Torni Segarra

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1. He sabido de ti al leer en la prensa de hoy la información de la presentación de tu libro, ‘Pídeme lo que quieras’.
El título es atractivo, es un bonito reclamo para las personas ávidas de afecto y cariño, de confianza y que sienten miedo por el futuro -como nos pasa a todos-. ¿Pero podemos hacer realidad lo que dice el título del libro? Yo no me atrevería a decirle eso a una persona. Creo que es más adecuado decirle: ‘Si necesitas algo, pídemelo y si puedo haré lo posible para dártelo’. Porque, nadie sabe lo que puede ocurrir mañana, dentro de un mes, unos años, en el futuro.
¿Podemos ser sinceros y hablar claramente para que lo podamos ver, en toda su extensión, y así comprenderlo? Y así no generar falsas esperanzas, sorpresas desagradables. Pues, lo que más deteriora las relaciones es la falta de libertad. Y libertad, quiere decir, poder expresarse con total libertad.
 
2. Gracias por vuestra atenta invitación. Sois muy amables.
Pero, ¿no os dais cuenta que estáis atascados, clavados en suelo? Mientras no hagáis un cambio radical en vuestro interior para que afecte al exterior, al partido, todo será como dar vueltas en círculo sin hacer nada verdaderamente relevante, para que eso transforme a las personas y éstas a la sociedad. Nosotros hacemos al revés, queremos cambiar primero la sociedad y luego que ésta cambie a las personas. Sin comprender que lo interno, lo que realmente somos, siempre se impone a lo externo.
Ahí están las corrupciones millonarias de políticos, de aristócratas, de infantas, de religiosos, de banqueros, etc. Pero, el problema es que seguís confiando en ellos, sois sumisos a la iglesia católica, a la monarquía, a las instituciones ya sean estatales como privadas. Y de esa manera, al no descartar el viejo paradigma, el sistema de corrupción, siempre estamos en el mismo sitio: diciendo una cosa pero luego haciendo otra.
¿Qué está haciendo realmente bueno el partido en la oposición? No hace nada, solamente está acusando al gobierno para descabalgarlo del poder y subir ellos. Pero, los verdaderos problemas no los tocan -no voy a enumerarlos pues vosotros ya sabéis cuales son-. Mientras no dejéis de ser sumisos a los poderosos, y a los que realmente tienen el poder, seguiréis siendo sus siervos. Parecía que os ibais a liberar de ser siervos, cuando estabais en la oposición, pero cuando mandáis enseguida a seguir siendo siervos de vuestro señor. Siempre estáis a su favor, colaborando con él. Y si es que no podéis liberaros de él, decirlo claramente. Decir: ‘Nosotros estamos a favor del poder, de los poderosos, sean quienes sean’. Ah, pero sois astutos y pillos. Engañáis como un lobo vestido de cordero, para que os voten y una vez en el poder empezáis con vuestras andanzas, a colaborar, a ser sumisos.
Por eso, creo que en vuestro partido, y en todos también, los que están afiliados, los que son fieles inquebrantables y domesticados, condicionados, son los más superficiales. Por eso, los indignados -que son los más despiertos y profundos os ven como apestados-. Tenéis mala fama con los indignados, pues ellos de momento son partidarios de la acción directa. Y se declaran abiertamente diciendo que no están a favor de todo el viejo sistema corrupto en todos los ámbitos: empezando por los políticos, por los funcionarios, por los que actúan como vosotros ya sea con indolencia, pasotismo o superficialidad.
Alguien puede decir, que no puede hacer lo que quiere. Y yo le digo que sí que puede: que haga en su vida lo que quiere que hagan los demás: que ponga orden. Y el orden es no mentir, no falsear la realidad, como tantos han hecho en vuestro partido –mentiras que parecían que iban dirigidas a retrasados mentales, de tan evidentes que eran, y los argumentos exculpatorios imposibles-. Y esos todavía tienen peso en vuestro partido. Yo nunca he sido de ningún partido, pero si lo hubiera sido y un mandón del partido hubiera mentido como lo hacen, me hubiera autoexpulsado.
¿Lo haréis vosotros? No lo haréis, porque os habéis hecho adictos al pequeño poder que os da el pertenecer a un partido, por corrupto que sea. Pero, no os olvidéis, vosotros con vuestro silencio y complicidad también sois corruptos.
 
3. Marcial, verdad que tú quieres que te respeten, ¿quién no lo quiere? Verdad, que quieres salud, todos también lo quieren. Creo que ya habrás comprendido: todos somos iguales psicológicamente, miedosos y temerosos por tantas cosas, el ridículo, la soledad y el que te ninguneen, el miedo a la muerte, etc.
He estado en algunos otros grupos muy parecidos a vosotros -intelectuales, que se creen cultos, y con bastante desparpajo- y todos, al igual que las mayorías absolutas políticas, practicáis el rodillo. Lo que hace parecer como un clan, un mafia, donde la cúpula del poder manda y dirige aunque sea subliminalmente. Pero eso, como algo humano, es preciso -como las normas para sostener algo que es de uno-. Sólo falta que no pos pasemos. Porque entonces sí que es cuando estamos perdidos.
Dentro, en lo esencial, también somos iguales: porque no hay nada, la nada absoluta.
 
4. Hola Leticia.  Te agradezco tu confianza. Que me haces sentirla también contigo. Te envío este texto por si te interesa.
 
5. He leído tu entrevista en…, de hoy. Gracias, por las informaciones y comentarios.
Una de las cosas que más me ha sorprendido de tu entrevista, es con la naturalidad que has respondido a la pregunta, ¿Cualquier ciudadano en España puede ser imputado?: ‘Todos menos el rey, porque el artículo…’. Y eso me da a entender por qué la corrupción está en el nivel que está, en todos los ámbitos. ¿Por qué los jueces –más tú que eres joven dinámica, ágil e inteligente, no decís, no? No, porque eso no es moral ni humano, ni favorece a la vida. Eso genera desigualdad, desorden, división, conflicto, es decir, eso afecta a la paz ciudadana. Eso es dar pie a que cada uno haga lo que le da la gana. Y vosotros como jueces que administráis la justicia, tendréis algo que decir ¿no?, para que las personas no se hagan irresponsables, indolentes, no respeten la ley, que es lo que está pasando. Porque el agravio de los privilegios –que genera la desigualdad- es lo que más irrita a las personas. Porque, las personas se preguntan: ¿Por qué ese tiene los privilegios –no solamente el rey, sino todo lo que viene tras de él, por el gran poder que tiene- y yo no?
Y esto tiene otro peligro. Cómo no soy imputable, tengo inmunidad jurídica, puedo hacer todo lo que quiera, pues no me pueden hacer nada. Prueba de todo ello, es que la Fiscalía General del Estado ha recurrido –se ha opuesto- la imputación de una hija del rey. ¿Podría eso darse conmigo, o con otro que no tuviera la influencia que tienen esas personas? Tiene tanta influencia porque se la dais vosotros, que también tenéis tanto poder. Por lo que todo parece una gran mafia, consentida por todos los poderosos: el gobierno, los políticos, los jueces, los intrigantes periodistas, los adinerados, los cardenales y obispos, etc. Y por eso todo huele a podrido, corrupto, indecencia, inmoralidad, de manera que dan ganas de llorar al ver lo insensibles que son, que sois.
 
6. Primero que nada, hay que aclarar que Jiddu Krishnamurti no inventó nada. JK, sólo vio lo que siempre está ahí para el que sabe y puede ver, la inteligencia eterna, la ley que no está escrita, pero que rige el orden de la vida y el cosmos. El mérito de JK, y los que son como él, además de verlo y comprenderlo, fue que supo explicarlo e informarlo con un lenguaje moderno, sencillo, que fue el apropiado para el momento en que él vivió. Todo lo demás,  no cuenta: cómo llegó a ello, cómo vivía, qué es lo que hacía en su vida cotidiana. Por eso, JK decía, cuando alguien le recriminaba algo negativo que no era digno de hacerlo él, yo no soy esa imagen que han hecho de mí, Esa es su imagen que no es real.