Torni Segarra

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Digan lo que digan los demás, cada cual es como es. Todos somos iguales, con algunas peculiaridades, ya sea en el color de la piel, en lo físico, en la sexualidad, en la religión o política, en el trabajo, pertenecer a algún grupo. Y cada cual es libre de vivir de la manera que cree más conveniente. Aunque sabiendo cuál es su propio límite, para no hacer imprudencias que le puedan generar graves problemas. Aunque así y todo, la libertad ha de prevalecer sobre todo lo demás. Pues sin libertad, no podemos saber ser libres, no habrá manera de serlo.
 
La gente sólo escucha, lo que quiere oír. Pero depende cómo se diga, eso va a determinar la manera de escuchar, de atender, de avanzar juntos en lo que se  está diciendo. Pues en realidad, todo se trata de estar relacionado. Y estar relacionado, significa tener una buena relación, de lo contrario no habrá buenos resultados.
 
Eso nos demuestra que la realidad y la verdad de lo que son las cosas, no las podemos atrapar, nos son nuestras. Pues hay algo que está más allá de nosotros que se nos escapa y no podemos controlar. La solución está en ver todo lo que sucede, tener libertad para ver e indagar, mediante el error que nos hace que busquemos el acierto.
 
El estar soltero o no, está muy determinado con el estilo de vida que llevemos. Cuanto más libertad, cuanto más independencia económica, cuando la moral social –aunque no sea la de la mayoría- es más comprensiva y respetuosa con los aspectos personales, ya sean sexuales o de maneras de vivir, los solteros pueden tener más posibilidades de poder serlo.
 
Tener animales en los parque zoológicos, es una indignidad, pero es un hecho que están allí. Por lo que, ahora es preciso que se les cuide y respete de la manera más adecuada para que no sean menoscabados en su dignidad. Y por supuesta, no incrementar esas instalaciones, trayendo más animales para tenerlos allí.
 
Sin tener tiempo para observarnos y observar a los demás, la relación tiene  muy poco sentido. Las prisas, los incesantes deseos, toda nuestra manera de vivir moderna, no nos deja tiempo para atender debidamente las necesidades de nuestros hijos. Y por eso los dejamos a su suerte, con tal de seguir nosotros con nuestras necesidades personales, de entrenamiento, distracciones, exceso de trabajo, con la charlatanería.
 
¿La empatía se puede enseñar, se puede enseñar el amor, amar a alguien? ¿O eso nos llega con la sensibilidad, como un regalo que la vida nos hace?
 
Robar siempre es coger algo que no es nuestro, por tanto es una agresión. ¿Puede uno robar por una necesidad de vida o muerte? ¿Pude alguien robarle el sexo a los otros, aunque esté disfrazado de amor?
 
¿Cómo podemos saber lo que les sucede a los otros? Conociéndonos cómo actuamos, cómo nos comportamos, cómo somos en realidad, es cuando podemos conocer a los demás. Así que,  si conocemos a los demás también nos conocemos a nosotros mismos. Entonces, las demandas, las recriminaciones, las exigencias, el pedir o dar perdón, todo tiene otro significado. Y eso quiere decir que estamos libres de exigencias brutales y crueles.
 
Todo lo que nos parece como una broma, algo que vulgarizamos, puede convertirse en una realidad. Pues nosotros no controlamos todo, tenemos un límite, que si lo sobrepasamos, pueden llegar los problemas.
 
El éxito o el fracaso, están determinados por la necesidad real que tengamos de conseguir eso que queremos. Aunque el que se consiga o no algo, también es un misterio que no podemos controlar ni manejar.
 
Si nos movemos con lo que está sucediendo, sin huir de ello, ¿verdad que surge una comprensión inesperada? ¿Por qué sucede eso de que llega la comprensión de eso que nos altera, molesta, nos causa problemas, haciéndonos feos? Es porque al no huir de ese reto que tenemos encima, que nos ha llegado, es cuando aparece el amor.
 
Las damas, son igual que todas las mujeres. Sólo tienen el apetito sexual, y su necesidad de satisfacerlo, a un nivel diferente de las que no son damas. Puede que se repriman el deseo sexual, pero ese deseo insatisfecho está ahí. Por lo que, no va a parar de querer que se satisfaga.
 
Lo que se ha marchado, eso mismo no va a volver. Y aunque vuelva no va a ser lo mismo, será algo diferente de lo que nos pasó, de lo que queríamos y teníamos. Así que, lo que se ha ido es el pasado. Y el pasado está muerto, que el pensamiento le puede dar vida, aunque eso no es un hecho palpable y real. Es cosa de la mente y el pensamiento, de nuestro condicionamiento.
 
¿Nos damos cuenta que estamos vivos porque la vida así lo quiere, no nos ha matado? Y eso no tiene nada que ver con esfuerzo alguno, pues la vida es caprichosa, indescifrable e inescrutable, un misterio.
 
El exceso de dinero, de capacidad económica, de alimentos, etc., nos hace caprichosos. Y sobre todo a las mujeres, tan deseosas de gustar y exhibirse, les da más oportunidades para ello. Por lo que ese exceso, nos ha hecho vulgares, derrochadores, sin darle importancia a lo que tenemos. La esencia de la belleza está en la necesidad, en la creación de lo nuevo. Y esa creación si no tiene la fuerza y la energía de lo necesario, se convierte en vulgaridad, en repetición de lo viejo que nos hace feos.
 
Lo ideal, tiene su raíz en la idea. Y una idea es una proyección, algo irreal, que no es. Lo que cuenta es lo real y verdadero, la realidad. Pero nosotros queremos inventar algo nuevo, porque esa realidad no nos gusta ni nos satisface. Y, entonces inventamos otra realidad que sí que nos gusta y satisface. Pero ese invento de ‘mi’ realidad, nos divide y fragmenta tanto interna como externamente, por lo que los problemas siguen ahí, prosiguen todo el tiempo.