Torni Segarra

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Ya empiezas: si dices que yo le doy muchas vueltas a los temas y tú te excluyes, ya estás en el ámbito del error. Porque, tú haces lo mismo que yo. Es decir, ya te estás dividiendo de la realidad, que es que el observador es lo observado, tú eres yo y yo soy tú. Porque, todos en lo esencial somos básicamente iguales en lo psicológico.
 
El único dato que nos dice que algo no va bien, es cuando estamos divididos. Por ejemplo, si alguien para hacer un avance tiene que matar a otros, ese avance generará negatividad, más de lo que se quiere evitar. Y eso hay que cuestionarlo. Aunque la mayoría diga que no se tiene que cuestionar. Que es lo que sucede con la violencia y la guerra, sólo unos pocos no quieren la violencia ni la guerra, ni participar en ejercicios ni maniobras preparatorias. Pero, la mayoría lo acepta, lo necesita, lo justifica, etc.
El problema está en que si tú cuestionas y eres un científico, o un escritor, no te van a dar trabajo, te van a ver como un loco peligroso. Por eso, es que los científicos insensibles e indiferentes al dolor, participan en los inventos de la tecnología más avanzada para asesinar a seres humanos. Ahora mismo –aunque hace cincuenta años, ya estaba inventado- los drones hacen furor, porque matan sin ruido, si ser pilotados. ¿Crees tú que Obama, Putin, Cameron, Merkel, etc., y todos sus burócratas colaboradores, podrían inventar esos aviones que se dirigen desde una sala a seis mil kilómetros del objetivo a matar? Y lo mismo sucedió con la bomba atómica.
Por eso, es tan evidente que los científicos auténticos, los verdaderos, siempre han de estar cuestionando el establishment corrupto e inmoral.
 
¿Ya te has cansado de investigar en el grupo de Jiddu Krishnamurti? Si quieres o necesitas comentar algo, alguna cosa, lo puedes hacer con toda libertad. En realidad, no sé tus motivos. Sé que tal vez, había mucha energía que te presionaba. Pero eso lo sabrás tú, Silvia.
Aunque la mayoría de los que participan en esos grupos son muy serios y desarrollados psicológicamente, saben que tienen que cuestionar para que así que llegue la verdad. Y por eso, los que no están acostumbrados a ese cuestionamiento se sienten acosados. Hay muchos que se van, desaparecen sin decir nada, otros han de ser expulsados, que es otro drama porque ellos no entienden en ese momento que no pueden seguir en un grupo que es todo lo contrario de lo que ellos quieren y necesitan.
Con afecto y con cariño.
 
El silencio por ser silencio no tiene lenguaje ninguno. Somos nosotros los que si nos metemos dentro de ese silencio, él nos contará su secreto.
 
Uno no se puede fiar de nadie ni de nada, pues todos somos corruptos, mentirosos, falsos. Es cada cual, cada uno, el que tiene que descubrir lo falso y descartarlo.
 
Todo se puede tocar y deteriorar, porque como somos humanos, todo nos puede pasar. Pero para amar, uno se tiene que exponer, ser vulnerable. De lo contrario uno vive amargado, neurótico, desesperado.
 
Así y todo –el amor de madre- aún echan a sus hijos a la guerra para que los maten. Porque si los padres amaran a sus hijos de verdad, no tendrían ni un solo día más de guerra en sus vidas.
 
La sencillez de carácter es ver que eso no se puede conseguir. Y entonces uno ya no lo persigue, dejando atrás el conflicto de querer algo que no es posible.
 
Uno es el otro. Y el otro es uno. Pues, todos somos básicamente iguales psicológicamente. Así que lo que dices para los otros, también sirve para ti.
 
Aun teniendo tanto afecto y apego a esa hija encantadora, sin darnos cuenta vivimos y hacemos las cosas de manera para que haya guerra y poner en peligro sus vidas. No es un invento mío, es el hecho que se ve en todas partes: la manera como vivimos los hombres siempre listos para hacer la guerra.
 
Antes de las buenas palabras, las buenas intenciones, han de estar los hechos. Si uno quiere luchar contra la pobreza, la corrupción del egoísmo que la provoca, etc. Uno ha de empezar por su vida, ha de limpiar su vida de todo lo innecesario. Y eso es cosa de cada cual. Porque no es tan fácil: miremos cómo viven la jerarquía de la iglesia, con sus palacios y riquezas, sin apenas contacto con el dolor del hambre, de la marginación social, de los problemas reales del día a día, donde cada detalle adquiere un gran importancia: pagar La factura de la luz, los arbitrios municipales, la comida, las reparaciones y desperfectos del hogar, etc.
Ellos no van a cambiar, ni el actual papa ni nadie puede cambiar esa inmensa maquinaria, burocratizada y jerarquizada como cualquier empresa. Ni tampoco van a cambiar los ricos, ya sean banqueros, terratenientes, empresarios, comerciantes, ni el hombre corriente que va por la calle. Por tanto, es uno solo el que ha de hacer algo si es que siente la necesidad del amor y la compasión  Y eso sólo se demuestra con hechos, descartando la división egoísta entre ‘tú’ y ‘yo’, entre ‘nosotros’ y ‘ellos’.
No podemos culpar solamente a unos de todo lo que sucede, porque eso es una pérdida de tiempo y genera más división y desorden, cada uno es el responsable de lo que está sucediendo en el lugar donde vive y en el mundo. Pues, su trabajo es él mismo, su vida y cómo la vive. Así que si la casa está ardiendo, uno ha de hacer algo, ¿no? Y ese ver la necesidad de hacer algo, es el amor.
 
Desafortunadamente, después, según las referencias que aportas, de que los primeros cristianos eran vegetarianos, no ha calado en sus seguidores. Pues la mayoría sacrifica y devora animales, los explota para poder sobrevivir. No solamente los explota para comer, sino para hacerlos trabajar cruelmente, en sus necesidades del más y más, en sus caprichos, en sus deportes, en sus investigaciones crueles científicas.
Solamente algunos monjes enclaustrados en sus monasterios que tienen los Cartujos y los Trapenses, y tal vez algunos otros, son vegetaríamos. Todos los demás siempre han hecho y hacen matanzas de animales para comérselos, de una manera natural. Y lo más aberrante, para un hombre que se dice religioso, es la tortura y asesinato violento de los toros por diversión y entretenimiento, para experimentar placer, que las autoridades religiosas lo toleran con su silencio sin pedir nunca compasión por los toros, al menos públicamente.