Torni Segarra

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158. El problema está en darnos cuenta que cualquier idea o teoría al desarrollarse ha de generar división, odio, conflicto, violencia, guerra. Por supuesto, que todos dicen que esas ideas son las mejores para salvar al mundo, para generar una nueva sociedad, para ser caritativo, más libre, para ayudar a los menos afortunados, los oprimidos.  
Pero si todo eso se tiene que implementar con crueldad, violencia, guerra, ¿qué sentido tiene eso?
Incluso si nos oponemos a ellos, a los nuevos salvadores y sus maneras,  ya estamos también en el ámbito del conflicto, del odio, de la división, convirtiéndonos en un beligerante con todo lo que ello lleva consigo: más  guerra, más desorden, más dolor.
 
159. La luz, el iluminador, el pensamiento que percibe, todo son lo mismo: todo forma parte de una unidad, la mente. No hay división entre la luz y el que observa la luz. Como tampoco hay división entre el observador y lo observado, lo que se observa, se ve, se mira, se vive.
 
160. Como el cuerpo es materia, está sujeto al desgaste, la degeneración, a la vejez, la decrepitud, a romperse y hacerse inservible, inviable para poder funcionar y vivir. Esa es la realidad para todos los seres vivientes.
Si se comprende, entonces el problema psicológico no existe. Pero los problemas que genera la materia esos no se pueden eludir, hemos de pasar por ellos; y por supuesto, también comprenderlos.
 
161. ‘El verdadero problema es que si das amor a las bestias, estas a la menor ocasión no te amarán, sino que te devorarán’.
Pero si somos enteros, totales, hemos de vivir con la realidad nos guste o no. ¿Qué es amor? El amor no es una idea, una teoría que decimos que es humanista, para ayudar a los demás. Porque para ayudar a los demás, yo me tengo que ayudar primero. Pues si yo no estoy en orden, que es virtud, que en sí mismo el amor, ¿cómo puedo ayudar a los demás –generar orden y no confusión-?
O sea, que todo el problema soy yo, cómo vivo, qué hago, cómo lo hago. Los demás nosotros no los podemos manejar, cambiar, ya que son ingobernables como lo somos  todos. Por tanto, me atengo a lo que soy, a lo que hago, cómo respondo a los retos que nos llegan sin cesar.
Y entonces, esa energía que es mi manera de vivir, tendrá su orden que atraerá el orden, al no  generar división ni conflicto. Y todo lo demás, los eventos, las situaciones cambiantes superficiales –los conflictos, las revoluciones, la violencia, la guerra, la paz que es el agotamiento después de la violencia, la guerra- todo seguirá como siempre.
 
162. El pasado y el futuro, no cuentan ante un reto que llega con su urgencia. El pasado y el futuro son el pensamiento, todo lo que pueden decir las personas tanto negativamente como favorablemente.
Pero eso no vale, pues la adulación, como la negación destructiva, son respuestas que nacen de la negatividad del querer conseguir un beneficio, o de los celos y su negatividad.
Lo que cuenta es el reto que siempre es del ahora. Las opiniones de los demás, lo que ha de llegar, eso es todo generador de desorden y confusión, desdicha. 
 
163. Lo que hicimos o dijimos, ya es el pasado. Y todo eso ya no cuenta. Removerlo, traerlo al presente, es querer jugar a lo políticamente correcto.
 
164. ‘Jesús te ama, pero todo el mundo piensa que eres un idiota’.
Las cosas establecidas, que se han dicho desde miles de años son viejas del pasado. Lo que cuenta es lo que somos realmente nosotros. Y eso sólo se ve en la relación con los demás.
 
165. ‘Eres todo lo que siempre quise en alguien que no quiero más’.
La realidad puede ser muy cruda, pero la sinceridad cuando procede genera orden. El fin de los problemas, es el orden.
 
166. Cuando decimos que algo ha de ser así por siempre, ¿nos damos cuenta de lo que estamos haciendo con nuestras vidas? Decir por siempre, para siempre, quiere decir que ya tenemos un plan preconcebido de lo que tiene que ser la vida.
La vida es la llegada de lo nuevo.  Y lo nuevo llega cuando nos implicamos con pasión a todo lo que es la vida. Esa pasión, que es atención profunda, es la que destruye el pasado y el futuro –que no son, y que inventamos a la carta-.
 
167. El deseo es negativo. Pero el mismo deseo de deshacerse del deseo, también es deseo. Porque el deseo, salvo en lo básico y necesario,  es la actividad del ego, del ‘yo’.
 
168. La persona es aquella que puede decir sí o no, pero cambiando cuando lo creemos preciso. El animal siempre dice sí o no, porque no puede salir de ese programa. Es decir, el hombre puede ir más allá de su programación, condicionamiento. El animal como no es consciente de su programación, no puede salir de ella.
 
169. ‘¿Qué pasaría si queremos responder a los ataques terroristas en París con amor e inteligencia?’.
Si en un ataque violento contra nosotros no nos matan, ¿podríamos responder sin violencia? Si decimos que no queremos responder con violencia, tal vez nos podrían rematar que también es violencia, ya que está en su ámbito. Porque para no actuar ni responder  violentamente, no hemos de tener ningún plan. Pues todo plan, estrategia, es fruto del ego, del ‘yo’, que es el que genera la violencia.
O sea, si nos atacan violentamente los terroristas, no podemos saber lo que haremos, porque eso forma parte del futuro. Nosotros sólo podemos responder a los retos, que son los hechos. Y los hechos son del presente, del ahora, siempre son  nuevos, cambiando. Por lo que no podemos saber nada. Ya que lo nuevo no podemos saber lo que es.