todas nuestras fuerzas y energía. La envidia y los celos, son de quién los tiene, es decir, todos; y, por eso sabemos lo destructivos que pueden llegar a ser. Por tanto, aunque es inevitable provocar envidia, celos y escandalizar a los demás, es prudente estar atento para verlo cuando sucede. Y, si lo vemos, como sabemos sus consecuencias, descartar radicalmente.
La vida, de esa manera puede parecer aburrida, al estar siempre atentos a todo cuanto ocurre; pero, si ve toda la belleza del orden y la armonía, la necesidad de vivir en paz, lo verá como algo tan necesario, que será una dicha. Cuando más inatentos estemos, mayor serán nuestros conflictos; y mayor también, nuestra desdicha. ¿Le gusta vivir en conflicto, enfrentado, haciendo que su vida sea una amargura, pesada e insoportable? O, prefiere poder ver con la mirada limpia, con el corazón rebosante de afecto, cariño y amor. Es mucho lo que nos jugamos, ya que el dolor nos irrita y deprime, abriendo la puerta a situaciones desagradables y llenas de peligros. La vida, vale la pena vivirla plena, cuando no es un tormento, una pesada carga. Y, para ello, nosotros tenemos mucho que decir, tenemos mucho que hacer.
No esperemos, que todas las cosas nos lleguen sin más, pues si no hay un trabajo arduo y constante, en una única dirección, que es la de vivir en paz, libre de división y conflicto, seguiremos como hasta ahora, llenos de complicaciones y desdicha. Y, entonces, toda la alegría de lo que es el vivir, no es vista más que un aburrimiento y un fastidio. Pero, al estar alerta y atentos a todo, lo que viene después es el éxtasis y la esencia de la belleza. Puede que diga que las circunstancias son adversas, no son favorables, pero siempre lo de dentro se impone a lo externo. Si amamos la paz, tendremos paz, pase lo que pase. Pero en ello, tiene que haber la misma intensidad y necesidad, que tenemos de alimentarnos o de respirar; si no, todo está dispuesto par que sigamos siendo personas condicionadas, de segunda mano, divisivos y llenos de ansiedad y desdicha. Seamos sinceros y veremos que lo que nos conviene, aunque ahora sea joven o viejo, es estar libre de división y conflicto.

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La atadura, el engaño

¿Por qué no podemos dejar de esperar que nos digan lo que tenemos que hacer ante el problema de la vida? Queremos que nos digan algo para quedarnos tranquilos, creyendo que, con una información, con un consejo, resolveremos nuestros problemas. Pero, eso es un engaño, no es real. Porque, nadie nos puede decir, cómo hemos de resolver nuestros problemas. Nada más nos pueden indicar la dirección hacia donde queremos ir. Pero, si quieres llegar, has de ir solo. Lo has de ver solo y lo tienes que hacer solo. Porque, es que tú tienes tu tiempo, tu manera de hacer las cosas, tienes tus inclinaciones, tus cosas íntimas, y aunque esencialmente todo es los mismo, tienes que empezar por ti.
El ajustarse a un patrón, a una idea, que alguien dice, por noble y sabio que sea, lo que diga un maestro o gurú, eso nos hace dependientes, nos hace de segunda mano, dejándonos donde siempre. Porque, cómo se puede explicar con palabras y con hechos, algo que tú no ves ni has visto nunca, algo que está más allá de todo lo conocido. Pero nosotros, al ser tan poca cosa, al estar tan solos internamente, necesitamos que alguien nos diga qué tenemos que hacer. Y, cuando te lo dicen una y otra vez, te acostumbras de manera que dependes de esa información, sea quien sea el que lo diga. Y, entonces no hay libertad. Y, si no hay libertad, estás donde siempre. Te das cuenta del círculo dónde estás atrapado. Todo eso, que estamos viendo es muy importante, porque sin libertad, hagas lo que hagas generará más desorden. Y en desorden, lo que llega es el sufrimiento y el dolor.
Toda nuestra energía, toda nuestra acción, tiene que ver cómo nos liberamos del sufrimiento. En la casa sufrimos, en el trabajo, en el sexo también; sufrimos ante la posibilidad de enfermar, ante el temor de que vuelva a repetirse otra vez un dolor. Y, todo eso ha de desaparecer. La sociedad nos reclama buenos abogados, ingenieros, especialistas, quiere que nos acoplemos a sus exigencias y necesidades; pero, aunque todo esto tiene su lugar, eso no tiene que ser lo más importante, no tiene que ser nuestra dedicación exclusiva. Ya que todo lo que hagamos, tiene que tener la fuerza y la dirección humanista. Es decir, tener tiempo para indagar qué podemos hacer con esta manera de vivir, que genera hambre y pobreza, genera brutalidad y violencia. Todo parece muy arreglado a cierto nivel, pero la corrupción, está ahí. ¿Quieres vivir una vida de corrupción, de hipocresía, una vida de miedo y temor? Si no eres claro y sincero, si llevas una doble vida, no serás libre de todo eso y siempre habrá temor. Decir una cosa y hacer todo lo contrario, nos hace que seamos poco serios, que seamos superficiales. Un hombre serio y profundo, es vulnerable, tiene la gracia de la vulnerabilidad. Un especialista, no puede ser vulnerable porque se tiene que ceñir al programa de su trabajo, que es su especialidad. Y, aquí no puede haber amor. Porque, para que haya amor, tiene que haber espacio para que llegue lo nuevo.
¿Podría comprender, que la dependencia nos quita la libertad, genera sufrimiento, nos hace viejos y repetitivos, de manera que lo pudiera informar y explicar a otro? Comprender de manera, que eso sea suyo y nadie se lo puede quitar ni arrebatar. Porque, cuando comprendemos algo de la vida real, factual y como un hecho, eso no se puede olvidar. Se puede olvidar de multiplicar o de alguna cosa técnica, pero la consecuencia de un hecho, el valor de un hecho, si lo ha visto claramente, con todo su ser, eso no desaparece. Porque, la realidad de la vida, lo verdaderamente importante, está en los hechos, en lo que hemos hecho y hacemos. Y, los hechos dicen, que la libertad es lo más importante para vivir adecuadamente. No la libertad, del que está atado a un poste con una cadena larga o corta. Esa libertad, no sirve porque no lo es en absoluto. Libertad, quiere decir sin ninguna atadura, sin nada que nos impida ser libres. Y, para llegar hasta ahí, tienes que tener tiempo para investigar e indagar, tienes que dedicar tu vida, con pasión, que es la belleza del amor.

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La acción que no es acción

Las personas, siempre estamos solas, ya que no podemos confiar en nadie. Pues, según el reto que nos viene tenemos que responder. Y, si para responder a un reto, hay que hacer algún daño a alguien, no nos importa, ¿Pero, se puede vivir de otra manera? ¿Puedes vivir sin responder a los retos, a un reto? Pongamos que ves una serpiente, que está cerca de ti, y que quiere atacarte. En ese instante de mucha tensión, hay mucha pasión, donde el pensar y el actuar son lo mismo, donde no hay división, y por tanto hay amor. Pero matas a la serpiente, sin que medie el pensamiento, sin darte tiempo a decidir ni dudar. Al matar a la serpiente, ha tenido que intervenir la violencia con su crueldad, su sufrimiento y dolor. ¿Hay amor en esa acción? El amor, es orden. Y, el orden tiene su dinámica, tiene su manera de operar. Y, ese orden es incuestionable; está más allá de lo que diga e invente el pensamiento. Es decir, el pensamiento es el que dice, según su condicionamiento, lo que está bien y lo que está mal. Pero, no puede acertar; porque, el pensamiento al ser el resultado de la memoria, que es todo el pasado, no puede vérselas con lo nuevo. Y, el amor es lo nuevo, porque está más allá de las palabras, de las ideas y teorías, del tiempo, que son los inventos del pensamiento. Por tanto, hagamos lo que hagamos, si no hay división en esa acción, habrá orden y amor. No importa lo que digan los demás, ya que ellos también están empantanados con su condicionamiento, que es el pensamiento. Y, del pensamiento sólo puede salir confusión y desorden. Y, esta confusión es la que abre la puerta a todos los deseos, a todas las ideas absurdas, a la ignorancia de querer cambiar esta realidad que no me gusta ni satisface por otra que más me conviene.
Pero, esta manera de proceder y actuar, trae malos resultados con sus revueltas, con su violencia, con su sufrimiento. ¿Por qué no nos queremos atener, a lo que es, a la realidad y a la verdad de lo que son las cosas, a la realidad de la manera cómo funciona la vida? Es porque, no queremos morir, no queremos ver la necesidad de ir más allá de nuestro egoísmo, que se manifiesta en el “yo”; tenemos miedo al vacío, al estar solo; tenemos miedo a ser incomprendido y que nos rechacen. Aunque sabemos en lo más profundo de nosotros que no vamos bien, seguimos con nuestras contiendas, haciéndonos daño con las guerras. Porque, la guerra no está en el escenario bélico, donde se echan bombas y se asesinan, la guerra está aquí, está dentro de cada uno de nosotros. Y, nosotros hacemos nuestra guerra, con el vecino, con la persona que comparto mi vida, donde vive ya sea solo o en compañía, en el lugar de diversión; toda nuestra manera de vivir, se basa en el enfrentamiento, en la contienda, en la guerra. Que luego, esa misma manera de vivir se traslada al escenario bélico, donde el enfrentamiento y la guerra estalla en su máxima expresión: violencia, destrucción, tortura, con sus muertes y el dolor sin fin.
Y, es porque no hacen nada que la guerra continúa. Porque, si de verdad no quisieran la guerra, no la tendrían ni un solo día más. Ni echarían a sus hijos, para matar o que les maten. Y todo esto es, porque todavía no hemos comprendido toda nuestra estructura psicológica, que es la que genera la guerra. Si no comprendes que cuando estás dividido, ya estás iniciando y empezando la guerra, que cuando eres insensible y frío ya estás en el ámbito de la guerra; si sigues con tus privilegios, con tu respetabilidad, con tu corrupción, la guerra ya está ahí. Es decir, por el tiempo, a base de experiencias, y por la herencia animal, se ha creado el pensamiento que dice: yo soy lo más importante, inventando el ego, el “yo”, el egoísmo. Y, a partir de ahí, hemos generado este mundo donde vivimos, con sus nacionalismos -que es la herencia de la tribu y el clan familiar-, la división entre mujer y hombre, entre ricos y pobres, entre negro y blanco, entre las diferentes religiones, entre la izquierda y la derecha. Y, ¿puede haber ausencia de guerra, no conflicto entre cada uno de nosotros? No puede dejar de haber conflicto, no puede dejar de haber contienda y guerra entre nosotros, porque estamos muy entretenidos y distraídos, estamos agobiados por la manera con que vivimos, con ese deseo de más y más que nunca cesa. Ya sea el deseo de más dinero y riqueza, como el deseo de hacer algo que es considerado noble y bueno, como el deseo de cuidar de mi familia, todo ello nos empuja y nos hace insensibles al dolor, generan confusión y desorden. Si pudieran parar y verse realmente qué hacemos, cómo vivimos de un lado a otro, sin apenas tiempo para estar solos y serenarnos, tal vez, habría una posibilidad de que viera lo negativo de estar dividido. Porque, recuerde que la guerra, con sus misiles destructivos y con sus asesinatos en masa, en nombre de una idea o teoría, tiene su origen en la división y la fragmentación interna. Y, ese problema es tuyo. Y, eres tú quien lo tiene que solucionar, si es que quieres ser una persona completa, con dignidad, con compasión y amor.

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Nuestros inventos

Cuando se habla de Dios, hay que ir con mucho cuidado, tanteando lo que decimos, olvidando todo lo que nos han dicho, para tener una mente abierta para que sea clara y nueva. Si no dejamos aparte todo lo que nos han dicho, no podremos ir hacia lo nuevo. A lo largo del tiempo, ha habido muchas personas, que las han querido convertir en Dios; pero, es obvio que no lo son. Porque para ser Dios, tendría que ser inmortal y eterno, perfecto. Y, los dioses que conocemos, los pasados y el presente, todos han sido malos. Porque, el diseño no es adecuado. Porque, los hombres siempre estamos sufriendo; la naturaleza nos ataca y puede destruirnos. Por tanto, quiere decir que el Dios que hemos inventado, no es real ni verdadero. Es otro invento más, una distracción, un entretenimiento.
Es curioso, que le pidamos a Dios cualquier cosa que necesitemos; cuando él, como tiene que ser el que todo lo sabe, si lo hace y consiente, tiene que ser lo correcto y lo perfecto. También vemos que nos acordamos de Dios, cuando lo necesitamos; pero, a la hora de cuidar y gestionar lo que él ha creado, nos importa poco. Por eso, uno que habla de Dios, es un tonto, se pierde, tiene que decir tonterías. Porque, Dios ha de ser, entre otras cosas el infinito; y, ¿quién lo ha creado, otro Dios que es más poderoso? Y, así nos perdemos en las palabras. Por tanto, cuando llegamos a lo inexplicable, al infinito, la eternidad, lo total y lo absoluto, una vez llegamos hasta aquí, hay que dejarlo y no tocarlo, ya que es una pérdida de tiempo y energía.
Porque, hay una certidumbre que es incuestionable, que es, que cuando nos dividimos internamente, es cuando aparecen los problemas, las peleas, los malos tratos, las agresiones, la violencia. Y, ahí sí que tenemos que dedicarnos, con todas nuestras fuerzas, para ver qué podemos hacer para no seguir con ese patrón, con esa manera de vivir. Nos hemos acostumbrado, a ver las muertes en los diarios y en la televisión, nos hemos acostumbrado a ver como se destruyen los edificios por la acción de los misiles y las bombas, Hemos avanzado mucho técnicamente en todos los ámbitos, pero ese avance también ha sido en las armas de destrucción; hasta el punto de poner en peligro la existencia de la vida y de la tierra. La capacidad, ha sido lograda y perfeccionada cada día, como siempre ha sido a lo largo de miles y miles de años. Y, ese resultado tan dañino, tan destructivo, es debido a que vivimos divididos. Nada nos interesa que no sea yo y lo mío. No nos importa el que haya desorden, pobreza y hambre, anarquía y caos.
Esta tierra donde vivimos, es nuestra casa común a toda la humanidad, a todos y cada uno de sus pobladores. Y, nadie tiene el derecho de destrozar la casa, por capricho y placer, para el propio beneficio de unos cuantos. ¿Cómo vamos a encarar este problema de la destrucción, de la corrupción y la inmoralidad, de la violencia y la guerra, que cada vez más ponen en peligro nuestras vidas y la de toda la tierra? Con más enfrentamiento, con más peleas, etcétera, no nos sirve. Lo hemos intentado con las revueltas y las revoluciones; los hemos intentado con las dictaduras, ya sean de derechas o de izquierdas; lo hemos intentado mediante la religión; lo hemos intentado con la ciencia y la tecnología. Y, nada ha dado resultado, a la hora de deshacernos del conflicto, para hacer un cambio radical donde nos haga lo menos dañinos posible.
Ya sabemos que somos depredadores, que tenemos que arrasar parte de la naturaleza, para poder subsistir. Pero, con esa excusa, creemos que todo lo podemos hacer a nuestro antojo, a la hora de destruir bosques, ríos, lagos, el aire por el efecto de los gases y el humo que generamos. No podremos dejar toda esta manera de vivir, sin ver todo lo que nos va en ello, sin ver que la causa es de la división interna. Si no estuviéramos divididos, respetaríamos a la naturaleza, a los animales, respetaríamos a los árboles; y, nos respetaríamos a nosotros mismos y a los demás. La división, no solo es en un aspecto, en un ámbito; la división todo lo abarca, es en todo. Si alguna vez, se siente completo, entero y total, es decir, no-dividido, verá como vale la pena ir más allá de la mente divisiva. O, tal vez no, porque todo lo que tiene que hacer, para no estar dividido, no le interesa. Pero, si tal vez, tuviera la suerte de ver en un instante, toda la trama del funcionamiento de la mente, con toda la falta de libertad, con todas sus actitudes absurdas, con todo el sufrimiento y la desdicha que genera, podría ir más allá de todo ello y hacer un cambio radical en su vida.

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Lo que queremos ser

¿Qué vamos hacer con nuestras vidas? ¿Qué vamos hacer con esta energía, con ese tiempo que tenemos? Si yo empezara a vivir, pondría toda mi atención en observar a las personas y a la naturaleza: animales, árboles, montañas, mares, ríos. Pondría toda mi energía, en descubrir porque los hombres viven en conflicto, peleándose, agrediéndose, matándose. Siempre el hombre ha vivido en guerra, tanto interna como externa. Porque la guerra, es la consecuencia del conflicto interno, que se manifiesta externamente en violencia. Porque, cuando es joven el tiempo y su energía la tiene que gastar y consumir. Y, según como la consuma e invierta, se creará una manera de vivir, de encarar la vida, que, al paso del tiempo, se consolidará y será su manera como vive.
Pero, todo no es tan fácil y claro como parece, tiene que ser afortunado para tener un cierto ambiente para que no le destruyan la manera como quiere vivir; tiene que ser afortunado, para poder llegar hasta aquí y leer lo que está leyendo e informándose. Tiene que ser fuerte e independiente; tiene que tener pasión por la vida, para observar con toda su atención y que llegue el amor. El mayor problema, es no darse cuenta que estamos divididos, porque entonces no es posible la relación ni la armonía. Sólo cuando nos damos cuenta de que estamos divididos, es cuando vemos su negatividad, su peligrosidad, y es cuando llega la compasión hacia todo.
La mayoría de las personas, que han podido llevar una vida de no división, de no conflicto ni violencia, en la manera de lo posible, han sido afortunados y se han visto de alguna manera, comprendidas en su actitud. Pues, todo nos condiciona: el clima, lo que comemos, con quien nos relacionamos, lo que leemos, el lugar donde nacemos, con quien vivimos. Y, todo ello, puede estar, más o menos, a favor o en contra de lo que uno ha de ser. Pero, como quiera que la vida tiene eso que es inexplicable, uno sólo tiene que observarse cómo funciona internamente, de qué manera funciona el pensamiento. Y, todo lo demás será la consecuencia y el resultado de haber visto, cómo se genera y se expande la división.
No podremos saber cómo vamos a responder a un reto hasta que lo tengamos enfrente de nosotros, hasta que no lo veamos cara a cara; por tanto, solamente nos queda vivir; descubrir qué es el vivir. Y para vivir, hay que hacerlo de una manera medianamente confortable. Y, no puede haber confortabilidad, si hay conflicto y desorden, porque esto genera sufrimiento. Pero, los hombres como siempre hemos vivido, en conflicto y en desorden, nos hemos acostumbrado a esa manera de vivir, lo encontramos algo normal. De ahí, esta sociedad que hemos construido, con su esfuerzo, que es una manera de conflicto; con sus peleas entre mujer y hombre, con su lucha y violencia en el deporte; con el nacionalismo y la política, que nos dividen y enfrentan. Y, todo eso que participamos de ello, de una manera o de otra, lo hemos llegado a tolerar y a considerarlo corriente.
Pero, hay otra manera de vivir, que nada tiene que ver con el esfuerzo, con el conflicto, con la lucha sin fin. Ya sabemos, que para poder sobrevivir siempre hemos de hacer algún daño, alguna violencia inevitable: sacrificar animales para alimentarnos; si vivimos en un lugar de riqueza aprovecharnos de los que viven en lugares -países- pobres; a la hora de ocupar un puesto de trabajo y hay una oposición, una selección. No es posible vivir sin hacer ningún daño, sin ninguna violencia ni corrupción. No hace falta que nos amarguemos, con represiones y torturas. Solamente con el ver, con prestar atención, podemos ir más allá de toda esta confusión. No esperemos que alguien nos diga lo que tenemos que hacer, lo tenemos que hacer nosotros desde el principio. Porque, la libertad es la esencia del saber, del darse cuenta, de la compasión. Porque si no tienes libertad para ver, para indagar en todas direcciones, si no tienes todo el tiempo para mirar, la conciencia no se despertará ni será pura y diáfana para discernir e ir más allá. Porque como ya hemos dicho, no podemos erradicar y hacer desaparecer la parte dañina de nosotros, pero sí verlo y transcender, ir más allá de todo ello.
Y, entonces solamente queda, ¿cómo podemos soportar el daño que causamos y nos causan? Si estamos atentos a todo, cuando vamos por el campo, por un parque o jardín, es muy difícil no pisar algunos insectos, hormigas, caracoles, lombrices. Pero, al estar completamente atentos, si aun así los aplastamos, no sentimos el dolor de su muerte, en ese preciso instante. Luego, al cabo de un momento decimos: “oh que mala suerte, he matado sin darme cuenta, debería de haber prestado más atención, no debería de haber corrido tanto, no debería sentirme mal; pero siento que he matado”. Y, todo este parloteo de la mente, que lo quiere arreglar, que quiere cambiar esa realidad, tiene que cesar. Y, lo mismo ocurre cuando me insultan o insulto, en ese instante como estamos completamente atentos, no sentimos dolor; es al instante siguiente, que se pone en funcionamiento todo el proceso de reconocimiento, que siento el daño. Y, para que cese el parloteo, para que se atenga al hecho que ya no se puede cambiar, el pensamiento y la mente se tienen que dar cuenta de que son un estorbo y un impedimento. Cuando la mente ve y comprende, se serena, permanece en silencio. Y, es un silencio tan profundo, de tanta intensidad, que la mente se convierte en observación, en ver lo que ocurre sin inmiscuirse en ello. Es decir, el pensamiento y la mente desaparecen. Y, sólo queda la dicha de lo sagrado.

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La mala acción

¿Cuándo nos relacionamos con una persona que la tenemos delante, nos damos cuenta que tenemos la posibilidad de hacer que nuestra relación sea armoniosa y plena? En la relación es donde nos vemos realmente quienes somos. Al estar con la confusión, que genera la ansiedad, de querer ser tan activos de hacer esto o aquello. Nuestras relaciones, no son felices, es decir son irrespetuosas, porque la división es la norma de nuestra vida. Cuando uno quiere más y más, se divide y abre la puerta al caos. Y, ese caos se manifiesta en cada cosa que hagamos. Y, por supuesto, que nuestras relaciones son todo menos armoniosas y agradables. Nos falta tiempo, nos sobra actividad. Y, ¿en nombre de qué tanta actividad? Esa es la gran ilusión: creer que todo se resolverá hacia fuera. Y, hacia fuera significa querer cambiar y transformar la realidad conforme a nuestras necesidades momentáneas. Pero, no se pregunta ¿por qué tanta actividad? ¿Es por los demás o es una actividad egocéntrica?
La trampa es, que, si quiere ayudar a los demás en servicios sociales, ayudar a sus parientes, vecinos, etcétera, primero que nada, tiene que estar en armonía, tiene que estar en paz consigo mismo, tiene que estar entero y completo internamente. Y, eso no es posible, porque cuando actúa y hace algo, lo hace como terapia para usted. Es decir, si me conviene hago esto a tal persona, si no me conviene no hago nada; pero, aunque esto es adecuado para su cuerpo y sus deseos, no es amor en absoluto. Porque, se enreda de manera con esos servicios y ayudas, que pierde la libertad y se amarga, se agota, está medio neurótico o completamente, y vive en desorden y en confusión. Y, entonces todo lo que haga, generará más desorden y confusión, es decir, generará sufrimiento y dolor. Por tanto, lo que hay que hacer es poner en orden su casa, que es su interior, que es su estado divisivo y de conflicto. Y, esto es la religión. Atenerse y ver lo condicionados que estamos para ayudar; y, al estar condicionados no hay claridad, no hay libertad, que es inteligencia. ¿Cómo vamos a ayudar, si todo lo que hacemos tiene su origen en el egoísmo, cuyo resultado es el conflicto y el desorden que genera? Esto no es una teoría ni una opinión personal. En un hospital, ¿cuántos van a ayudar realmente? No pueden ayudar mucho, porque la mayoría va a ganar dinero; y otros van además a curarse la angustia de quedarse en casa sin salir a trabajar. Y, eso mismo pasa en todas las actividades y trabajos.
Por eso, hemos de ser muy sinceros, muy atentos para poder observar la realidad, lo que es; y, entonces, si es así, veremos, qué poco podemos ayudar realmente. Ayudar realmente, quiere decir poner orden en lo que hace; y, eso solamente puede suceder, si tienes orden en tu vida, si en tu interior no hay un estado divisivo. Y, como no tenemos ese orden, sino que vivimos fragmentados internamente, es porque hemos creado esta sociedad, esta manera de vivir, este mundo con sus conflictos y su sufrimiento. No busque un responsable, porque, aunque crea que lo ha encontrado eso carece de importancia; pues, cada uno de nosotros es su propio responsable de su conflicto, de su desorden y su caos.
Si queremos orden, hemos de empezar muy cerca; y, lo más cerca que tenemos somos nosotros; cada cual tiene que encarar su problema que es su vida. Y, si resolvemos nuestro problema -nuestra división y conflicto interno-, entonces ya está ayudando a toda la humanidad. Porque, ese orden que tiene y genera, es amor, es compasión por todo lo que existe.

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La belleza es inteligencia

¿Por qué no somos conscientes de la belleza que nos rodea? ¿Por qué no somos capaces de ver la belleza que tenemos dentro de nosotros, al ser conscientes de la vida, de que estamos vivos? La vida sin belleza, es algo feo, sin sentido, es desagradable y miserable. Poder sentir la belleza, que hay en un árbol, viendo sus ramas y su tronco, sus hojas y sus frutos, es una riqueza, una fortuna. Porque, no siempre lo podemos ver. Si vamos por una carretera en coche y en esos momentos sale el sol por el este, por el horizonte; y antes de eso todo el cielo estaba ardiendo con la luz suave y esperada; puede que tú veas toda la belleza, la sientas y te llene de alegría y plenitud. Pero, puede que otra persona que va contigo, no sea capaz de ver y sentir esa belleza, que tú sientes. Porque, para sentir la belleza, tanto externa como interna, uno tiene que tener libertad; tiene que estar libre de todos sus problemas. Los problemas, son inherentes a la vida, todos los tenemos: económicos, de salud, de relación, de trabajo, sexuales, etcétera. Pero, cuando uno tiene un problema que le reclama su atención, por imperativo de necesidad, hemos de atenderlo e intentar solucionarlo. Y, ya está; se solucione o no, hay que olvidarse de ese problema. Porque, de lo contrario se convierte en una obsesión y nos bloquea e impide observar el presente. Y, la belleza siempre es el presente, el ahora, este instante. Por eso la belleza, siempre es frescura y agilidad, dinamismo y fragilidad, armonía y orden.
Esos problemas que siempre tenemos, son los que generan todo el desorden que tenemos en nuestras vidas y en la sociedad, en el mundo. Pongamos, que me llamas por teléfono y me dices que, si quiero acompañarte, porque al amanecer en un paraje los patos salvajes se elevan en vuelo. Y, nos vamos. Pero, cuando intentamos salir de la ciudad, coincidimos con un camión de recogida de basuras que nos impide avanzar, con su lento desplazamiento. Tenemos el deseo de llegar justo al amanecer, que es cuando todo se pone en funcionamiento. Pero, la realidad es que pasa el tiempo y no hay manera de dejar de seguir detrás del camión. ¿Cuál es el reto en ese instante? El reto, es ver la belleza que hay en ese instante. Pero, para ver la belleza, tenemos que morir al deseo que tenemos de ir donde nos habíamos propuesto. Y, entonces, la belleza es la madrugada, la ciudad silenciosa, el ruido del camión, los limpiadores, la espera, etcétera. ¿Nos estamos humillando, siendo conformistas, esperando a que se resuelva ese impedimento? Estamos encarando lo que es; y por tanto la belleza y la inteligencia que la acompaña han llegado a nosotros.
Pero, no siempre sucede así, cuando el reto es más acuciante y tenemos una necesidad que le damos más importancia. Entonces, en ese momento el deseo se exacerba, se acelera y no podemos ver la belleza. Pero, no es que solamente nos perdemos la belleza, es que generamos confusión y desorden, generamos sufrimiento. Porque, al dividirnos por el deseo, se genera el conflicto, los malos tratos, nos ponemos agresivos, etcétera. ¿Por qué, no podemos vivir en plenitud sin que nada ni nadie pueda herirnos? Cuando estamos atentos al insulto, no hay ningún daño; cuando estamos atentos a todo lo que ocurre, participando de ello, no hay daño tampoco. Pero, es el deseo de siempre más y más, es el condicionamiento que me exige que tengo que ser el triunfador, el que se siente humillado y frustrado al no conseguir y hacer realidad lo que quería. Y, esta manera de vivir y de encarar los problemas, es la que genera el nacionalismo, las religiones organizadas, la corrupción, la política.
Podemos que nada de lo que ocurra, tanto física como psicológica, nos afecte y altere internamente. La vida, no es lo que nosotros queremos, pero tampoco es el desastre y la desesperación. La vida, es como es, tiene sus maneras y sus leyes, pero nosotros tenemos la posibilidad de que no nos afecte. El cuerpo se deteriora y todo eso; hemos de morir, eso está claro; pero ¿por qué me tiene que afectar todo eso, de manera que haga un problema que me entristezca, que haga que viva atemorizado, amargado, como un cínico? Nuestra verdadera fuerza es psíquica, interna, espiritual -sin menospreciar el cuerpo ni restarle valor-; y, por tanto, esa fuerza es independiente de toda influencia, está más allá de lo material.

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La falta de libertad, es amargura

Si pudiéramos ser conscientes de todo cuanto hacemos: como hablamos, como caminamos, como nos alimentamos y comemos, como dormimos y nos despertamos, que ropa llevamos, etcétera. Entonces, habría una posibilidad de no ser insensibles, indiferentes y crueles. Pero, cómo vamos a poder vernos y observarnos, si primero, no queremos vernos como somos, porque tenemos miedo; y segundo, no tenemos tiempo para mirarnos y reflexionar e inquirir. Y, por eso nuestras relaciones son feas y generan amargura, con su tristeza y su contienda. Si no nos vemos tal cual somos, no nos damos cuenta que nuestra vida es una desdicha: el esposo me altera al igual que los hijos, siento desprecio y sin valor a nada, el trabajo del hogar me desborda, las complicaciones económicas, por tanto, cuando salgo de casa no puedo tener la serenidad y la paz para poder tratar con dignidad a los que me tengo que relacionar. Por eso, es preciso que dentro de nosotros no haya conflicto ni amargura, porque eso tiene que salir. De la misma manera, que si en su casa tuviera armonía y paz cuando saldría sería feliz de ver la vida, a las personas, a los coches y autobuses, cuando llega el metro, cuando mira el cielo, cuando se incorpora al trabajo. Pero, eso desgraciadamente, no es así. Nosotros somos rutinarios, nos gusta la repetición, porque no queremos que se nos perturbe de lo que creemos que es lo mejor y lo que nos conviene. Pero, todo deseo, por noble y beneficioso que parezca, tiene su parte negativa y dañina. Y, como no queremos cuestionar ni ser reflexivos, pues el deseo es el que impone la ley. El deseo, es la respuesta a un reto -físicamente está claro, cuando tengo sed bebo-, y como nosotros somos la memoria, que es todo su contenido, que es todo el pasado, los miles y miles de ayeres, respondemos con lo viejo y repetitivo. Por tanto, seguimos con la manera divisiva de encarar los retos. Porque cada reto, cada situación siempre es nueva y no se puede abordar con lo viejo, que es la respuesta de la memoria. Y, ¿cómo llegará lo nuevo, lo que está libre del pasado? Cuando ve que su mente tiene un deseo o una imagen, no lo toque, mírela y no la aparte, no la reprima ni la quiera destruir, entonces ese deseo o esa imagen se desvanecen y desaparecen. Esto es muy difícil, porque siempre queremos deshacernos de lo que no nos gusta ni satisface. Voy a explicarlo un poco más: si al tener una imagen desagradable y fea, la rechazamos entonces se crea un conflicto entre la imagen y nosotros. Y, si hay conflicto, hay división, confusión, amargura. Por tanto, si yo no rechazo ni me divido, de esa imagen fea, entonces la observo y por tanto la comprendo; y, al comprender esa imagen que me disgustaba, ya no lo hace y por tanto no hay división ni conflicto interno. Por eso, es que es preciso observar, mirar, tener todo el tiempo para ver. Y cuando ve claramente, realmente, es cuando actúa sin división alguna. Porque no hay división, es que el ver y el actuar es lo mismo. Y, esta acción, es compasión, es amor. Y, entonces ya se han terminado los problemas, las amarguras, el mirar sin ver la belleza de lo que observa.
Pero, ¿cuántos están dispuestos a actuar y vivir de esa manera? Porque están muy atrapados con el piso, los hijos, la pareja, los viajes, la familia, el lugar para ir en el verano, están muy ocupados con todo lo que les proporciona placer. Y, de esa manera se enreda y se esclaviza toda su vida. Como no tiene libertad, ni para mirar ni para responder a lo que ve, sigue con su amargura y brutalidad, sigue con los malos tratos y la mala relación. Pero, no culpes a los demás de tus desgracias, de tu miseria y amargura, porque eso es tuyo y solo tú lo tienes que encarar y solucionar.

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El cambio definitivo

Sería interesante saber porque lee este escrito, si se lo han dicho o lo ha buscado porque ya sabías algo de ello. Pues, aquí no vas a encontrar una descripción alentadora, algo para que te sientas bien, sino antes, hemos de mirar cómo vivimos, no como yo me veo. Más bien, estas palabras serán como un espejo donde quede reflejado quién eres y qué haces con tu vida. Porque, si somos serios, como tendría que ser, trataríamos de investigar que podemos hacer para que el desorden toque a su fin. Porque, nuestra vida es un completo desorden. Y, este desorden genera más desorden. Primero que nada, deberíamos preguntar: ¿Queremos vivir en desorden, con todo lo que eso significa de hacer lo que me apetece, lo que yo quiera? Porque, si dice que sí, que no le importa ni le molesta el desorden, entonces no tiene sentido que siga leyendo y ahí se acaba todo.
Pero, suponiendo que te irrita y molestan los comportamientos indignos para las personas, si te sientes maltratado por la superioridad, si ves que la autoridad es intratable, si ves que la brutalidad impera en toda regla; y, te preguntas: ¿Qué puedo hacer para detener todo este estado de cosas? ¿Qué puedo hacer, para que me traten como un ser humano y no como un objeto, algo que tiene el valor de la utilidad mercantil o en el trabajo? Entonces, tiene que empezar a trabajar arduamente. Primero que nada, hemos de tener muy claro y descartar, que mediante la brutalidad y la violencia no se va a resolver todo este caos y desorden, donde soy una mera marioneta. Tampoco podemos confiar en los políticos y sus ideas, ya sean comunistas, socialistas, capitalistas, de derechas de centro o de izquierda. Ellos lo han intentado, pero no lo han solucionado. Lo han intentado, mediante revoluciones, mediante reformas, mediante guerras y dictaduras, pero siempre lo que hay dentro, en el interior de nosotros, se impone a los planes e ideales. También las religiones han intentado, desde hace miles de años, cambiar al ser humano, hacerlo más bueno y no conflictivo, pero también han fracasado.
Por tanto, tenemos que empezar de nuevo, ya que nada nos sirve. Porque, lo viejo y repetitivo ya sabemos lo que es: división y enfrentamiento, que conduce a la violencia y la guerra. Por tanto, no tenemos nada a que agarrarnos ni apoyarnos, solo tenemos la percepción, el observar, el ver. Y, como todo tiene que empezar en uno, tiene que ver de qué manera desaparecerá su conflicto interno; pues, si solucionas ese problema estás influyendo en todos los demás, ya que tú eres el resto de la humanidad, el resto del mundo. Pues. sería absurdo, decir y argumentar algo a los demás para que todo cambie, si tú no lo vives, no es factual. Así que, solamente me interesa cómo soy yo internamente, pues lo que somos dentro saldrá afuera manifestándose en cada cosa que hagamos. He visto que el conflicto entre mujer y hombre, puede llegar a los malos tratos y al asesinato; he visto que el conflicto entre los nacionalismos, puede generar violencia y guerra; he visto que el conflicto entre personas, es la causa de todo el dolor y el sufrimiento. Por tanto, he visto con todo mi ser, con toda mi sangre y mis nervios, que el conflicto es la causa de toda la desdicha de mi vida, de mi mala relación, sea quien sea con el que hable y trate.
Por tanto, he intentado resolver el problema del conflicto yendo al psicólogo, al psiquiatra, he practicado meditación, ya sea hindú, tibetana o zen, y yoga. Pero, el conflicto permanece en mí. Ahora bien, pero ese mismo deseo de ir más allá del conflicto interno, también le da continuidad y le da vida. Por tanto, miro el conflicto que me desagrada, pero lo sigo mirando, observando sin huir sin reprimir. Y, entonces el conflicto me cuenta su secreto, mi percepción es capaz de ver todo el proceso del conflicto, desde que nace y se origina hasta su final. Y, entonces todo mi ser, la percepción, todo lo que observo, tiene otra dimensión. El conflicto, ha llegado a su fin, con toda su amargura, su desdicha, su crueldad y violencia. Por tanto, uno vive con el conflicto, pero eso no le afecta. El conflicto, está ahí pero no puede operar. Si tienes la fortuna de verlo y vivirlo, verás que fácil es la comprensión. Porque, el conflicto es como la semilla que no tiene el suelo para poder arraigarse. Pues, lo que se arraiga es el ego, el “yo”, que es el generador del conflicto. Y, a este nivel de conciencia y de percepción alerta, el “yo”, ya no funciona.

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Leer dentro de uno mismo

Ciertamente si uno se da cuenta, verá que puede leer todo lo que tiene dentro, como si fuese un libro. Allí está toda la historia de la humanidad, todos los dolores, las alegrías, los engaños y traiciones, los placeres. Allí está escrito, si sabe leerlo, el porqué de tanta guerra y matanza en nombre de una idea o teoría, ya sea política, religiosa o de otra índole. Toda la historia del hombre, ha sido la de buscar algo que pudiera darle una certidumbre, una seguridad, una certeza tanto en l a vida como en la muerte y después. Y, todos los afanes van en esa dirección. Y, por eso todos los inventos, todas sus hazañas y descubrimientos, ya sea entre los océanos o en el infinito espacio, son la manera de sobrevivir, que es conseguir el deseo de ser, de perdurar.
Cuando tenemos algún problema, no pensemos que es nuevo porque ha venido a nosotros, porque todos estos problemas ya han llegado infinitamente a otras personas. Porque todos los problemas, son iguales y tienen un mismo origen: la supervivencia, el afirmarse, el ser. Pero, ¿se puede vivir de otra manera, que no sea el de la defensa, para resistir, sobrevivir? Desde el inicio, todo lucha es para sobrevivir. La vida, es destrucción, amor y construcción. Por tanto, para vivir hemos de destruir, hemos de matar, hemos de morir. Y, en ese matar, llega la supervivencia mediante la obtención de alimentos o la defensa. Hay personas, que proclaman que no hay ni tan siquiera que defenderse, que venga lo que venga no pasa nada. Esto tiene su parte de falsedad, porque quien lo dice no sabe qué hará en el momento crítico y dramático de tener que defenderse. Lo descrito, no es lo real; lo narrado no es lo que se narra; por tanto, siempre estaremos pendientes de lo que podamos hacer.
No nos tiene que importar el futuro, pero hemos de ser conscientes de lo que puede venir. De la misma manera que si queremos paz, hemos de hacer algo al respecto para que la paz llegue. Mientras tenga el deseo de seguridad, de estar seguro, y para ello adopte todas las medidas para no ser perturbado ni agredido, tiene que saber que eso no es posible. Solamente en la inseguridad absoluta, por paradójico que sea, encontrará la seguridad. Tampoco la absoluta seguridad. Pero si la mayor seguridad posible. Por eso, cada vez que le llegue algo, como esto que está leyendo, o alguien le cuente alguna nueva teoría, lea su libro de la vida. Y, verá que claro queda todo. Y, ya no necesitará de la ayuda de nadie para que le digan lo que tiene que hacer, para que le digan que esto es negativo o es positivo. Y, entonces tiene una luz que alumbra su vida y la vida de los demás.
Pero, incluso esa luz, que es inteligencia y sabiduría, tiene que estar atenta y dispuesta a que la cuestionen, discutan e investiguen. Porque la mente puede acomodarse e inventar su realidad que más le conviene y más le gusta.
¿No ha pensado nunca cómo vive, qué hace con su vida, si tiene tiempo para observar, para verse cómo habla y discute, cómo come y trabaja, cómo consume el tiempo buscando placer para olvidarse de que está solo, para no ver la realidad que es la angustia de la soledad absoluta? Y, es por eso que no nos vemos tal cual somos, que hemos generado esta sociedad tan corrupta e inmoral, con sus desequilibrios económicos, con sus conflictos a causa de esta desigualdad, ya sea entre personas, entre países; entre nacionalismos, uno que domina y establece las leyes, a su favor, y otro que tiene que obedecerlas y acatarlas. Siempre está la división, el conflicto, que es la expresión del egoísmo, del ego, del “yo”. Pero, si te quedas amargado o neurótico, no podrás hacer nada, no podrás ir más allá de todo eso. Y, entonces la vida no tiene ningún valor ni sentido, salvo el de hacerse indolente o con cinismo.
Nosotros decimos que sí que podemos hacer un cambio radical en la psique del hombre, en el que el temor y el dolor no nos paralicen, ni hagan que nuestra relación entre nosotros sea una desdicha y una disputa continua. No espere a hacerlo dentro de unos días o mañana, lo tiene que hacer ahora; en este instante, en una mirada, tiene que ver todo el orden y el desorden que lleva implícito el vivir.

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Pobres y ricos

Cuando uno nace, tiene algo que le marcará para toda la vida: tanto si nace de padres poderosos y ricos, como si nace de padres humildes y pobres, tendrá que enfrentarse a los problemas que generan las dos situaciones. El pobre tiene que luchar para salir de su precariedad; y, el rico tiene que hacer lo necesario para no perder la respetabilidad y al mismo tiempo no ser demasiado cruel con los demás. Es una lucha que no tiene fin hasta que uno ve que todo lo que haga, como la filantropía, la caridad, etcétera, siempre le dejará en la sensación de que no ha hecho bastante; y, si se da cuenta, se endurece y se hace menos sensible, o entonces soluciona el problema. La solución del problema, es que no haya nada que ceder, nada que dar. Pero, así y todo, aún queda el condicionamiento de que siempre tiene algo que es “mío”; por eso, dar con la mano es fácil, lo difícil es dar en el sentido verdadero, espiritual, estar libre psicológicamente de lo “mío”. Y en esto va incluido también, la posesión de la verdad, que es mi verdad y mi realidad contrapuesta a la de otro.
El pobre, siente odio contra los ricos; y, ese mismo odio es el que siente el rico, para poder seguir con su respetabilidad y dominar a los otros. El problema del rico, es que necesita estar aislado, pero esto le debilita; aunque tampoco se puede mezclar, porque entonces pierde lo que más lo caracteriza: su elitismo y exclusividad. Por eso, es que siempre están irritados, prontos a estallar. Pero lo más grave, es que no entiende por qué los pobres le odian, si él todo lo que hace lo ha hecho siempre y lo encuentra normal y necesita seguir haciéndolo. La respetabilidad, es lo más destructivo y aislante que hay. Y por eso, viven entre la neurosis aislante, donde creen que estarán tranquilos y felices, y el miedo y la psicosis al otro, al de la calle, al vulgar. Aquí, el dar ya no es con la mano, ahora el dar es psicológico, de mirada, de sonrisa, de afecto, de respetabilidad, de rozarse y mirarse, de serenidad ante el diferente. Y, este es su destino, a menos que lo vea todo como el peligro que es para su vida, la vida que nada más puede ser en relación. Pues, sin relación no hay vida, porque vibramos y reaccionamos a los sonidos, a las palabras, a las imágenes, a nuestros vecinos, a las personas que va por la calle. Los ricos están acostumbrados a los peligros y los miedos, pues siempre están pensando quién les quitará lo que tienen. Pero, el peligro del aislamiento es más grave, porque le altera su salud mental y espiritual.
Pero tanto el pobre como el rico, se necesitan mutuamente, como todo lo antagónico, como todo en la vida, como la mujer y el hombre. Cada uno sabe de su poder y se saben precisos, por eso cuando hay un estallido de protesta o revolución, saben que el desorden y el caos será muy perturbador y hará mucho daño. Aunque ha habido muchas revoluciones de los pobres contra los ricos, violentas y sanguinarias, no han conseguido cambiar el patrón básico de la psicología del hombre de lo “mío”, del “yo” y el “tú”. Pero, el odio, ciega, confunde y hace que llegue la anarquía. La revolución necesaria y verdadera, no es hacia fuera, la del enfrentamiento y violenta, es la que haga que la psique vea todo el entramado de nuestro comportamiento, del “yo” y el “tú”, del “nosotros” y el “ellos”; donde no hay división y conflicto interno, pues es ahí dentro de nosotros donde se genera la violencia y las guerras.
Cuando no vemos ninguna diferencia con lo que observamos, es que hay unión y no división, y entonces todos los problemas desaparecen y quedan resueltos. Y, ¿cómo llegamos a esa ausencia de división, ausencia de diferencia? Solamente tenemos que mirar y observar con toda nuestra energía, con toda nuestra pasión y atención, de manera que no haya espacio entre lo que observamos y nosotros. Solamente así, la vida no se ve como una guerra del yo, contra tú y del todos contra todos.

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La violencia es un hecho

Cuando ve la violencia que está en todas partes, que nunca ha cesado, y que a menos que no cambie en su interior proseguirá, ¿cómo lo encara, cómo cree que podrá estar libre de esa perturbación que es la violencia; espera llegar por el tiempo a ponerle fin? No crea que la violencia se genera espontáneamente, porque ella es la consecuencia nuestra. Nosotros somos depredadores, los animales son depredadores, por tanto, ese es el marco en que nos tenemos que desenvolver. Eso es así, porque nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, las personas con quien nos relacionamos cada día, ellos también son depredadores. Porque, ellos van a lo suyo, que es seguridad, comodidad, y la búsqueda incesante de placer. Cuando eres más vulnerable, entonces ves realmente quién eres, como somos. El depredador, dice que no quiere ser violento, pero el condicionamiento de nuestro cerebro a lo largo de un millón de años, exige seguir con su violencia. Está en nuestro condicionamiento heredado, que hemos de luchar, esforzarnos, batallar, para conseguir la vida. Es decir, que, para poder vivir, hay que ser violento y cruel.
No sé si se han percatado de todo esto, en su relación con su pareja, con su hijo, con la persona que le atiende en una oficina. ¿Por qué, vivimos irritados, perezosos; por qué esa falta de cariño, de afecto, de diligencia; por qué, esa falta de pasión y energía, esa falta de disfrutar y gozar de lo cotidiano? Evidentemente, no disfrutan porque no están bien. Y, eso es debido a que viven divididos, quieren lo que no podrán conseguir: la felicidad hacia fuera, el encantamiento, la ensoñación y la sensualidad. Y, al ver que no lo consiguen, tienen que buscar otras cosas, como el querer cambiar esta realidad fastidiosa, que no me da lo que yo quiero, que creo que si que me satisfará. Pero, como eso es imposible, la división, la lucha y el conflicto, siempre están operando y actuando en su interior. ¿Por qué, no puede ver en un instante, en una sola mirada, que la realidad y la verdad, no se pude erradicar ni cambiar? Porque si lo viera, todos sus problemas desaparecerían, porque habrían llegado a su fin.
La violencia, es lo que hace tanto daño y destrucción en la tierra, a todos los que vivimos en ella; esto no es una idea, una teoría, esto es un hecho que lo practica a todas horas, aunque no se percate de ello. Porque la violencia es destrucción y sin esta destrucción, no podríamos vivir. Por tanto, el hecho -no una invención- es que somos violentos. Pero, ¿por qué quiere huir de ese hecho de que soy violento? Ese hecho, se verifica cuando pone la televisión o lee el diario, cuando escucha que el marido o la pareja ha asesinado a su mujer, los noticiarios siempre dan información de bombardeos y explosiones con sus carnicerías. Y, esto es un hecho. Y, al no poder cambiar ese hecho, sigue dividido y en conflicto. La cuestión es: Si no puede cambiar este hecho de que soy violento, ¿por qué quiere cambiarlo, huir, transformarlo, rebajarlo y disfrazarlo? Es porque cree que, con el tiempo, mañana, dentro de unos días, unos meses o unos años, lo conseguirá. Por eso, el tiempo es un impedimento para resolver y solucionar los problemas.
¿Puede mirar el hecho de la violencia, sin apartar la mirada, no rechazarla, sin querer cambiarla? ¿Puede estar atento, mirando y observando la violencia, con toda su pasión; amándola, porque la pasión es amor, la que sucede diariamente al bombardear y matarse en la guerra? Si lo hace, verá que la violencia ha cesado, ni la ve ni la genera, porque su división y su conflicto interno se ha acabado.
Entonces, ha hecho la revolución y el cambio radical definitivo, que es descondicionar su mente, su pensamiento, que es su manera de vivir. El pensamiento, es su vida. Si no hay pensamiento, no podría vivir. Pero, al deshacerme del conflicto interno, entonces el pensamiento solamente opera en el ámbito técnico y doméstico, no en el ámbito psicológico con todos sus inventos y manías. Porque, al final si no nombra, si no usa las palabras, es cuando se puede enfrentar al hecho. Cuando nombra la palabra violencia, no ve solamente ese hecho, sino que recuerda todo lo que ha visto con anterioridad sobre la violencia. Y, entonces no está libre para mirar con atención profunda y es cuando se horroriza, le entra miedo y quiere huir; y, así se divide e incrementa la confusión y el conflicto.
¿Puede vivir sin ninguna defensa, sin miedo a la violencia, etcétera, ya sabe puedo perder esto o aquello, puedo recibir un golpe, puedo perder la vida? Si no vive así, seguirá siendo violento, aunque diga que no quiere, que no lo es.

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La ilusión 2

Es muy importante, saber realmente lo que significan las palabras, cuando decimos casa, árbol, persona, vemos enseguida la imagen que ya tenemos construida con anterioridad; y de esa manera la observación nunca es total y completa. Cuando decimos que esa persona está loca, ya tenemos la descripción y la definición de lo que esa persona es. Cuando, en realidad es una persona que es exactamente igual a las otras. Porque todos tenemos algo de locos, pero cada uno lo tiene a un nivel. Por eso, para comprender la vida hay que observar la vida, observar al vecino, a la mujer que pasea con su perro, al joven que va y viene sin cesar, al que está trabajando en una tienda, a la persona seria y ensimismada, al que busca diversión y entra en un bar musical. Todos tienen el mismo deseo de permanecer, de buscar y conseguir algo que les llene ese vacío, deseo de seguridad, deseo de ir y empezar, de buscar y no encontrar. Lo que quiere decir, que el observador es lo observado; cuando hablamos con una persona, es igual que nosotros, sea quien sea y haga lo que haga. La diferencia está en la cantidad de lo que haga, a la hora de describirlo; pero en lo demás es igual a nosotros.
Cuando decimos que alguien tiene una actitud negativa, pongamos que tiene miedo, ¿por qué creemos que solamente esa persona tiene miedo y la infravaloramos? El miedo es como la ira, el odio, está ahí dentro de nosotros, es común a todos nosotros. Uno no es diferente de la ira; uno también es la ira. Es la ilusión la que hace que nos dividamos de la ira, del odio, del miedo, de la vanidad, de creer que somos diferentes. Por eso, hay que ir desde fuera hacia dentro para poder ver realmente quiénes somos. Ver cómo se divierten las personas, cómo se gastan el dinero, en que invierten su tiempo, cuáles son sus debilidades y cómo las encaran, ver porque lloran y ríen y se descontrolan, ver la completa banalidad de sus vidas y a la vez todo el poder que tienen. Y, si somos sinceros, veremos que internamente todos somos iguales. De ahí, que lo que vemos fuera, está dentro de nosotros. Porque, todos participamos de la misma consciencia, que es el contenido de la memoria.
Por eso, cuando decimos esa persona es tal cosa, ella no es diferente de nosotros, somos iguales psicológicamente, espiritualmente; es la ilusión, la que nos divide y genera conflicto. De la misma manera, y esto es muy importante, creer que uno es diferente del odio nos hace que prosigamos en conflicto y que sigamos con el odio. Porque, el odio no está separado de mí, yo soy el odio. Si puedes míralo y verás que por mucho que pretendas alejarte del odio, no lo podrás. Porque, el condicionamiento nos obliga a defender y a atacar, a querer ganar, a triunfar, a proseguir, a no perder, nos obliga a querer estar seguro, pero como eso es imposible llega la ira, la frustración, el odio. Es una ilusión, creer que uno está al margen de todo, que su mente es o puede ser pura. Aunque te aísles y te encierres para purificarte, no se puede conseguir, porque el contenido de la conciencia, que es la memoria, que es todo el pasado siempre está ahí. Y, de la única manera que podemos estar libres de ese odio, la necesidad de venganza, de la frustración y su ira, es mirarlo y observarlo profunda y atentamente, verlo y comprenderlo sin huir, sin querer cambiarlo. Entonces, uno está libre de sentirse herido, de que te dañen, y entonces ese odio, ira y frustración desaparecen. El centro, que es el “yo”, que se sentía agredido, humillado, herido, ya no está, y por tanto, ya no puede responder. Y, entonces, podemos empezar a hablar de paz, de armonía, de empatía.
Al no existir el “yo”, que es la consciencia con su contenido, con todos sus inventos como mi país, mi idea, la imagen que tengo de mi mismo, mi religión y mi identificación política, mis proyectos y mis deseos, desaparecen. Están ahí, pero ya no nos afectan.

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El fin del egoísmo, es el fin de los problemas

Una de las cosas más claras que hemos de tener es, que hemos de conocernos cómo somos, cómo funcionamos. Y, esto es de la mayor importancia si es que queremos ser serios, para abordar la vida: la vida de cada día, la vida de su compañero o del vecino, la vida de los que nos piden ayuda, la vida de los hombres que van a la guerra, la vida de los corruptos. Porque, no estamos solos, estamos relacionados; todos somos la misma cosa, queramos o no esto es un hecho. Por tanto, si nos conocemos verdaderamente cómo somos, qué es lo que somos internamente, cómo funciona nuestro cerebro y el pensamiento, cómo funciona nuestra mente, veremos que básicamente todos somos iguales. Todos los hombres, cada uno de ellos, sufren desgracias, penalidades, angustias, algunos momentos de felicidad y alegría, pasan por momentos terribles, saben que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina; y, no saben cómo abordar todo esto que es la vida. Todos pasamos por lo mismo, queramos o no; aunque huya y se esconda en una idea o teoría, ya sea política, religiosa o romántica, aunque entre en un grupo para hacer algo positivo, aunque invierta toda su energía en acciones sociales. Al final, siempre queda el problema que resolver, que es su problema, su vida, su afán de ser feliz, de descubrir, de adaptarse o de rebelarse, de huir o de entregarse. Y, todos pasamos por eso. La ilusión, hace que solo veamos nuestro pequeño problema; y, por eso somos tan mezquinos y con la mente tan estrecha.
Y, esa actitud tan pobre, tan mezquina, es la que hace que aumente más y más el conflicto y la división entre nosotros. Nos creemos únicos, creemos que somos privilegiados, merecedores de un favor, ya sea del cielo o de la tierra, nos creemos muy importantes y precisos, pero todo esto es ignorancia, fruto del egoísmo. Y, es este egoísmo, el que hace que el nacionalismo esté contra otro nacionalismo, el que “yo” y “tú” nunca nos encontremos y vivamos separados, como dos líneas que nunca se encuentran y se unen. Todo está bajo ese patrón, ya sea la sociedad, en el trabajo, en la familia, en la escuela, en la universidad, “yo” contra “tú”, “nosotros” contra “ellos”, y al revés. Y, luego con este comportamiento, hablamos de paz, de concordia, de no-violencia. Mientras este viejo patrón, que tiene tantos miles de años, no desaparezca, todas nuestras buenas intenciones será una quimera. Podemos leer libros, hablar, asistir a pláticas, hacer esto o aquello, mientras este “yo” y este “tú”, no desaparezcan seguiremos siendo pobres internamente, causando irritación, división y conflicto. No crea que todo esto se puede cambiar haciendo una pirueta mental, o repitiendo palabras, o meditando o yendo por el mundo de un lado a otro, todo esto ha de cambiar radicalmente dentro de nosotros. Y, para cambiar ha de ver esa necesidad, que le quema las entrañas y toda su vida, de que esta manera tan estúpida y absurda de vivir tiene que llegar a su fin. Cada día se suceden las matanzas, ya sea mediante la guerra o mediante las revueltas, las brutalidades y las crueldades que ni nos las podemos imaginar, todo ello en nombre de una idea o teoría, ya sea política, religiosa o de otra índole. ¿Puede todo esto acabar a hora mismo, dentro de usted, no mañana o dentro de un rato, la semana que viene? ¿Puede ahora mismo no sentirse culpable ni tampoco inocente, ni al margen de todo cuanto sucede, ya sea donde vive o en la otra parte del mundo? Para vivir de esa manera, hemos de morir a cada instante y salir nuevo, ágil, completo, lleno de plenitud. De lo contrario, la miseria, la desgana y la irritación, nos dejarán donde siempre hemos estado: desesperados y en conflicto, luchando y batallando los unos contra los otros.
Solamente en el ver, que esto es un hecho, es lo que nos abrirá la puerta para deshacernos del conflicto. Y, si uno ve un hecho, ha de seguir la acción. Y, entonces, el ver y actuar es lo mismo.

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Uno es el resto de la humanidad

Es posible no perder la capacidad de cuestionar, de no acomodarse, de ver lo que sucede, sea lo que sea, sin agarrarse a ello, para seguir siendo fresco, ágil, con libertad. Porque, son muchas cosas la que suceden y si nos quedamos con ellas y no las soltamos, entonces es cuando aparecen los problemas. Y, los problemas, sean los que sean, han de desaparecer. Todos tenemos problemas, ya sean económicos, de empleo, en la casa, con la pareja, los familiares; problemas que nadie sabe pero que son de uno; pero, a la vez, de todos porque uno es el resto de la humanidad. Uno no es diferente de los demás, es igual a toda la humanidad. Todos, ya sea europeo, asiático, americano, musulmán, cristiano, tenemos la misma consciencia, que es nuestra mente. Y, por eso todo lo que me pasa a mí, te pasa a ti, al que vive lejos o cerca, todos sufrimos al tener miedo, a la enfermedad, al futuro, al mañana, a la muerte. Y, eso es el suelo donde se asienta la humanidad.
Creer en el tiempo como factor de cambio, es un error. Porque el cambio, tiene que ser ahora. Y, en el ahora no existe el tiempo, Cuando decimos ahora no puedo cambiar, dentro de un tiempo, o mañana u otro día, cambiaré. Eso es un engaño, porque cuando llega el día, se encuentran nuevas excusas y volvemos a decir, ahora aún no puedo cambiar. El cambio quiere decir, hacer una mutación en las células del cerebro, para que no sigan condicionadas. Ahora, nuestro cerebro tiene la misión de velar por nuestro cuerpo y de atender a los trabajos técnicos; y, ahí sí que es eficiente. Pero, en el ámbito psicológico es un estorbo, pues está condicionado en una sola dirección, que es la de su propia defensa, la de ganar, la de triunfar a toda costa. Y, todo esto genera división y conflicto. Por lo que, el cerebro mediante el pensamiento, crea lo necesario para la confrontación, la violencia y la guerra. Entonces, en el momento que vemos la necesidad del cambio, todo el condicionamiento de un millón de años cesa y desaparece. Y, ese ver, siempre tiene que ser ahora. Porque, es en un instante; y, este instante es el ahora. Y, en el ahora, no hay tiempo, es intemporal, es la eternidad.
Y, cuando vemos que somos el resto de la humanidad, que no hay ninguna diferencia básica entre nosotros, es cuando vemos que nosotros no somos diferentes de nadie, ya sea pobre o rico, budista o musulmán, mujer u hombre. Y, para ver todo esto, para llegar hasta ahí, tiene que buscar, inquirir y mirar, estar alerta continuamente, ver que pasa dentro de la mente y ver cómo funciona. Nosotros queremos divertirnos, queremos distraernos, y todo eso ocupa gran parte de nuestras vidas. Pero, hay mucho que hacer; y, entonces, la distracción y toda la gama de diversiones, son un obstáculo y un impedimento para ver, cambiar y llegar a lo nuevo y lo que la mente nunca ha tocado.
Cuando miramos una nube o un pájaro, si lo miramos sin que haya espacio entre eso que observamos y nosotros, entonces eso ha llegado. Y, eso es lo sagrado, lo nuevo, el ahora. Pero, ¿tenemos tiempo para ver de esa manera, mirar toda la desgracia y la amargura que llevan las personas que viven en la calle sin hogar; vemos toda la felicidad que hay en una buena relación, donde hay respeto, afecto. Mirar, ver, quiere decir en todas direcciones. Todo esto de lo que estamos hablando, sin un sentimiento de unidad, de total, de abarcar todo lo que existe, no podremos verlo ni tendrá sentido ni significado verdadero. Porque, lo total para que sea tiene que integrar a todos los fragmentos. Y, para poder integrarlos, todos los fragmentos tienen que desaparecer. No podemos comprender uno a uno cada fragmento, eso sería imposible; ni tampoco analizarlos, porque el que analiza es igual que el que pretende analizar, es decir, vive en confusión y en conflicto, está condicionado y al analizar este condicionamiento mediatiza el análisis.
Por tanto, para hacer el cambio, para que llegue lo nuevo, es preciso que todo el factor tiempo quede descartado. Y, nos enfrentemos con lo que es, con la realidad que está más allá de todo pensamiento, y que llega con el descubrimiento que sólo el cambio puede ser ahora.

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No somos lo que parece ser

Cuando queremos conocernos tendríamos que empezar por las influencias ambientales, tales como la temperatura, le economía, la política, la religión, que nos rodean, pues todo nos condiciona. Aunque no lo demos mucha importancia, lo que comemos, el lugar donde nacemos, es algo que nos marca, porque las personas somos de costumbre. Pero, aparte de todas estas influencias ambientales de ahora, de este momento en que vivimos, existe otras influencias más profundas, que hemos de investigar para conocernos. Todo lo que somos, es el resultado de las influencias recogidas durante muchos miles de años; dentro de nosotros existen ocultos impulsos que desconocemos. Y, para descubrirlos, hemos de mirar muy adentro de nosotros. Mirar, no superficialmente, sino observando primero lo que vemos fuera, en los demás; y, esa visión es la que nos llevará a descubrir realmente quiénes somos. Cuando, vemos o nos enteramos que alguien ha hecho alguna cosa destructiva y cruel, ¿qué es lo que piensa? ¿Piensa que está a salvo de actuar de esa manera, que es diferente; que los que actúan violentamente, son personas absolutamente responsables de lo que hacen? Antes de responder, deberíamos de investigar la raíz y el origen de nuestros deseos más profundos e íntimos.
Para poder ver e investigar, hay que tener libertad para mirar, no tener miedo de lo que observa y va surgiendo. ¿Cree que se conoce realmente?, dudo que sea cierto que nos conozcamos. Porque, el ambiente de donde procedemos es el del enfrentamiento y violencia, hemos crecido a lo largo de un millón de años con el mismo patrón. El hombre, todavía tiene la misma psique de siempre, que es la del miedo, la del subsistir a cualquier precio, y para ello, tiene que luchar, ser violento y cruel, matar, asesinar. Y, todo esto es el suelo donde crecemos, donde pisamos y estamos todos. No acepte ni rechace lo que se dice, mire con todo el tiempo, observe y vea si lo que se dice tiene sentido, mírelo sin ningún temor a ver realmente quién es. Y, verá que somos todos la misma cosa, que siente, sufre, desea, se alegra y ríe, y que necesita sobrevivir a toda costa.
Y, para sobrevivir a toda costa, de la manera que nosotros queremos, hemos de hacer guerras, hemos de ser violentos y corruptos. Los políticos son los que declaran la guerra, contra otros políticos como ellos, pero ¿quién ha elegido a esos políticos, quién los sostiene? Somos nosotros, aunque no hace falta que los cambiemos, pues los que les seguirán serán como los de ahora y harán lo mismo. Simplemente, porque los políticos son exactamente igual que nosotros. Y, si estuviera en el lugar del político haría lo mismo que ellos hacen. Deseche la idea de que es diferente, de que no haría la guerra, de que no sería corrupto, porque en su vida ya tiene sus conflictos y su corrupción a su nivel. Y, cuanto más suba en la escala, también sube el nivel y la importancia de lo que hace, de su responsabilidad.
Así que, si no quiere corrupción, si no quiere violencia, si no quiere guerra, vea si eso que quiere es real o es una ilusión, fruto del desconocimiento de quién es, de quiénes somos. Por eso, tiene que mirar, ver, inquirir todo lo que existe para que así pueda descubrir, observar. Porque, si queremos algo que no es posible, entonces el problema prosigue, todo se complica, todo lo que queremos rechazar y que desaparezca, aumenta. Y, esta es la confusión en la que vivimos, creyéndonos que somos una cosa, siendo todo lo contrario. Así que, ya empezamos a darnos cuenta de que todo lo que parece tan real, como que somos diferentes e incapaces de hacer lo que rechazamos en los otros, todo ello fruto del condicionamiento, consecuencia del ambiente en que hemos vivido, no lo es, es una ilusión. Esta es la maravillosa y verdadera revolución: ver que el observador, es lo observado; que todos tenemos los mismos circuitos eléctricos mentales y psicológicos. Es decir, que todos somos básicamente iguales. Solamente, los retos que nos llegan, determinan la respuesta.
Ahora bien, podemos hacer que todo eso cambie, que los retos no nos perturben, confundan y nos obliguen a actuar de una manera que no queremos. Y, eso es un reto, ya que se tiene que vivir para ver qué sucede.

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Los hechos y los no-hechos

Es verdad que nos gusta inventar no-hechos, porque los hechos, lo que sucede, no nos gustan y molestan. Pero, al actuar de esa manera, la confusión y el desorden prosigue. Es que tan deteriorados estamos, qué no vemos que nos estamos engañando nosotros mismos, con tal de no encararnos con los hechos. Si queremos vivir adecuadamente, sin conflictos ni violencia, hemos de ser exquisitamente decentes, no hacer cosas que hagan daño a los demás. Porque, si hacemos daño a los demás, al vecino, a la persona que vive conmigo, al compañero de trabajo, este daño tiene que revolverse y venir, de una manera o de otra, a nosotros. Por tanto, es imprescindible que nos encaremos con los hechos. Y, el hecho principal, es que estamos divididos y fragmentados internamente. Y, esta división es la que hace que no tengamos sensibilidad. Y, sensibilidad quiere decir, ser respetuoso y honesto, no querer que el egoísmo esté ahí.
El egoísmo, es la expresión del miedo. Es también, la manifestación de lo pobres que somos en lo interno, de la ignorancia. El miedo, altera la mente, volviéndola neurótica, brutal, cruel. Cuando hace un millón de años, desarrollamos nuestras mentes, nos dimos cuenta que existía el tiempo, desde la salida del sol hasta que se ocultaba. Pero, al mismo tiempo, no supimos deshacernos del tiempo psicológico, el que dice ayer lo pase mal porque no presté toda la atención y me hice daño; y, hoy tengo miedo que se repita el mismo daño. Y, entonces, al inventar el tiempo, también inventamos el miedo. Miedo a que no llegue a la hora prevista, a que se retrase; miedo a los años que tengo, porque eso hace que tenga más obligaciones y que vengan cosas que no son agradables.
No estamos hablando del miedo como una reacción ante un peligro, como un precipicio, la velocidad excesiva, un animal salvaje. El miedo al mañana, es el que hace que nos dividamos porque siempre creeremos que falta algo para estar seguros. Y, por ello acumulamos conocimientos, información, cosas materiales; pero como la seguridad no existe, todo ese empeño de estar seguro es vano y nos deja más inseguros toda vía. Porque, cuando tiene miedo, deja atrás la sensibilidad, el afecto, la cortesía, y lo más grave, deja atrás la inteligencia. Y, entonces, somos como una pieza de la sociedad, que vive para comer, dormir, trabajar y tener hijos. Y, todo lo que se oponga a ese deseo de seguir en esa dinámica, lo rechazamos, lo odiamos, lo destruimos. ¿Por qué, no se da cuenta que lo más importante es una buena relación con las personas? Si tenemos miedo, las personas nos molestarán, las rechazaremos, no veremos su belleza innata que tienen; pero nosotros nos aislaremos más, nuestra vida será más neurótica. Siendo capaces de querer cambiar lo que es, por lo que me gustaría que fuera, haciéndonos especialistas en inventar no-hechos.
Y, es que nos creemos tan respetuosos, nos gusta tanto lo que hemos establecido, que todo lo nuevo nos molesta y nos da miedo. Pero, sin lo nuevo la vida es mortecina, es una vida sin brillo ni luz, es vivir viendo en todas partes, posibles enemigos, peligros, situaciones que nos perturban y que pronto las despachamos para que no nos molesten. Pero así, necesitamos abundantes policías, militares, hombres armados, fronteras, leyes hechas a medida para que todo esto tenga la autoridad que da la legalidad. No deberíamos decir esa persona es extranjera, porque con esa expresión nos separamos y dividimos. Solamente existe la raza humana, ni amarillos, negros, blancos, cobrizos, somos hombres a los que hay que mirarlos como lo que son, como nosotros.

62

La invención de problemas

Todo, aunque sea sencillo, lo complicamos. Porque, ir a la raíz directamente nos da miedo, vemos difícil de lograr lo que pretendemos. Por qué, tener que cortar rama a rama, para quitar un árbol en vez de arrancarlo de la raíz. Creemos que, si acabamos con nuestros problemas, acabaremos aburridos y vacíos de todo. Nosotros, nuestras mentes están condicionadas para resolver problemas. Y, por tanto, sin darnos cuenta inventamos los problemas, es decir, en todo vemos un problema. Por tanto, aunque es cierto que hay problemas, a los que hay que atender y resolver, hemos de tener la percepción clara para ver la ilusión que inventamos.
Pero, cómo podemos tener la percepción clara y diáfana, si tenemos tanto desorden en nuestras vidas. El desorden, es la falta de respeto, es sentirse brutalmente superior a los demás, el ser insensible a lo que en realidad está sucediendo. Y, con este desorden, queremos poner orden. Lo cual es imposible. Y, es este falso orden, que es el desorden, el que genera la vida que vivimos y también la sociedad que hemos creado. Por eso, culpar a los demás de lo que ocurre es muy superficial, es ignorancia. Uno tiene que trabajar arduamente, para resolver los problemas que nacen dentro de nosotros. Los problemas, en realidad fuera de nosotros no existen; es sólo dentro de nosotros, donde nacen y luego salen al exterior. Por eso, la revolución, el cambio, ha de nacer, y se tiene que hacer, dentro de nosotros.
Creer que los problemas se van a resolver, con revueltas y rebeliones violentas, quitando a unos para ponerse otros, que actúan básicamente de la misma manera, no tiene ningún sentido. Y, perpetúa el desorden y el caos, que hay en todas partes. Mientras no hay una revolución interna, donde veamos que uno mismo es el problema, mientras no haya resuelto el problema de la división y el conflicto que hay dentro de nosotros, todo será una mera continuidad de lo que siempre ha sido, de lo viejo y repetitivo. Y, lo repetitivo es, el conflicto, la contienda, la agresión y la violencia. Esto no es una cosa extraordinaria, esto está ocurriendo en todos sitios, vaya donde vaya.
Ahora bien, vemos que durante miles de años han intentado cambiar el viejo sistema, por otro nuevo sistema, pero todo ha continuado de la misma manera: dirigentes corruptos, violencia y guerra. Y, esto ha sido porque, primero que nada, uno tiene que cambiar él solo, para que así pueda haber un cambio en uno mismo, en su entorno y en toda la sociedad. Pero, eso nos da miedo, porque creemos que esa soledad nos va a perjudicar, nos va a aislar y marginar. Pero, uno si ve claro, que la actual manera de vivir, con su superficialidad y vulgaridad, con su sistema tan inmoral y corrupto, que nos hace vivir en el sufrimiento y el desorden, nos lleva cada vez a ser más destructivos y crueles, no tendrá otra opción que la del cambio. Ver claramente algo, es acción, es actuar. Y, si uno actúa desde esa claridad, que es inteligencia, entonces ya estamos fuera del sistema que genera tanto desorden con su violencia y las guerras.
Y, por eso, el cambio es ahora; siempre es ahora, porque la realidad, te da la fuerza para que actúes en la dirección adecuada, que es descartar la corrupción y la indecencia. Y, una persona, que sepa lo qué es la dignidad de las personas, no puede soportar ni tolerar que haya indecencia, que haya indolencia y sufrimiento, causado por el desorden y la confusión. Por eso, el primer problema que hemos de resolver, es la división interna. Pues, esta división interna es la raíz y el origen de todo desorden. Ahora bien, el mismo deseo de cambio, es un obstáculo para el cambio. Pues, todo deseo, aunque sea bueno y bien visto, genera brutalidad y crueldad. Por tanto, cuando vemos ese hecho de que todo deseo, nos deja en el mismo sitio de siempre, con su división y enfrentamientos, entonces es cuando se opera el cambio, Porque, uno ya no quiere nada.
Y, nada quiere decir: si, si; pero, no, no. O, no, no; pero, si, si. Y, de esa manera de encarar la realidad, es cuando aparece lo nuevo, lo que no ha sido manoseado ni tocado por el astuto pensamiento.

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El peligro de los no-hechos

¿Cómo podemos saber si todo lo que nos dicen es cierto? Vivimos estando informados a todas horas de todo cuanto sucede. Pero, ¿podemos saber si lo que dicen es lo que quieren que sepamos? Por supuesto, cuando alguien informa de algo, como lo hago ahora, es para que el que lo reciba se lo crea. Ahora falta saber, porqué quieren que los que reciban la información, se lo crean. Y, aquí es donde todo empieza aclararse, por eso preguntamos: ¿a dónde quieren ir a parar con esa información, esos mensajes?
Los que se dedican a los negocios, a enriquecerse más y más, todo lo que hagan va dirigido a ese fin. Los que tienen unos ideales humanistas, dicen que los mensajes son para cambiar el viejo patrón que hace que haya ricos y pobres, explotadores y oprimidos. Y, también están los que informan, porque tienen una formula mediante la cual uno llegará a la felicidad y después de morir tendrá una recompensa o castigo, según su actividad benéfica o dañina.
Los que se dedican a aumentar sus beneficios, esos ya están descubiertos por su manera de vivir, cada vez con más derroche y caprichos.
Los que tienen unos ideales humanistas, que quieren igualar los beneficios, los bienes y la economía, son iguales a los que dicen que siguiendo a su único salvador, maestro o gurú, llegaran a una manera de vivir donde todo se arreglará e imperará la justicia distributiva y de igualdad.
Pero, estos llamados humanistas y religiosos, generan desorden y confusión igualmente. Aunque, su engaño es aún más escandaloso, al presentarse como los salvadores de los menos afortunados, los que sufren la pobreza, la injusticia, la opresión y la esclavitud.
Los muy adinerados, los negociantes y poderosos, así se unen a los humanistas y a los religiosos, ya que el comportamiento de todos ellos es el mismo. Ellos descuidan algo que es muy importante: ver y comprender cómo actúa la realidad, es decir cómo actuamos y nos comportamos cada uno de nosotros. Porque, las ideas y teorías, por bellas y bonitas que sean, por deseables y benéficas que parezcan, no son reales, no son hechos. Y, al informar y divulgar, al prometer no-hechos, que es lo no posible, es cuando se crea el desorden, las revueltas con su anarquía, la violencia y la guerra.
Es preciso atenerse a lo que es. Y, no inventar lo que me gustaría que fuera. Es decir, esta realidad no me interesa ni me gusta ni satisface, entonces invento otra realidad que si que me gusta y satisface. Por eso, existe el desorden y el caos a todos los niveles y en todos los ámbitos. Si miramos detenidamente como vivimos, nos daremos cuenta el desorden que generamos, la confusión y el caos que dejamos en cada cosa que hacemos. No podemos hacer lo que nos venga en gana. Porque, cuando hacemos lo que queremos, la compasión no está en nosotros. Pero, ¿por qué no queremos tener respeto, ser amable y cortés, ser alguien que genera orden con su virtud hacia los demás? Está claro que es porque no estamos bien, no nos comprendemos, ni comprendemos cómo funciona la vida. Y, esto nos crea un malestar, que se convierte en angustia, sufrimiento e irritabilidad.
Y, este malestar, por desconocimiento e ignorancia, es la tierra abonada, donde los salvadores, los gurús, los maestros, siembran sus ideas y teorías. Pero, estos salvadores, están igual de confusos que los que quieren guiar y dirigir, liberar de sus miserias. Y, es entonces cuando se generan los desastres, para que todo continúe de la misma manera: conflicto, violencia y guerra. Esto es así, porque los malos materiales para construir hacen malas construcciones.
Mientras no veamos, que hemos de encarar los problemas, que son los retos que a cada instante nos llegan, de una manera negativa, nos los solucionaremos, Pues, en la negación, es cuando negamos el “yo” con toda su actividad, que son nuestros deseos.

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El agarrarse al estar perdidos

Cuando estamos perdidos, lo que hacemos es agarrarnos a algo con lo que nos sentimos, más tranquilos y a salvo. Lo primero, es echar mano de lo conocido. Y lo conocido, aunque siempre es lo viejo, puede provocarnos tal aversión y revulsión, al volverlo a ver, que hace que encontremos algo nuevo. Esto sucede a las personas afortunadas, pero la mayoría creen que todo cambio es lo nuevo. Y eso, es lo que está sucediendo. ¿Por qué, no podemos acabar, ir más allá, de nuestro pasado, lo viejo, el condicionamiento? ¿Es que estamos condenados a vivir, siempre repitiendo, lo que nos han dicho en casa, en la escuela, en los libros, los diarios, la televisión, los ordenadores? Es preciso olvidarse, de todo lo que nos han dicho. Porque la sociedad, con su manera de vivir es corrupta, es desordenada. Y si quieres, que advenga lo nuevo, has de salir de ese ámbito de la corrupción.
Lo nuevo, no tiene nada que ver con lo de siempre; porque, lo nuevo es el presente activo, el ahora. Nosotros nos perdemos, en lo que dijo el filósofo tal, el salvador, el maestro, los políticos. Pero eso, no nos sirve, porque hemos de empezar desde cero. Hemos de empezar, por nosotros mismos. Porque, para que la corrupción desaparezca, tienes que vivir todo lo que los otros digan y proclamen. No puedes, decir que eso es así porque tal erudito, tal intelectual, o uno que dice que está iluminado, afirme que eso es lo verdadero. Nosotros no queremos, repetir, tragarnos la píldora, de personas que viven en la confusión. Y por eso, hay que cuestionarlo todo. Ser escéptico, sin llegar al absurdo. Porque si lo negáramos todo, no podríamos vivir.
El miedo a lo nuevo. El temor de dejarse la parte romántica de lo viejo, nos tiene atrapados. De ahí, que vivamos siendo nacionalistas, o de una religión organizada -que la mayoría son viejas-, de ahí que nos excite lo tribal, el clan familiar. Pero, todo esto tiene que desaparecer. No quiere decir, que todo se tenga que destruir, aniquilar; quiere decir, que nosotros no tenemos nada que ver con esa manera de encarar la vida. ¿Por qué no ve uno la falsedad, la insensibilidad que está por todas partes, vayas donde vayas? No lo vemos, porque estamos acostumbrados a verlo como algo natural, que todos aceptan; para evitarnos, tener que estar atentos, bregando con la vida. Es decir, queremos placer, nos gusta, lo buscamos. Y el placer, lleva al dolor.
Porque el placer, siempre quiere más y más; y, es entonces, cuando queremos cambiar lo que es, por lo que nos gustaría que fuera. Y, esta actitud, esta manera de vivir, es la que fuerza y exige, violentando la realidad, para que ese más y más llegue; generando conflicto, la violencia y la guerra. Porque, la guerra que nos interesa, es la que tenemos cada uno dentro de notros. Que, al no solucionarla y descartarla radicalmente, esa guerra se manifiesta y transforma en el horror de la crueldad, en el horror de sus asesinatos y carnicerías. La guerra, es lo más viejo que existe. Porque la guerra, nace de la división y la fragmentación interna. Y como siempre hemos luchado para sobrevivir, hemos tenido a todas horas, cada día la guerra con nosotros.
¿Por qué, es que llegamos hasta el estallido de violencia con su crueldad? ¿Por qué, no queremos la paz, no queremos vivir pacíficamente? Porque la paz, es lo más difícil que hay. La paz, es la soledad, vivir solo. No tener la necesidad de nadie psicológicamente. No tener deseos de algo superfluo, es decir, encarar la vida con austeridad; tener una sensibilidad, que todo lo ve, al estar alerta y con atención. Pero, no espere que eso es como una receta, que, yendo a la farmacia o la tienda, se lo van a dar. No se lo darán, porque no la tienen. Y aunque, la tuvieran de nada le serviría, porque es usted el que lo tiene que elaborar, lo tiene que generar, tiene que hacerlo llegar.
¿Están dispuestos, a encarar sus retos, que son sus vidas, de esta manera? O, ¿cuándo termine de leer lo que le estoy informando y sugiriendo, lo dejará todo de lado y seguirá con su rutina cómoda y placentera? Haga lo que haga, es su opción. Y si lo hace, con total libertad, ya está en el ámbito del orden.

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Vivir sin el factor tiempo

Algo que tenemos que tener claro es, que por mucho que miremos, observemos y busquemos, nunca tendremos bastante tiempo, para ese propósito. Porque, siempre tropezamos con que todo es inabarcable, no hay una frontera donde detenerse. Y, todo esto sucede porque la mente es una fábrica de imágenes, de ideas, de proyectos, que son todo deseos. La cuestión, es verlos aparecer, dejarlos que se manifiesten y ver como desaparecen. Pero, hay otra cuestión, que lo complica todo cuando esa imagen, ese deseo, ese plan, eso que ha llegado, se convierte en una situación, y no desaparece ni no podemos hacer nada para que desaparezca. ¿Qué podríamos hacer ante esta situación embarazosa y desagradable -como si tuviéramos que comer sin tener apetito-? La huida, en esos momentos se ve imposible, parece imposible, o a lo mejor lo es. Por tanto, si no podemos salir, lo que es lo mismo descartar, hay que vivir con eso, nos guste o no.
Esos momentos, en que te ves atrapado, atascado, son de los más crueles en el sentido psicológico. Pues, está todo dentro de uno, está en la mente. Y, por tanto, el cuerpo tiene una cierta ausencia. Eso, puede durar días, semanas y meses. Puedes hacer un largo viaje, pero eso sigue ahí; puedes ir y venir continuamente y sin descanso, pero eso estará contigo. Y, nunca sabremos los motivos de porqué ha llegado; y se ha marchado. Pero, creo que una de las posibles causas, es una debilidad delante de unos hechos, que conscientes o no, nos sobrepasan. Y, entonces como uno no sabe qué hacer con esa situación -los hechos-, no tiene más remedio que proseguir asumiendo y olvidándose, de si es adecuado o no lo que está pasando. Es un momento, delicado y complicado, porque apartarse de todo, hacerse a vivir solo, también parece imposible. Porque, cuando uno se encuentra atrapado, si descartamos el problema de estar atrapado, este desaparece. Es un momento, como volver a nacer, como quitarse una pesada carga de encima.
Pero, para descartar algo tan radicalmente, si no hay una cierta madurez, que es el tiempo que tarda para que nos despertemos a la realidad, no parece que eso sea posible. Una cosa, parece que la descartamos radicalmente, cuando no pensamos en ella, sino que la vemos en un instante, como un trueno o un rayo. Y, entonces ahí está la fuerza y la energía para decir fuera y descartar. Porque, si media el pensamiento para actuar, se hace todo muy complicado; porque, el pensamiento rumia, analiza, contrasta y se pierde en un mar de palabras. Pero, como ya hemos visto, a veces ese descartar no está a nuestro alcance. Y, en todo esto, está implicado el tiempo; cuando pensamos en términos de tiempo: ya veremos lo que pasa, cuando pueda lo haré, etcétera. Pero, vivir sin el factor tiempo, eso ya es otra cosa; eso es, tener la suerte de meterte dentro de cada cosa que haces o tienes entre manos.
Cierta vez, fue una persona a visitar a otra muy importante; y, al llegar lo recibió un asistente, que le dijo siéntese que ahora avisaré de su llegada. Y, la espera duró mucho tiempo; y, cuando llegó el asistente y se disculpó de su descuido, la persona visita dijo que no había percibido como molestia la tardanza. Esa es la cuestión, ¿qué había pasado para no irritarse, alterarse, insistir en lo que quería, tras la demora y el paso del tiempo? Si estaba despistado, ensimismado o en una nube, es como si estuviera narcotizado, ya sea por repetir algo, o drogado. Y, eso no tiene nada de nuevo: muchas personas rezan sin parar, otras repiten una palabra o varias, y así siente un a quietud momentánea; y eso es también, como estar narcotizados. Pero, hay una energía que no tiene causa, que todo lo percibe y, a la vez, está más allá de todo. Es decir, es estar más allá del tiempo y el espacio; esto es, de las circunstancias y del lugar donde se está. Pero con todos los sentidos actuando, que es como decir con todo su cuerpo; y con toda su mente, que hace una unidad con el cerebro y el corazón. Y, entonces ahí está lo nuevo, la dicha y el júbilo.

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Lo nuevo, sus consecuencias

Cuando uno quiere algo, tiene ya una gran fuerza y energía para afrontarlo y encararlo. Pero, una de las cosas más bonitas de la vida, es que eso que queríamos, sin saber cómo, ha ido dando paso a otra cosa, que resulta ser más favorable y adecuada. Es verdad, que, si no le damos paso a eso inesperado, que va viniendo, no llegará. Lo que quiere decir, que la libertad es la puerta que da acceso, que genera, y hace que llegue lo nuevo. Lo nuevo es elixir, el éxtasis de la vida. Porque, lo nuevo nos hace nuevos, sin ninguna responsabilidad de lo que acontece y por tanto sin miedo ni temor. Cuando actuamos impelidos por un deseo, por algo añorado y oteado, lo que nos sucede es que nos vemos abrumados por los acontecimientos, porque nos creemos y actuamos como los directores de lo que acontece.
Sentirse ágil, con frescura, sin ningún miedo ni temor, es una riqueza. Pero, esa riqueza tiene que llegar, sin ninguna compulsión ni represión. Y de esa manera, la relación es una dicha, porque no hay conflicto. Cuando queremos algo y empujamos con el deseo, estamos haciéndonos viejos, llenándonos de problemas y sus complicaciones. ¿Por qué ese deseo de querer y querer, del más y más? Es por nuestra pobreza interna. Somos tan poca cosa, que creemos que cuando más actividad, con su acción incesante, todo irá mejor. Y por eso, es que hemos generado esta manera de vivir, con su derroche a todos los niveles. Y es que nunca tenemos bastante. Y de ahí, la degeneración que provocamos. Los jóvenes, cogen nuestro testigo. Y, como no pueden constatar su manera de vivir, con la anterior, ya que al no vivirla no tienen la experiencia directa, encuentran todo lo que hacen tan natural y adecuado. Y eso, pasa a cada generación. De la bicicleta, a las motocicletas con su velocidad de vértigo, hay un abismo que no causa ningún problema.
Pero, los problemas se amontonan para la naturaleza, para toda la tierra. Ya que la estamos dilapidando, destrozando. Pero es curioso, que tan avanzados que estamos en la comunicación global, no nos enteremos de todo lo que deterioramos y degradamos. Esto no es nuevo, ya que desde que el hombre es hombre, con su poder manipulador, ha estado destruyendo todo lo que estaba en inferioridad con él, es decir toda la naturaleza. Pero, cuando ha subido un escalón, el hombre, en su dominación de su entorno, nunca a vuelto atrás.
Creo, que cuando hayamos destrozado la tierra y sea inhabitable, los que les toque se irán a vivir a otro lugar. La tierra, es un cuerpo viviente; y como tal, tiene su propio proceso de degradación y destrucción. Pero, si aceleramos este proceso generamos desorden y confusión; y el resultado es, más problemas, con su sufrimiento y dolor. A nuestro cuerpo le pasa lo mismo, él tiene que deteriorarse, degenerarse y consumirse. Pero, si lo maltratamos y aceleramos todos sus procesos, el deterioro, la degeneración y su destrucción, llegará antes. Todo tiene su momento, por tanto, todo tiene que acabar a su debido tiempo. Un fruto verde, qué sentido tiene arrancarlo, y para qué; si se lo come, puede que agreda de tal manera su estómago, que lo deteriore y sufra sus consecuencias. Además, cuando arranca un fruto joven, verde e inmaduro, el cuerpo que lo tenía es conmocionado y sufre. Y todo esto, genera desorden, actividad negativa, cuyos resultados y consecuencias nos repercuten a todos
Todo funciona como una unidad, indivisible, donde todo tiene su repercusión en cada cosa, en todo lo que existe. Puede que, a ti, esto te cueste de ver, o no lo veas nunca, pero eso es un hecho que se puedes constatar. De la misma manera, que si tú tienes un trato con alguien, que le respetas, le das el valor que como persona se merece, le tienes afecto y cariño, responderá positivamente hacia ti como tú lo has hecho con él. Pues, en la naturaleza sucede exactamente lo mismo, pero a un nivel más oculto, esotérico, más difícil de observar.