Torni Segarra

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¿Ese deseo de seguridad es amor? Planificar el futuro para sacar unas ganancias, ¿es eso amor? ¿O el amor está más allá de todo eso de ganar y perder, de la seguridad o la inseguridad?
 
Toda provocación, ¿no es ya una estrategia, una táctica para conseguir algo? Y ese algo que queremos, es el que nos causa todos los problemas de división, de enfrentamientos con los otros, que también tienen su táctica y sus deseos que conseguir. Por lo que nos enfrentamos, peleamos.
Si provocamos a alguien seduciéndolo, eso es como una mentira. Pues cuando, ya lo hemos conseguido, ¿qué es lo que queda sino una pieza de caza, un trofeo? Y, ¿dónde queda el amor en todo eso, si es como una cacería?  
 
No nos engañemos, los seres humanos siempre actúan de la misma manera, lo que cambia es la intensidad, la frecuencia y el nivel de como lo hacen. Es como el comer, hagamos lo que hagamos, siempre será comer, alimentarnos. Pues las relaciones están basadas en el miedo, están basadas en la búsqueda de seguridad y satisfacción, que es fruto todo del ego, del ‘yo’. Y mientras ese ego, el ‘yo’, no sea comprendido en su totalidad, las relaciones –con sus miedos y deseos de seguridad- siempre serán lo mismo: la satisfacción de mi necesidad. Y como el otro hace lo mismo, pues ahí estamos, con lo que tenemos. ¿Podemos ir más allá de todo eso?
 
Para que llegue el amor, no ha de haber división interna. Como no tenemos amor, porque estamos divididos internamente, es por lo que estamos aislados los unos de los otros. Y esa soledad, se transforma en miedo e inseguridad, por lo que empezamos a trabajar para huir de ese miedo y esa inseguridad. Y para ello creamos los nacionalismos, el cristianismo, el budismo, el feminismo, el machismo, el capitalismo o el comunismo. Pero mientas exista ese miedo e inseguridad a todo lo que es la vida, seguiremos defendiéndonos y atacándonos.
 
Todos decimos lo mismo: que somos únicos y especiales. Pero esa afirmación, paradójicamente nos hace vulgares y superficiales, nada interesantes.
 
¿Los problemas son oportunidades creados por nosotros? ¿Eso es así realmente? El que nace con un problema, físico, familiar, mental, económico de pobreza o de riqueza, etc., ¿es él el que ha creado esos problemas?
 
Si la felicidad, es lo contrario de la infelicidad, es una reacción, y entonces esa felicidad contiene la infelicidad. Pues la felicidad, que es amor, es o no es. No tienen relación con nada. Si hay una causa o un efecto, ni la felicidad ni el amor pueden ser.
 
Si no sintiéramos dolor, ni sufrimiento, que nos atenúa y frena, no quedaría nada por destruir, pues ya estaría todo arrasado. Incluidos nosotros mismos, que es lo que pasa en las guerras, ya sean domésticas, las del hogar, en el trabajo, o en el campo de batalla. La guerra no es solamente la destrucción, el asesinato en masa de los hombres, es la destrucción total en todos los ámbitos.
Si no fuera por el llanto y los gritos de los bebes, para reclamar el alimento, la limpieza, su confortabilidad, que nos causan dolor, sufrimiento, nos irritan, ¿cuántos vivirían? Los animales no tienen ese problema, pues ellos no sienten el placer, no son conscientes de él. Y por eso actúan sin miedo, hacen lo que tienen que hacer, sin necesidad de distracciones, entretenimientos, huidas de eso que se ha convertido en una molestia: vivir la vida adecuadamente.
 
¿El amor se puede regular, graduar, domesticar? ¿O,  el amor es como es, indomable, arrasador, constructor y destructor a la vez? El amor no tiene freno ni acelerador, no se lo puede reprimir ni alentar.
 
Pero cuando esa paz que nos dan ciertas personas, se convierten en una dependencia, el amor se acabó. Se convertirá en un negocio de tú me das, yo te doy, porque nos interesa a los dos.
 
La batalla está entre el ‘yo’ y el ‘tú’, que son los sentimientos, las emociones, los recuerdos, el pasado. Y lo que sabemos es, que ese ‘yo’ y el ‘tú’, que son los sentimientos, las emociones, los recuerdos, todo el pasado, es lo negativo, lo que nos divide, nos llena de amargura, nos deja sin felicidad. Y eso se tiene que comprender de manera que esa comprensión, sea la liberación del ‘yo’ y el ‘tú’, de los sentimientos, las emociones, los recuerdos, el pasado.
 
Dios –los dioses- no escuchan ni ven, ni dicen ni hacen nada. Esos dioses que hemos inventado, por ser nuestro invento, han de ser igual que nosotros, es decir no sirven ni valen para nada. Lo que sí que sirve, es darse cuenta cómo vivimos, cómo actuamos, cuál es la relación con las personas con quienes convivo, qué hago con el dinero, con las propiedades, qué hago con mi egoísmo, que genera la pobreza, la miseria, los miles y miles de muertos diarios por la falta de alimento.
Los dioses, todos poderosos, todo compasión y amor, no pueden hacer nada. Porque, ellos son nuestro invento, por eso han de ser imperfectos, una ilusión.
 
Pese al tiempo, las mujeres –y los hombres- no hemos cambiado, siempre apasionados por la ropa, por la imagen, para seducir, dominar, imponer. Eso es debido al miedo, y el dolor que nos genera, que es el mejor combustible, que nos activa para poder vivir como lo hacemos, como siempre lo hemos hecho desde cien mil años. Ese miedo a perder, a ser menos que los otros, a morir, que nos maten, es el que ha generado la moda, el glamour, lo fashion, todo fruto del ego, del ‘yo’, divisivo, desordenado, confuso.
 
¿Por qué es que ya creemos que lo sabemos todo de la vida, si ella es infinita en posibilidades? Cada persona es libre, completamente libre, para hacer lo que cree que tiene que hacer. ¿Te puedo forzar a ti para qué me ames, para que consientas lo que no quieres hacer ni tener? Eso es absurdo, ¿verdad? Pues eso mismo se puede aplicar en todos los aspectos y todos los ámbitos de la vida. Cada cual que haga lo que tenga que hacer. Y ese hacer le dirá si lo que hace es adecuado o no. O, no le dría nada, ya que eso depende de lo afortunado que uno sea. Porque toda sanción, norma o ley, no tiene ningún valor, ya que lo que uno es internamente es más poderoso y se ha de manifestar e imponer en lo externo, en su manera de vivir.
Si es que de verdad, tuviéramos amor por todos los seres humanos, no tendríamos ni un solo día más guerras, no habría pobreza ni miseria, ni prostitución infantil ni su explotación laboral ni los malos tratos ni sus muertes. Ni las indecentes muertes por no tener nada que comer, que ahora mismo, en estos mismos instantes, están sucediendo. Y, todo eso es también nuestra responsabilidad, porque no tenemos compasión ni amor por los demás. Pues, vivimos divididos con nuestras ideas religiosas, nacionalistas, económicas, de clase, de clan familiar, ideas machistas o feministas, políticas, o de otra índole.