Torni Segarra

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429. Los racistas son como las personas que viven en aldeas, pequeños pueblos, en caseríos en el campo, que cuando van a una gran ciudad no saben ni pueden digerir todo lo que ven allí. Pues no están acostumbrados a ver la infinita variedad en el vestir, en el corte de pelo, en el color de la piel, en la manera de caminar y relacionarse con los demás.

Al no comprenderlo, se ponen agresivos, crueles, y atacan a los que ellos encuentran diferentes. Sin darse cuenta que la diferencia está tanto en él, como en los demás. Y esa es la ilusión del pensamiento, por el que inventa el ‘yo’ y el ‘tú’, el ‘nosotros’ y el ‘ellos’; cuando nada de eso existe.

Pero es más profundo, en el fondo, en la raíz, está el miedo a perder lo que creemos que es sólo nuestro; que los otros no tienen ningún derecho.

 

430. Cuando nos encontramos perdidos, a veces es la manera de encontrarnos, y ver quiénes somos, cómo somos; siempre que no huyamos ni luchemos con esa situación y momento.

 

431. Lo que estás claro es que el daño, hace daño y genera más daño. Ahora la pregunta: ¿se puede vivir sin hacer ningún daño a nadie ni a nada? Como no se puede, uno ha de gestionar su vida, su manera de vivir, de manera que si no quiere recibir daño -cosa imposible-, tampoco lo tiene que provocar en los demás.

Hemos de empezar por las malas miradas, los desaires y desplantes, el cinismo, la ironía, las risas burlonas y escandalosas, las palabras directamente ofensivas.

 

432. Hasta que no llegue nuestra hora de morir, no sabremos de que obra es capaz de hacer de nosotros, tanto para bien como para mal.

 

433. ¿Qué diferencia hay entre el alma y el espíritu? Ninguna, pues tanto el alma como el espíritu, son un invento del pensamiento.

 

334. Las cosas si están bien hechas, no necesitan acomodo. Eso de que se acomoden las cosas, es un invento, una excusa, del pensamiento que se encuentra agotado, harto, embotado, y necesita algo nuevo que lo distraiga de la insoportable realidad.

 

335. Una pregunta: ¿Cuándo nos sucede alguna desgracia, y el Señor va con nosotros, por qué lo consiente, no lo evita?

 

336. Entonces, ¿todos los días serán buenos? Eso es lo que pretenden los religiosos, los creyentes en un dios creado por los humanos.

 

337. Todo depende de lo queramos conseguir con ese silencio.

 

338. Lo que hay, la realidad, es una dación para que podamos seguir viviendo. Todo puede ir a peor. Hasta el final que se consumirá el fin: la muerte, radical, implacable; donde toda la mundanalidad, ignorancia, es derrotada.

 

339. Querer agradar a todos, no es un desgaste enorme, eso es imposible.

 

340. Pase lo que pase, o pasó lo que pasó, el pasado está muerto. Sólo es uno el que al recordarlo lo vuelve al presente mentalmente.

 

341. Vamos a ver -estamos viendo desde que se inventó la rueda- un mundo extraordinario en lo que respecta al ámbito científico, técnico. Pero en el ámbito espiritual no hemos progresado, somos básicamente iguales que hace doscientos mil años.

 

342. Una parte de la vida es desde que tropiezas con una piedra, y caes, te levantas y vuelves a caminar hasta el nuevo tropiezo con otra piedra. La vida en todo su esplendor, es eso, y no creer que hay caminos sin piedras.

 

343. Solamente sabemos que la vida nos mantiene en pie. Todo lo demás, las penurias, abundancia, alegrías, peligros, etc., aunque estén formando parte de la vida, está fuera de nuestro dominio.

Por lo que, no hay nadie a salvo de las buenas y las malas situaciones: ellas llegan caprichosamente, recurrentemente.

 

444. ¿Puede ser que una pobre y desvalida persona, pueda más que dios, los dioses todopoderosos?

 

445. A dios no hay que buscarlo, ya que está en todas partes, es omnipresente.

 

446. No todos tienen que querernos, pues para vivir hemos de hacer algo que a algunos no les gusta -los que aman la libertad y quieren vivir con ella, hacen algún daño a los que no la quieren–. Por eso, cada cual que haga lo que tenga que hacer, que no se sienta desmerecido por lo que es, lo que hace, lo que unos dicen de los otros.

 

447. El fracaso es un sentimiento de inferioridad en relación con el que no fracasa. Por eso, la comparación destruye la relación. Cuando comparamos a los niños en las escuelas, los estamos destruyendo. Uno ama a otro en su totalidad, no una parte, algún rasgo.